lunes, 10 de julio de 2017

Near death (Capítulo VII)

Capítulo VII

Una cruz centellaba en el icono de la señal del celular. Alban despotricó, no era el tipo que lo hacía, pero su situación lo estaba torturando. Levantó aún más el teléfono, hasta donde podía, siempre lentamente y apilado a la pared. La mano que agarraba con seguridad la roca estaba empezando a hacerse rígida, sus músculos estaban pulsando, los único a salvo eran sus piernas que, por el momento, aún no estaban solicitando algún descanso.
Sin embargo no recibió ninguna respuesta positiva. Desde el alto nada. Lo bajó y trató de alejarlo hacia el externo, pero solo donde aún podía verlo. Misma respuesta. La señal había desaparecido, como sus ganas de recorrer nuevamente esa bajada. Lo acercó de nuevo y despotricó por última vez, casi llorando.
Su mano estaba gritando auxilio, la podía escuchar, como si un hormigueo eléctrico la estuviera acariciando, agrediendo. Cambió mano. Un alivio la sacudió, un alivio adolorido. La abrió y cerró varias veces hasta que su mano no volvió a la mitad de su agilidad. De una cosa se había dado cuenta, sus guantes no estaban desempeñando su papel principal, su mano se había en gran parte endurecida a causa del perenne contacto con la gélida pared rocosa.
Con la misma retomó su celular que había momentáneamente dejado en el bolsillo de su abrigo y, antes de volver a mirar la pantalla, rogó como tres veces que regresara la señal. Sin embargo, apenas la miró, volvió a ver esa fastidiosa cruz centellear como si fueran las flechas de un auto. No dijo nada, no usó palabrotas, lanzó un largo y profundo suspiro de suportación. Pero aún tenía otra posibilidad. Descendió su mano hacia su cadera, sin mover otra parte del cuerpo, el miedo de caer era mucho cuanto los ductos de un hormiguero. Cerró los ojos y los dirigió lentamente hacia abajo, abriéndolos. Obviamente no se olvidó de rezar de nuevo. No era seguro que fuera completamente ateo, pero tampoco había afirmado que no creyera en alguien divino, pero de una cosa estaba más seguro, por cómo habría acabado todo, en esa ocasión, habría decidido en que creer.
No movió el teléfono, ni un milímetro hacia arriba, ni un milímetro hacia abajo, solo lo inclinó un poco hacia él. Cerró su mandíbula, mantuvo el respiro y miró con seguridad. Su corazón giró en sí mismo por tres veces, había señal. Una línea.

martes, 4 de julio de 2017

Near death (Capítulo VI)

Capítulo VI

«Esto no es posible.» exclamó, estaba aterrorizado, es cierto, pero también estaba enfurecido. «¿Por qué me haces esto?» preguntó hacia el cielo, como si pudiera recibir una respuesta.
Bajó la cabeza e intentó individuar lo que le esperaba abajo, pero lo que vio fue solo el casi vacío que concluía ese escarpado precipicio, con una desmesurada vastedad de cándidos árboles y seguramente algunas piedras que le habrían pulverizado el cráneo. Levantó la cabeza y se oprimió aún más hacia el muro, golpeando su sien en él como si fuera una almohada, pero no lo era, y cerró los ojos como si una abeja de dimensiones ciclópeas lo hubiera picado.
«Dios santo.» estaba al punto de llorar. «¿Cómo salgo de esta situación?»
No tenía la más pálida idea y como si no bastara pensaba que por cualquier movimiento él hiciera lo habría arrastrado hacia su fosa. Se dio una bofetada, con la imaginación, debía calmarse y reflexionar. Buscar una manera para salvarse. Cosa había traído consigo, pensó, y su mente dibujó varios objetos. Una botella de agua, un libro, por cuanto fuera una rara acostumbre adoraba echarse en la nieve y relajarse con un buen libro, otro par de guantes, zapatos extra, unas barritas energéticas y…
“¿Cómo pude olvidarme?” se dio otra bofetada ficticia. “Mi celular.”
Permaneció inerte, observando sus manos que envolvían esas gélidas piedras, las cuales gracias a sus guantes percibía menos. Tomó unos fuertes respiros y apretó con más fuerza la roca de su mano izquierda, luego alejó la otra y, presionándose más hacia la pared, trató de alcanzar el cierre. Después de ligeras sacudidas consiguió a abrir una abertura e introdujo adentro su mano.
“La botella, ah, tal vez… No, es mi libro.” empezó a hurgar delicadamente. “Un momento, ¿dónde diablos están mis llaves? Maldición, acá están, casi me da un infarto. Oh, lo encontré.”
Delicados como había sido sus movimientos extrajo su celular y se lo llevó cerca de su rostro. La batería estaba casi descargada, pero para una llamada era suficiente. Sin embargo, la señal estaba pésima, dudaba entre una línea o ninguna. Suspiró. Levantó un poco más la mano, unos centímetros sobre su cabeza, y una línea se paralizó en la figura de la señal. Paralizó cada movimiento suyo y empezó a marcar los números, flemáticamente. Y por último, para que siguiera con esa señal, puso el altavoz.
«Nueve uno uno, ¿cuál es la emergencia?»
«Estoy bloqueado en un barranco, en la pared. No sé por cuanto aún podré resistir. Me encuentro en la montaña Softywhite, la montaña de los turistas, si no la conocen es famosa por sus pistas…» gritó.
«Señor, repita el lugar. La señal está mala.»
«Dios… Por favor. En la montaña Softywhite, en el precipicio del pendiente de la muerte. Se encuentra…»
«Softywhi…» la llamada se concluyó.
«¿Aló? Oh, no. ¿Aló? ¿Aló?» miró la pantalla. «Maldición, pero si no lo he movido.»
Una cruz centellaba ansiosamente en el icono de la señal. Había completamente desaparecido.