lunes, 2 de mayo de 2016

The unexpected meeting (Capítulo II)

Capítulo II

- Andrew, despierta. - gritó alarmada la mujer.
El hombre contrajo su frente y una mueca de dolor se imprimó en su rostro desgreñado por el impacto que sufrió. Abrió lentamente los ojos y se llevó una mano hacia la nuca, su mano dudó varias veces antes de tocarla.
- Ah… que dolor. - comentó consolándola con ligeras caricias.
- Cariño, ¡mira! - exclamó asustada.
- ¿Qué? - se volteó hacia donde la mujer estaba señalando, su índice estaba temblando.
A los ojos recién despertados de Andrew llegó un panorama en llamas, casi cremado, y la causa no era aquel afoso calor que emanaba aquel radiante sol amarillo. El ambiente a su alrededor estaba teñido por un color gris oscuro, los árboles carbonizados, compuestos por la mayoría de plantas carnosas, se había curvado hacia adelante como la espalda de un frágil anciano y el terreno, una vez dorado, había perdido su brillantez.
- ¿Qué demonios ha pasado aquí? - se preguntó Andrew espantado y sorprendido de que hubieran quedado ilesos.
- ¿H…? ¿Has visto? - reiteró la mujer.
- Sí, Meredith, y es un milagro que no nos alcanzó o habríamos terminado como esos árboles. -
- No… el niño, ¿lo has visto? - insistió nerviosa, casi como si fuera bajo de una alucinación improbable.
Andrew, sorprendido y algo irresoluto por lo que afirmaba su esposa, analizó el ambiente frente a él en busca de lo que ella acababa de anunciar. Estaba aterrorizada, tal vez en estado de shock, y era comprensible, pero no loca. Propio como había dicho, tendido en la tierra, había un niño más o menos de ochos años despojado de su ropa.
Obviamente tanto Andrew como Meredith creyeron que estuviera muerto o al menos hasta que el brazo de aquella criatura empezó a moverse. Poco a poco su huesudo cuerpo se incorporó de aquel terreno color carbón, como un muerto que emerge de su tumba.
- ¡Oh, Dios mío! - sobresaltó Meredith.
- Está vivo. - afirmó Andrew, aunque por su tono pareció más una pregunta.
El niño empezó a caminar hacia ellos, con paso débil y tembloroso como si aprendiera por primera vez a caminar, a vez arriesgándose a terminar en el suelo. Una escena que Meredith no pudo soportar y, a pesar de estar aún pasmada por aquella imposible supervivencia de aquel niño, se precipitó en su ayuda y lo cogió en su brazo como si fuera el hijo que nunca pudo tener. Ni Andrew se quedó atrás y se apresuró a alcanzarlos, lo que más lo guiaba era la curiosidad.
- Tesoro, ¿estás bien? - preguntó la mujer.
- ¿Qué ha pasado? ¿Cómo hiciste a sobrevivir a eso? - investigó Andrew.
- ¡Andrew! - lo reprendió Meredith. - ¿Cómo puedes torturarlo con tus estúpidas preguntas? -
El hombre bajó su mirada y se mordió el labio. - Tienes razón… tenemos que llevarlo al hospital, es probable que tenga alguna herida en algún lugar. -
- No… - una sutil y aguda voz, casi como un soplo de aire, llamó sus atenciones.
- ¿Por qué no tendríamos que llevarte al hospital? - preguntó Andrew, disimulando su tono de investigador.
- Es un niño, querido, probablemente tiene miedo de los hospitales. - respondió su esposa que pareció percibir el verdadero tono escondido del marido.
Andrew lo cogió de los brazos de su esposa y se incorporó. Mientras daban marcha atrás hacia el auto, el niño con su flácida fuerza empezó a mearse, pero era como si no se estuviera moviendo. Andrew lo observó, aún más curioso.
- Si estás herido, tendrías que estar quieto, mocoso. - dijo.
- No… no tienen que llevarme… harán experimentos conmigo. - trató de decir.
- ¿Experimentos? - chilló Meredith, los ojos de Andrew reflejaron aquella curiosidad que ya no pudo controlar.
- ¿Qué quieres decir con experimentos, mocoso? Son cosas que no hacen los hospitales. - afirmó Andrew prosiguiendo hacia el auto.
- Lo harán porque… yo no soy normal. - contestó, su respiro se había casi restaurado por completo.

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