Capítulo
VI
El hombre mimó su movimiento, al unísono. Relámpagos aparecían de vez en cuando, repentinamente y sin anunciarse. Su fulgurante luz azul metálica penetraba en el interior del cuarto, alumbrándolo por completo, aunque por un breve momento, como el flash de una cámara, sin embargo no era tan fúlgida para poderlo alumbrar y darle una precisa identificación.
Se detuvo. Estaba a unos centímetros de él, del vidrio. Con el metal del cuchillo lo golpeó, tres veces, como si quisiera llamar su atención, como el repiqueteo de un pájaro carpintero. Un último destello irrumpió en el cuarto, alumbrando su espejo, el reflejo de Mike fue al fin alumbrado con más nitidez.
—Papá, no puedo dormir. Tengo miedo —una aguda voz se introdujo por la puerta del cuarto, una pequeña silueta, su próxima víctima, entró adentro—. ¿Papá? ¿Mamá? —Estaba aterrorizado, sus ojos trataban de encontrarlos.
Mike acercó el cuchillo a su rostro, a sus labios, y sonrió, su sonrisa era aún más perturbadora.