martes, 30 de enero de 2018

Mortal Love (Último capítulo)

Capítulo VI

Desafortunadamente, como su amor había nacido de improviso, como un brote que florece en primavera y muere en invierno, también había acabado. Como el interruptor on y off de la luz, como un hechizo, como un aleteo de un colibrí. Fin.
Él había siempre creído que su amor vencería cualquier obstáculo, pero el que se presentó no fue un simple inconveniente. Aquel día fueron al hospital por un malestar de Addy. Parecía grave, pero era más grave de lo que hubieran podido pensar. El doctor le había diagnosticado cáncer al colon, muy avanzado, pero no se desmoralizaron. Su esposa luchó, luchó con uñas y dientes. Esos días fueron los peores para él, ni hablar de ella. Y al fin, siendo positivos, esperaron los últimos resultados. Pero, lamentablemente, no lo había vencido. Ella no viviría.
Esa noticia fue un disparo directamente hacia el corazón de Lucas, o más bien varios disparos en todo su cuerpo antes de llegar a su corazón. Por un día entero permanecieron tendidos en la cama, en el cuarto de ellos, tratando de digerir la noticia o intentando al menos de despertarse de esa horrible pesadilla.
Al día siguiente fue la misma Addy que reaccionó. Por cierto no quería que su vida se concluyera de tal manera, no en ese estado, no con esos recuerdos. Habló con su marido y realizó una lista con las cosas de hacer antes de morir. Eran como doscientos y, por cuanto pudieran ser increíble, la realizaron, todas y juntos. Lucas había dejado hasta su trabajo para realizar esos innumerables deseos, sin pensar a las consecuencias, pero la verdad es que no le importaba.
Y al fin toda esa descabellada diversión tuvo duración cuatro meses, luego esa llama vivaz que danzaba en sus ojos se apagó, como si alguien hubiera soplado demasiado fuerte. Lucas había tenido su día más feliz y su día más triste de su vida.

Probablemente es por eso que ahora se encontraba allí, tal vez muchos de ustedes no aprobarán su decisión, lo juzgarán, otros en cambio probarán comprensión por él. Empero, como no se podía comprenderlo. Algunos saben las emociones que el amor permite experimentar, positivas y negativas que sean, y una vez probado ese elixir, en cierto sentido de larga vida, por ellos es imposible volver atrás, saboreando sentimientos inferiores. El viudo Lucas lo sabía perfectamente, es por eso que actuó de esa manera. Respiró profundamente. Miró hacia abajo y respiró de nuevo. Luego cerró los ojos y sonrió.
“Pronto nos veremos”, susurró en su mente y con la misma sonrisa hizo un paso hacia adelante, hacia el vacío.

lunes, 22 de enero de 2018

Mortal love (Capítulo V)

Capítulo V

«Aquí está su pizza, muchachos», entabló Tom, llevando en las manos un enorme base circular de madera.
Todos los ojos de los demás se centraron en ellos, en la pizza. Un sonido de exclamación resonó por todo el restaurante. Entre ellos un sonido más melódico se diferenció, más largo y más fuerte. Era Addy.
«¿En serio? ¿Esto es para nosotros?», exclamó ella, sorprendida, sus ojos relucían.
«A los órdenes de Lucas», confirmó Tom.
Addy lo miró. «Lucas, pero…esto es genial, ¿por qué nunca lo hemos pensado?», estaba exaltada.
«Hay una primera vez para todo», asintió Lucas sonriendo, su corazón latían como un viejo despertador clásico a cuerda.
Addy cogió velozmente sus tenedores. «Yo hago los honores», aproximó el cuchillo a la pizza.
El corazón de Lucas se detuvo repentinamente. No lo había notado, todo lo que había organizado se iba a hacer añicos. La punta del cuchillo penetró el queso, la salsa de tomate y la masa, luego su hoja concluyó la primera acción. Lucas quiso arrancarse los pelos de su cabeza. ¿Qué tenía que hacer? ¿Avisarla y hacer un papelón o no decir nada y hacer como si nada hubiera pasado? Al fin si no se daba cuenta, nunca lo hubiera sabido. Sin embargo, había tan esperado ese día que…
«Pero… que raro, los salames...» entabló de improviso Addy. «Que raro corte…», giró un poco su cabeza, luego giró el plato un poco más hacia la derecha.
El corazón de Lucas volvió a latir de nuevo, estaba a punto de estallar, pero debía controlarse y tomó, silenciosamente, unos respiros profundos. Tenía que estar preparado, se incorporó silentemente.
«T-E-C-A-S-A-R… ¿Te casarías conmigo?», levantó súbitamente su mirada hacia Lucas, él ya no estaba sentado frente a ella.
Se volteó a su derecha, luego a su izquierda. Allí estaba, en rodillas, con una pequeña cajita abierta en 
sus manos. Algo resplandeciente surgió de su interno. Lucas la estaba mirando con una ingente sonrisa, la misma de un niño cuando le regalan un perro o cuando un adulto descubres de haber ganado a la lotería.
Los ojos de Addy se encendieron y se hicieron lúcidos. Llevó su mano a la boca y sofocó un chillido. Unas lágrimas empezaron a verter de sus ojos, dejando líneas brillosas a lo largo de sus mejillas, como si fuera purpurina. Sus manos temblaban, su cuerpo empezó a temblar.
«Lucas», susurró, su voz tiritaba, un agudo sonido interfirió con su tono.
«¿Qué opinas?», Lucas sonrió aún más.
Addy empezó a asentir, lentamente, luego siempre más rápidamente. «Sí, claro que sí», se lanzó súbitamente en sus brazos. Ambos cayeron en el piso. La cajita con el anillo rebotó dos veces y se deslizó bajo una mesa al lado. Un beso más largo de su historia había dejado todos los presentes en silencio y con el corazón en el puño. Lucas era el hombre más feliz del mundo. Desde entonces había tenido una vida perfecta, con ella a su lado. No habría podido pedir algo mejor.

Abrió los ojos y miró el cielo. Estaba oscuro, ya tendría que ser medianoche. Desde lejos vio una joven pareja, jovial y sonriente. Empezó a llorar.

lunes, 15 de enero de 2018

Mortal love (Capítulo IV)

Capítulo IV

«Buenas noches, Addy, Lucas, los veo bien… Bueno, y elegantes», dijo el propietario, echando un ojo a la ropa de Lucas.
Como era de imaginar de un pizzero tradicional, era macizo, su barriga era bien apretada por un mandil moteado de harina por todos lados. Era bastante viejo, el justo para que su cabello fuera invadido más de pelos grises que de su color natural y su larga sonrisa acentuaba aún más las arrugas en los ángulos de su boca como patas de arañas.
Lucas observó Addy por el rabillo de su ojo y actuó rápidamente. Palmeó dos veces su pecho izquierdo, donde estaba el bolsillo interior de la casaca, y enseñó a Tom un pequeño círculo con su índice y pulgar. Luego movió los labios, formando una palabra, bien articulada. El todo fue en una frecuencia de dos segundos, Addy no se dio cuenta.
Los ojos de Tom se alumbraron. «Vamos, elijan la mesa que más le gusta»
«La mesa de siempre estará bien», contestó Lucas.
«Acomódense entonces, les voy a preparar las pizzas de siempre», dijo y se fue hacia la cocina.
Educadamente Lucas apartó una de las sillas de la mesa y permitió que Addy se sentara. Un indicio más para que la mente de ella pudiera asociar cada pieza de ese rompecabezas.
«Voy un momento al baño», dijo Lucas, ella asintió con una sonrisa.
Lucas se dirigió hacia el baño, pero no era esa su intención. Los baños estaban exactamente en la misma dirección de la cocina, si seguía llegaría al baño de los clientes.
«Oye, Tom, hazme un favor.» entabló Lucas, vadeando la puerta de la cocina.
«Lucas, pero es fantástico, al fin…»
«Más despacio o te va a escuchar», lo interrumpió nerviosamente, asomándose por la puerta y observando hacia su mesa. «Hazme un favor, Tom»
«Obviamente, ¿cuál?»
«¿Podrías hacer una única pizza grande? Como si fuera dos en una»
«Claro que sí»
«Bien, y una cosa más», siguió Lucas.
«Adelante», asintió Tom, agregando una masa más a la primera pizza que estaba modelando.
«¿Habría una manera para poner la pregunta en la pizza?»
«Uhm…» pensó mientras aplastaba la masa. «Con el queso no saldrá… Tal vez con el salame, lo que más le gusta a ella. Pediré que Clark me ayude»
«Perfecto, gracias», sonrió, estaba emocionado.
«Ni hablar, Lucas, estoy feliz para ustedes»
Lucas sonrojó y salió de la cocina. Lucas había hecho sentar Addy en la silla que le había permitido dar la espalda a la cocina y al baño, de tal manera para pasar desapercibido. 
«Espero que no se tarde mucho. Me muero de hambre», comentó Addy cuando Lucas volvió y se sentó delante de ella.
«Deberías comer por lo menos un bocadillo durante la tarde», la retomó afectuosamente.
«No si después voy a comer pizza, mi estómago tiene que estar vacío. Debo aprovechar de esa exquisitez», dijo ella, observando las pocas personas que estaban paladeando su plato preferido.

Cerró los ojos, una segunda lágrimas descendió de su mejilla.

lunes, 8 de enero de 2018

Mortal love (Capítulo III)

Capítulo III

Y como no le gustaban las cosas formales, esa noche se había ido a la cita con indumentarios informales, aunque daba una apariencia formal. Vaqueros negros, un tejido que lo alejaba de su aspecto real, un polo amarillo, que parecía ser la parte superior de un vestido y por acabar un par de zapatos planos bastante elegantes. No adoraba llevar accesorios, solo un par de aretes. Esa era Addy.

Sonrió y una ligera risa estiró aún más sus labios.  

Al contrario, él se había dejado llevar por la emoción y se había vestido con un elegante terno color azul noche, camisa, corbata, pantalón, casaca e incluso un par de mocasines. De hecho no podía no ser llamativo y ella se había sorprendido de tal galanura para una cena que habían ya hecho varias veces.
El encuentro había sido frente al restaurante, ella vivía a unos pasos de él.
«¿Qué elegantes que estamos? O vuelves de una fiesta o te vas a ver con una chica muy guapa», exclamó ella.
Lucas sonrojó. «¿Qué andas diciendo? Eres tú la única chica guapa que voy a ver hoy y con la cual salgo en mi vida», refunfuñó dulcemente.
Addy sonrió, lanzó una aguda risita. Adoraba ser halagada.
«Es que tenía ese terno y quería usarlo por lo menos una vez en mi vida», mintió con la primera mentira que surgió en su mente, una mentira sencilla y tal vez no fiable.
«Si lo sabía, yo también me habría vestido elegantemente, aunque no me gustan esos vestidos tan excéntricos, pero para que tú no seas el único elegante en el restaurante, tal vez…», le molió un tierno golpe en sus costillas.
«¡Ay! No te preocupes, no me voy a avergonzar», le pasó el brazo alrededor de su cadera. «Y si no hay nada más que agregar, podemos entrar», la escoltó hacia la puerta.
Estaba seguro de que Addy no sospecharía de nada, pero su mente con engranes bien lubrificados y funcionales ya estaba empezando a dudar. Bueno, tal vez conociendo sus habituales acostumbres cualquiera sospecharía rápidamente que algo estaba maquinando.