lunes, 23 de mayo de 2016

The unexpected meeting (Capítulo V)

Capítulo V

Meredith gritó, Andrew estuvo a punto de salir del auto, el niño no apartó su mirada de la amenaza frente a él y con cara mala de desafío, pero siempre espantado, lo mantuvo sobre del hombre, el cual expresaba su ira en persona que se coloreaban en sus ojos marrones claros, casi rojos. A pesar de la realidad de los hechos sólo dos personas sabían como iba a acabar y, por cuanto pudiera ser imposible, las balas no alcanzaron el blanco, sin embargo rebotaron como si una pared de goma invisible cubriera todo el vehículo.
- Maldita sea. - rugió el agente. - Vamos, ayúdenme, qué esperan, tenemos que insistir hasta que se extenúe. Sin energía no podrá seguir protegiéndose y después de lo que pasó no creo que la tenga por mucho tiempo. -
Y así era. El aliento del niño se hizo más profundo y breve y sus brazos empezaron a temblar. Estaba agotado, aquella frase parecía haber sido pronunciada en forma de hechizo y como tal había realizado aquella situación. Todos los hombres en negro comenzaron a disparar, no obstante ningún proyectil conseguía penetrar aquel muro inexistente.
Andrew se había quedado pasmado por lo que sus ojos captaban, su mano no había cumplido la acción de abrir la portezuela del auto y su boca estaba literalmente abierta de par en par. Meredith, la cual tuvo una vista mejor del marido, se había acurrucado cubriendo su cara con sus manos y a cada disparo su cuerpo sobresaltaba; apartó sus dedos para poder entrever como las balas esbozaban en parte opuestas de las cuales habían sido inicialmente enviadas.
- Arranca, por favor, no podré seguir por mucho. - jadeó el niño, estremeciendo sus parpados.
Andrew no podía escucharlo, era imposible apartar la atención frente aquella circunstancia inverosímil y única. Sin embargo, por cuanto pudiera ser la más pasmada, llamó su marido y lo despertó de aquel sueño con los ojos abiertos.
- Andrew… vámonos. - chilló, podía apenas controlar sus cuerdas vocales.
Andrew parpadeó. - Que… sí. - se volvió hacia el volante.
Giró la llave, los brazos del niño temblaban aún más como si fueran de budín y ya no podían permanecer levantadas. Aquel muro invisible a todos, hasta al niño, ya no parecía ser eficaz como cuando fue erigido. Los proyectiles avanzaban unos centímetros más antes de ser derribados hacia atrás.
El zumbido del motor del auto llamó las miradas de los hombres, unos de ellos se apresuraron a alejarse y dirigirse hacia sus vehículos, los otros permanecieron a descargar sus municiones hasta el último momento, también cuando el auto de la pareja se desvió a toda prisa. En aquel instante unos proyectiles empezaron a alcanzar su blanco, abollando el vagón de equipaje de la Chevrolet.
Una vez suficientemente lejos, el niño disolvió lo que quedaba de su barrera, que se hubiera tenido una forma habría sido igual a un papel hecho una bola, y se desplomó en los brazos de la mujer. Meredith lo aferró entre sus brazos y lo acercó a su pecho, acariciando aquella pequeña cabeza sudorosa.
- ¿Qué está pasando? - entabló agitado Andrew, habría querido que su curiosidad nunca hubiera tenido una respuesta. - ¿Qué eres? -
- Ya… ya te expliqué. - balbuceó. - Soy una… una creación de aquellos hombres. -
- Quieres decirme que tú ocasionaste esa explosión y huiste de ellos. Y también esa cosa que nos ha protegido de sus disparos. - afirmó sin apartar los ojos de la carretera, si no por echar un ojo en el espejo retrovisor. - Ahora te persiguen y nosotros estamos involucrados en estos… en estos asuntos top secret del gobierno. -
- Andrew, por favor, debemos encontrar un lugar para escondernos. No podemos dejarlo en las manos de ellos. - intervino Meredith, volviéndose para mirar atrás.
- ¿Y qué tendremos que hacer? ¿No escuchaste? Tiene un chip rastreable dentro de su cuerpo. - gritó el marido, para nada seguro de qué hacer. - ¿Cómo podemos escondernos? Nosotros también estamos en problemas ahora. -
- No quiero… crear más problemas a ustedes. - dijo el niño luchando por respirar. - Déjame bajar… podré arreglármela. -
- Andrew, ¿cómo puedes decir esas cosas? No podemos abandonarlo, ya estamos involucrados. No nos van a dejar en paz si lo abandonamos, ya sabemos lo que era secreto para todos y así querrán que siga. - se enfureció la mujer.
- Ya sé, Meredith, no es mi intención abandonarlo como un perro. - dijo. - La primera cosa que tenemos que hacer es quitarle ese chip, si queremos escondernos. -
- ¿Y como…?
- Con mi cuchillo de campamento. - contestó. - Busca donde está, mira si encuentras la cicatriz. - mencionó mientras hurgaba en los bolsillo de la portezuela.
- Está en mi brazo derecho. Acá. - el chiquillo indicó su antebrazo.
- Bien. - asintió cuando tocó la forma redonda del mango de su cuchillo. - Toma, quítaselo. -
- ¿Qué? - exclamó la mujer, repugnada por la escena que habría visto. - No puedo hacerlo yo. -
- ¿Quieres ayudarlo o no? No deberás hacerle una herida profunda, el chip tienes que estar en superficie. Corta, aparta la piel y sácalo de allí. - ordenó pasándole su cuchillo.
Insegura de su control y con la mano irresoluta agarró el cuchillo. - ¿Y se me equivoco? -
- Tienes que tentar, mi amor, sólo así podremos escondernos y huir de ellos. - la confortó.
- Tranquila, señora. - intervino el niño posando su pequeña mano en el brazo de ella. - Me han hecho de peor y no para ayudarme, lo que me harán ustedes podré soportarlo. -
Meredith cerró los ojos y tomó un profundo respiro, algo indignada por lo que le habían hecho aquellos hombres. Agarró su brazo y trepidando como un volátil recién nacido acercó el cuchillo en su lisa y delicada piel y manchada de tierra, en el punto donde estaba una línea oblicua tenue como un hilo de lana. El niño selló sus ojos, por cuanto quisiera mostrarse valiente frente a aquella empresa para ser a un paso de la libertad tanto deseada, el terror ante al dolor que estaba por percibir lo hacía ver como el niño normal que al fin él era.

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