lunes, 30 de mayo de 2016

The unexpected meeting (Capítulo VI)

Capítulo VI

Meredith acercó la fría punta del cuchillo a su aflautada cicatriz y presionando levemente calcó aquella línea. El niño apretó vigorosamente los dientes y apartó su mirada hacia afuera, tratando de distraerse con el sediento panorama que se presentaba desfilando rápidamente como un video avanzado a la máxima velocidad. No obstante, en vano, una lágrima emergió de sus ojos, pero inmóviles y firmes se quedaron allí, como congelados.
La mujer, abierto aquella pequeña brecha siguiendo la dimensión de aquella cicatriz, introdujo su dedo y con delicadeza, como si temiera la estridente señal del juego operando, se acercó hacia el huésped no deseado que alojaba en la piel de aquel pobre muchacho. El chiquillo gimió y su cuerpo no pude no tener ligeros espasmos de sufrimiento, pero valientemente no lloró y no emitió ningún grito che habría sido justificado y recibido con lenidad.
Hastiada y arrepentida por lo que le estaba haciendo probar, Meredith acarició un pequeño objeto que se caracterizaba del resto de los componentes de su cuerpo y siempre con ambrosía poco a poco lo extrajo. El brazo del niño estremeció hasta el último momento, hasta cuando aquel intruso fue completamente expulso, y se deslizó en el asiento como un vestido sin colgador.
- Pásame la maleta de primeros auxilios, Andrew, rápido. - se apresuró a hablar la mujer mientras cuidaba con sus brazos el pobre muchacho casi sin conciencia.
- Está debajo de mi asiento, cógelo. - contestó Andrew, distraído por sus insistentes perseguidores, los cuales no parecían perder tiempo en aproximarse hacia ellos. - Cuando puedes pásame el chip. -
- Toma. - se lo pasó mientras con el otro brazo arrastraba la maleta hacia ella.
Andrew agarró el minúsculo objeto cuadrado y lo dejó patinar en el bolsillo de su pantalón.
- ¿Qué haces? ¿Por qué no lo arrojas? - preguntó Meredith confundida, desinfectando la herida y pidiendo disculpa al niño por cada mueca de dolor que se dibujaba en su rostro.
- No serviría a nada si lo arrojo ahora. Nos puedes ser útil para desviarlos de nosotros… - pensó a voz alta, apretando con fuerza el volante. - Si sólo pudiera hacer perder nuestros rastros por unos minutos. -
- ¿Y cómo piensas hacer? Parece que están ganando terreno. -
- Ya lo sé. - presionó con ira el pedal del acelerador que era ya al máximo, lleno de esperanza que pueda ser algo útil.
De hecho, como si nunca lo hubiera presionado, los autos negros tragaron casi toda la distancia que les separaban y avanzaron aún más. Andrew habría querido poner una marcha más si hubiera habido una posibilidad, al contrario tenía que soportar aquella mísera velocidad y esperar en un imprevisto ventajoso para ellos; tal vez habría debido comprar el otro vehículo más deportivo aquella vez, pensó.
Por última vez consideró los tres vehículos a sus espaldas, y por cuanto Andrew pudiera ser el tipo de persona que encuentra cualquiera solución para cada clase de problemas, empezó a pensar que tal vez era el momento de rendirse, ningún remedio se acercaba a sus engranajes casi fundidos. Comenzó a contemplar la idea de entregarlo a ellos y salir de aquella situación, pero luego recordó las palabras de su esposa y, como ella, sabía que serían matados por ellos igualmente. Meredith notó las preocupaciones del marido y con una nerviosa sonrisa llamó su atención.
- Cariño, tenemos que resistir hasta el último aliento. - dijo, tratando de mantener aquella sonrisa y no hacer ver su miedo.
Andrew la miró y devolvió la sonrisa, la cual fue disuelta cuando un proyectil atravesó el auto y zumbó hacia los asientos anteriores. Meredith chilló y Andrew, aferrando con seguridad y con terror el volante, empezó a serpentear, tratando de no ser un blanco fácil.
- ¡Bajen la cabeza! - gritó. “No era lo imprevisto que quería.” apretó su mandíbula.
- Señor, tengo una idea. - sugirió el niño.
Si fuera un niño normal, probablemente lo habría ignorado, pero él no lo era. - ¿Cuál? -
- Cuando están cerca, frena de golpe el auto. - dijo con voz casi firme, intentando de hacer ver que su plan habría funcionado.
- Y así terminamos directamente en sus garras. - soltó Andrew, no podía comprender sus intenciones.
- Todavía tengo algo de energía, podré usar mis poderes. - reveló con una segura señal de la cabeza.
Andrew permaneció pensando, acordando lo que había visto unos minutos antes. - O… ok. - asintió.
El hombre no habría tenido que hacer mucho para que el plan se acercara hacia el éxito, ya que los autos no se demoraron a alcanzarlos. El niño miró Andrew con un ademán de confirma, luego cerró los ojos y selló las manos en sí misma. Entretanto Andrew acercó su pie al pedal de los frenos y se quedó así esperando su seña. 
Entre las balas que cruzaban o golpeaban el auto y los chillidos de la mujer, el niño abrió los ojos de golpe y gritó al hombre. No obstante, Andrew se perdió en los ojos del niño que veía a través del espejo retrovisor del vehículo y, si su vista no se estuviera burlando de él, habría jurado que el color de sus ojos hubiera cambiado de celeste a amarillo dorado.
- Señor, ¡ahora! - gritó.
Andrew parpadeó y sacudió ligeramente su cabeza. - Sí. -
Abrazó fuertemente el volante y presionó el pedal del freno con violencia, con temor que algo saliera mal. El vehículo se clavó en la carretera y prosiguió por otros breves metros escabullendo las ruedas en el asfalto gris, como si se encontrara en una pista de hielo, delineando dos rayas más negras del petróleo.

lunes, 23 de mayo de 2016

The unexpected meeting (Capítulo V)

Capítulo V

Meredith gritó, Andrew estuvo a punto de salir del auto, el niño no apartó su mirada de la amenaza frente a él y con cara mala de desafío, pero siempre espantado, lo mantuvo sobre del hombre, el cual expresaba su ira en persona que se coloreaban en sus ojos marrones claros, casi rojos. A pesar de la realidad de los hechos sólo dos personas sabían como iba a acabar y, por cuanto pudiera ser imposible, las balas no alcanzaron el blanco, sin embargo rebotaron como si una pared de goma invisible cubriera todo el vehículo.
- Maldita sea. - rugió el agente. - Vamos, ayúdenme, qué esperan, tenemos que insistir hasta que se extenúe. Sin energía no podrá seguir protegiéndose y después de lo que pasó no creo que la tenga por mucho tiempo. -
Y así era. El aliento del niño se hizo más profundo y breve y sus brazos empezaron a temblar. Estaba agotado, aquella frase parecía haber sido pronunciada en forma de hechizo y como tal había realizado aquella situación. Todos los hombres en negro comenzaron a disparar, no obstante ningún proyectil conseguía penetrar aquel muro inexistente.
Andrew se había quedado pasmado por lo que sus ojos captaban, su mano no había cumplido la acción de abrir la portezuela del auto y su boca estaba literalmente abierta de par en par. Meredith, la cual tuvo una vista mejor del marido, se había acurrucado cubriendo su cara con sus manos y a cada disparo su cuerpo sobresaltaba; apartó sus dedos para poder entrever como las balas esbozaban en parte opuestas de las cuales habían sido inicialmente enviadas.
- Arranca, por favor, no podré seguir por mucho. - jadeó el niño, estremeciendo sus parpados.
Andrew no podía escucharlo, era imposible apartar la atención frente aquella circunstancia inverosímil y única. Sin embargo, por cuanto pudiera ser la más pasmada, llamó su marido y lo despertó de aquel sueño con los ojos abiertos.
- Andrew… vámonos. - chilló, podía apenas controlar sus cuerdas vocales.
Andrew parpadeó. - Que… sí. - se volvió hacia el volante.
Giró la llave, los brazos del niño temblaban aún más como si fueran de budín y ya no podían permanecer levantadas. Aquel muro invisible a todos, hasta al niño, ya no parecía ser eficaz como cuando fue erigido. Los proyectiles avanzaban unos centímetros más antes de ser derribados hacia atrás.
El zumbido del motor del auto llamó las miradas de los hombres, unos de ellos se apresuraron a alejarse y dirigirse hacia sus vehículos, los otros permanecieron a descargar sus municiones hasta el último momento, también cuando el auto de la pareja se desvió a toda prisa. En aquel instante unos proyectiles empezaron a alcanzar su blanco, abollando el vagón de equipaje de la Chevrolet.
Una vez suficientemente lejos, el niño disolvió lo que quedaba de su barrera, que se hubiera tenido una forma habría sido igual a un papel hecho una bola, y se desplomó en los brazos de la mujer. Meredith lo aferró entre sus brazos y lo acercó a su pecho, acariciando aquella pequeña cabeza sudorosa.
- ¿Qué está pasando? - entabló agitado Andrew, habría querido que su curiosidad nunca hubiera tenido una respuesta. - ¿Qué eres? -
- Ya… ya te expliqué. - balbuceó. - Soy una… una creación de aquellos hombres. -
- Quieres decirme que tú ocasionaste esa explosión y huiste de ellos. Y también esa cosa que nos ha protegido de sus disparos. - afirmó sin apartar los ojos de la carretera, si no por echar un ojo en el espejo retrovisor. - Ahora te persiguen y nosotros estamos involucrados en estos… en estos asuntos top secret del gobierno. -
- Andrew, por favor, debemos encontrar un lugar para escondernos. No podemos dejarlo en las manos de ellos. - intervino Meredith, volviéndose para mirar atrás.
- ¿Y qué tendremos que hacer? ¿No escuchaste? Tiene un chip rastreable dentro de su cuerpo. - gritó el marido, para nada seguro de qué hacer. - ¿Cómo podemos escondernos? Nosotros también estamos en problemas ahora. -
- No quiero… crear más problemas a ustedes. - dijo el niño luchando por respirar. - Déjame bajar… podré arreglármela. -
- Andrew, ¿cómo puedes decir esas cosas? No podemos abandonarlo, ya estamos involucrados. No nos van a dejar en paz si lo abandonamos, ya sabemos lo que era secreto para todos y así querrán que siga. - se enfureció la mujer.
- Ya sé, Meredith, no es mi intención abandonarlo como un perro. - dijo. - La primera cosa que tenemos que hacer es quitarle ese chip, si queremos escondernos. -
- ¿Y como…?
- Con mi cuchillo de campamento. - contestó. - Busca donde está, mira si encuentras la cicatriz. - mencionó mientras hurgaba en los bolsillo de la portezuela.
- Está en mi brazo derecho. Acá. - el chiquillo indicó su antebrazo.
- Bien. - asintió cuando tocó la forma redonda del mango de su cuchillo. - Toma, quítaselo. -
- ¿Qué? - exclamó la mujer, repugnada por la escena que habría visto. - No puedo hacerlo yo. -
- ¿Quieres ayudarlo o no? No deberás hacerle una herida profunda, el chip tienes que estar en superficie. Corta, aparta la piel y sácalo de allí. - ordenó pasándole su cuchillo.
Insegura de su control y con la mano irresoluta agarró el cuchillo. - ¿Y se me equivoco? -
- Tienes que tentar, mi amor, sólo así podremos escondernos y huir de ellos. - la confortó.
- Tranquila, señora. - intervino el niño posando su pequeña mano en el brazo de ella. - Me han hecho de peor y no para ayudarme, lo que me harán ustedes podré soportarlo. -
Meredith cerró los ojos y tomó un profundo respiro, algo indignada por lo que le habían hecho aquellos hombres. Agarró su brazo y trepidando como un volátil recién nacido acercó el cuchillo en su lisa y delicada piel y manchada de tierra, en el punto donde estaba una línea oblicua tenue como un hilo de lana. El niño selló sus ojos, por cuanto quisiera mostrarse valiente frente a aquella empresa para ser a un paso de la libertad tanto deseada, el terror ante al dolor que estaba por percibir lo hacía ver como el niño normal que al fin él era.

lunes, 16 de mayo de 2016

The unexpected meeting (Capítulo IV)

Capítulo IV

La pareja, caótica y trastornada por lo que estaba pasando, siguió con los ojos los movimientos de aquellos enigmáticos hombres que salía con sagacidad de los autos. Hombres vestidos de negros, casi como si hubieran querido asociarse a los vehículos, con pelo corto o contenido a nivel raso con bastante gel que lo hacía brillar como si hubieran derramado pequeños brillantes en su encima, se acercaron a la Chevrolet y el primero, más robusto y con expresión descarada, sacó una libreta de piel en la cual centellaba un documento que identificó su autoridad.
- Dígame, agente, ¿qué está pasando? - averiguó Andrew, inspeccionando aquel documento que fue escondido rápidamente.
- Es un normal control de seguridad, señor. Apague el auto, por favor. - informó el hombre con tono firme. - Imagino que se dio cuenta del acontecido, los daños presente en su auto subraya el hecho. -
- Así es. - asintió poco confiado, como si supiera que su objetivo verdadero fuera otra cosa.
Entretanto otros dos hombres estaban circundando el auto, como salvajes insaciables que rodean la presa, y adentraban sus miradas investigadoras en el interno. Afortunadamente Meredith había anticipadamente celado la presencia del niño con su larga y ancha falda teñida de colores de primavera, un momento antes que los hombres bajaran de los autos, aunque ella no podía imaginar la razón de su acción. Los hombres volvieron atrás y, cruzando el agente que había interpelado Andrew, negaron con la cabeza.
- ¿No vio nada que llamó sus atenciones? - investigó con convicción, como si hubiera ya encontrado lo que buscaba.
En la mente de Andrew empezaron a danzar las palabras pronunciadas con terror por el niño y una sincera verdad floreció dentro de él. - ¿Además de aquella explosión? - torció una ceja.
- No sea gracioso conmigo. - respondió con tono acerbo.
- Bueno, lo lastimo, agente, pero creo que toda mi atención fue capturada por esa explosión. - comentó.
- ¿La señora es su esposa? -
- Sí. - le echó un ojo por el espejo retrovisor.
- ¿Y por qué está sentada atrás? - preguntó con su única expresión invariable.
- Porque… me parece una pregunta bastante estúpida, como si nadie pudiera sentarse donde quiera… de todos modos… -
- Me golpeé la cabeza y me desmayé. Mi marido me colocó acá atrás mientras que estaba inconsciente y era su intención llevarme al hospital si ustedes no lo hubieran detenido. - disimuló una sonrisa cordial, pero poco persuasiva
De hecho el oficial permaneció observándola por unos largos minutos sin parpadear, como si su cerebro fuera una máquina de la verdad, después se enderezó y se volvió hacia Andrew.
- Por favor, abra el vagón de equipaje, señor. - ordenó educadamente, aunque su tono y una ceja suya casi arqueada daba el aspecto de lo contrario.
Andrew, con una sonrisa imprimida en su cara, bajó el brazo hasta debajo de su asiento, tiró una leva y un chasquido sonó detrás de su espalda. El hombre vestido de negro hizo señas con la cabeza a los dos tras suyo de vigilar la pareja y se dirigió atrás del auto. Durante el breve trayecto nunca apartó la mirada de Andrew y Meredith, esperando que una mínima invariación de sus expresiones pudiera facilitar su trabajo.
Andrew guiñó el ojo a los dos hombres con la mirada fija en ellos, como un perro de caza marcando la presa, y sin casi mover su boca preguntó a su esposa que habrían debido hacer si ellos hubieran ordenado de bajar del auto. La mujer no habló, además de no tener ni la mínima idea tenía el temor de hablar. Un chapoteo sordo les hizo sobresaltar, la mujer casi chilló, y el hombre volvió atrás parándose cerca de ella.
- Por favor, baje. - silbó.
- ¿Qué? - exclamó Meredith, su corazón latía como lo de un caballo
- Agente, como se permite. - tronó Andrew. - Mi esposa acaba de recuperarse y no creo que le haga bien ponerse en pie. -
- No pensaran que les creí, ¿verdad? - preguntó el hombre inclinando la cabeza. - Quería acabar con eso sin problema, sin tener que ocuparme también de ustedes. Ustedes han encontrado ese niño y nosotros lo sabemos. No traten de negarlo o de inventar otras necias excusas, porque el chip implantado en su cuerpo nos mostrará siempre donde está. - explicó con una sonrisa afectada.
- Andrew. - chilló Meredith entre dientes.
- Hemos estado muy cordiales con ustedes y ya que no quieren colaborar… - extrajo una pistola negra como su casaca. -… somos obligados a usar la fuerza. - apuntó la cabeza de Andrew.
- De acuerdo. - bajó levemente la mano hacia las llaves.
- Ah. - el hombre lo bloqueó con el chasquido del cañón de la pistola contra el metal del auto. - No haga acciones de las cuales podrías arrepentirse. -
- ¡Arranca! - gritó una voz aguda.
El hombre se movió súbitamente hacia atrás y con la pistola enfocó el niño que había emergido de la falda de la mujer. El chiquillo siguió con los ojos el rápido movimiento del agente, un movimiento que después de todo no era tan veloz.
Levantó y extendió las manos hacia él como si quisiera empujarlo, aterrorizado y traumatizado, su mente rememoraba traumas que surgía aunque él no quería. El hombre abrió de par en par los ojos, como si aquella acción lo pusiera nervioso o lo asustara, y sin dudar apretó el gatillo.

lunes, 9 de mayo de 2016

The unexpected meeting (Capítulo III)

Capítulo III

Sus movimientos se bloquearon. Andrew observó su esposa apenada, en sus ojos vio su misma turbación, y acercándose al rostro del niño celó toda su curiosidad.
- Oye, quien sea que te dijo que no eres normal está equivocado. No… -
- Pero, yo no soy normal. - lo interrumpió, su respiro estaba perfectamente estable, como si nada hubiera ocurrido, como si aquel pesado jadeo que había tenido hacia aquel momento hubiera sido sólo una mala interpretación de la pareja.
- Q… ¿qué quieres decir? - su curiosidad volvió a iluminar sus ojos.
- Así me han creado. - contestó el chiquillo con tono sutil. - Querían crear armas humanas, han robado sigilosamente varios niños recién nacidos de sus propias madres, incluido yo mismo, y han empezado a hacer experimentos en nosotros modificando nuestro DNA. Nos han administrado varios líquidos extraños, nos han torturado y… -
- Espera un minuto, espera un minuto… esto es demasiado para creer… yo… - se quedó en silencio, la mujer parecía creer a las palabras pronunciadas casi en lágrimas por el niño y una expresión repugnante lo confirmaba.
- Deben creerme, pude escapar, pero me localizarán si no encuentro un escondrijo. - se enmudeció y miró hacia el camino por donde había llegado la pareja con su auto.
Ellos también imitaron su acción.
- Están llegando. - anunció el niño. - Tenemos que irnos, rápido. -
- Nadie está llegando, niño. - contestó Andrew.
- Cariño, ¿podría ser que esté en estado de shock? - averiguó Meredith.
- Dudo que el shock pueda hacerle decir esas cosas, pero tal vez tienes razón. - asintió absorto.
- Si no quieren ayudarme, suéltame y proseguiré yo solo por mi camino. - forcejeó entre los brazos de Andrew.
- Oye, no te muevas. - intentó contener sus movimientos.
- Suéltame, no quiero hacerte daño, suéltame. - pateando, sus movimientos aumentaron y de repente se petrificaron. - Están cerca. -
La pareja se volvió una segunda vez, sorprendidos de ejecutar tal acción. Sin embargo sus ojos incrédulos por las habladurías delirantes del niño vieron algo en la distancia que estaba a punto por llegar. Algo que permanecía ocultado a su vista que no podía igualar la de una aquila y sólo unos autos borrosos pudieron captar.
- Serán autos, estamos en una carretera. - comentó Andrew sin apartar su mirada de aquella imagen velada.
- Sí, y vinieron a por mí, por favor, entramos en tu auto y vámonos. - imploró.
- Sí, pero para ir al hospital. - contestó firme Andrew.
- Como quieras, pero rápido. - repitió, su cuerpo temblaba como un crío recién nacido.
El hombre posó gentilmente el niño en los asientos posteriores y dejó que su esposa tomara sitio junto a él, cerró la portezuela y fragmentos de vidrio de la ventana del carro que no se había salvado por el fuerte impacto cedieron en el asfalto gris, tintineando como dientes de xilófono. Antes de entrar en el auto miró otra vez hacia el camino por donde provenían, casi más claros, tres enormes vehículos negros.
El niño llamó su atención y una vez más le gritó de apresurarse. Andrew, deseoso de quitarse aquel peso que poco a poco estaba consumiendo su paciencia, subió en el auto e introdujo la llave. La giró y el motor hizo un ligero ruido sin fin, silbando como una serpiente furiosa.
- Ah, maldita sea. - suspiró Andrew. - El impacto ha dañado el auto, creo. - comentó girando varias veces la llave, alzando aquel silbido insistente.
- Te ruego, haz que se encienda. - aulló el niño.
- No te preocupes, tesoro. - dijo Meredith acariciándole la cabeza. - Unos minutos y verás que encenderá. -
- Creo que tendré que salir a controlar el… Oh, se encendió. - exclamó sorprendido Andrew.
El niño se volteó y observó afuera del auto, prensó con fuerza el asiento y su cuerpo empezó a estremecerse más de una gelatina durante un ataque sísmico. Meredith lo asió y lo apretó contra su pecho, tratando de tranquilizarlo y meciéndolo entre sus brazos. Sin embargo lo que más lo aterrorizada y lo turbaba de aquella manera era imposible de sosegar con un sencillo afecto destinado a los lactantes recién nacidos, pero aquel la pareja lo ignoraba.
- Rápido, rápido. - recalcó sin frenar sus movimientos agitados.
- Esos autos están muy cerca para que pueda entrar en la carretera, tengo que esperar que pasen. - lo actualizó Andrew.
- No, no, no, así me atraparán. - susurró mirando el vacío, como si todo lo que había hecho hasta ahora hubiera sido fútil.
Los tres vehículos oscuros como la noche recorrían la calle a toda prisa, como si escaparan de la misma muerte y, por lo tanto, no pasó mucho para que alcancen el auto de la pareja que acababa de despertar de aquel profundo sueño. Los autos zumbaron cerca de ellos y unos metros más adelante frenaron de golpe, marcando rayas negras en el asfalto. En aquel instante y en menos de un segundo el niño, amilanado como si viviera la peor de sus pesadillas, se escondió a los pies de los asientos traseros, rogando que no hagan una búsqueda meticulosa.

lunes, 2 de mayo de 2016

The unexpected meeting (Capítulo II)

Capítulo II

- Andrew, despierta. - gritó alarmada la mujer.
El hombre contrajo su frente y una mueca de dolor se imprimó en su rostro desgreñado por el impacto que sufrió. Abrió lentamente los ojos y se llevó una mano hacia la nuca, su mano dudó varias veces antes de tocarla.
- Ah… que dolor. - comentó consolándola con ligeras caricias.
- Cariño, ¡mira! - exclamó asustada.
- ¿Qué? - se volteó hacia donde la mujer estaba señalando, su índice estaba temblando.
A los ojos recién despertados de Andrew llegó un panorama en llamas, casi cremado, y la causa no era aquel afoso calor que emanaba aquel radiante sol amarillo. El ambiente a su alrededor estaba teñido por un color gris oscuro, los árboles carbonizados, compuestos por la mayoría de plantas carnosas, se había curvado hacia adelante como la espalda de un frágil anciano y el terreno, una vez dorado, había perdido su brillantez.
- ¿Qué demonios ha pasado aquí? - se preguntó Andrew espantado y sorprendido de que hubieran quedado ilesos.
- ¿H…? ¿Has visto? - reiteró la mujer.
- Sí, Meredith, y es un milagro que no nos alcanzó o habríamos terminado como esos árboles. -
- No… el niño, ¿lo has visto? - insistió nerviosa, casi como si fuera bajo de una alucinación improbable.
Andrew, sorprendido y algo irresoluto por lo que afirmaba su esposa, analizó el ambiente frente a él en busca de lo que ella acababa de anunciar. Estaba aterrorizada, tal vez en estado de shock, y era comprensible, pero no loca. Propio como había dicho, tendido en la tierra, había un niño más o menos de ochos años despojado de su ropa.
Obviamente tanto Andrew como Meredith creyeron que estuviera muerto o al menos hasta que el brazo de aquella criatura empezó a moverse. Poco a poco su huesudo cuerpo se incorporó de aquel terreno color carbón, como un muerto que emerge de su tumba.
- ¡Oh, Dios mío! - sobresaltó Meredith.
- Está vivo. - afirmó Andrew, aunque por su tono pareció más una pregunta.
El niño empezó a caminar hacia ellos, con paso débil y tembloroso como si aprendiera por primera vez a caminar, a vez arriesgándose a terminar en el suelo. Una escena que Meredith no pudo soportar y, a pesar de estar aún pasmada por aquella imposible supervivencia de aquel niño, se precipitó en su ayuda y lo cogió en su brazo como si fuera el hijo que nunca pudo tener. Ni Andrew se quedó atrás y se apresuró a alcanzarlos, lo que más lo guiaba era la curiosidad.
- Tesoro, ¿estás bien? - preguntó la mujer.
- ¿Qué ha pasado? ¿Cómo hiciste a sobrevivir a eso? - investigó Andrew.
- ¡Andrew! - lo reprendió Meredith. - ¿Cómo puedes torturarlo con tus estúpidas preguntas? -
El hombre bajó su mirada y se mordió el labio. - Tienes razón… tenemos que llevarlo al hospital, es probable que tenga alguna herida en algún lugar. -
- No… - una sutil y aguda voz, casi como un soplo de aire, llamó sus atenciones.
- ¿Por qué no tendríamos que llevarte al hospital? - preguntó Andrew, disimulando su tono de investigador.
- Es un niño, querido, probablemente tiene miedo de los hospitales. - respondió su esposa que pareció percibir el verdadero tono escondido del marido.
Andrew lo cogió de los brazos de su esposa y se incorporó. Mientras daban marcha atrás hacia el auto, el niño con su flácida fuerza empezó a mearse, pero era como si no se estuviera moviendo. Andrew lo observó, aún más curioso.
- Si estás herido, tendrías que estar quieto, mocoso. - dijo.
- No… no tienen que llevarme… harán experimentos conmigo. - trató de decir.
- ¿Experimentos? - chilló Meredith, los ojos de Andrew reflejaron aquella curiosidad que ya no pudo controlar.
- ¿Qué quieres decir con experimentos, mocoso? Son cosas que no hacen los hospitales. - afirmó Andrew prosiguiendo hacia el auto.
- Lo harán porque… yo no soy normal. - contestó, su respiro se había casi restaurado por completo.