miércoles, 14 de octubre de 2015

New life (Capítulo I)

Capítulo I


Una nueva vida la esperaba a Peter Long, nueva casa, nuevos vecinos y nuevas costumbres. Había adquirido una casita sencilla en un distrito muy estoico a las afueras de la ciudad, menos contaminado y menos peligroso que ella. Sin embargo, el pobre Peter no rehusaba el minúsculo precio que tenía que pagar: habría tenido que levantarse una hora antes de su horario habitual y llegar puntualmente a su estresante trabajo si deseaba preservarlo.
Trabajaba desde los quince años como redactor en una redacción periodística y seguido a la jubilación del amable director que fue remplazado por su subalterno, un hombre vil, egoísta y jactancioso, todo cambió.
Desde ese día muchos empleados fueron despedidos sin una explicación inteligible o con mediocre justificación como la renovación del personal. Y fielmente desde ese día el purgatorio llegó a su vida, o palabra más fiable el infierno.
Peter tenía que ser más escrupuloso en su trabajo y ser cabalmente puntual en la comprobación y agrupamiento de los artículos que entregar, nunca desviaba sus ojos de su computadora y, con arduo entrenamiento, logró desdeñar la señal alarmante que le instigaba a hacer una carrera al baño como sucedió a su, actualmente, ex colega; además nunca se atrevió a cruzar la mirada de ese novato director o sin alguna duda sería convertido en su nuevo placer.
La tensión calzaba su cuerpo como una normal prenda y sin embargo, una vez vadeado el umbral de la casa, exhibía una amable y calurosa sonrisa a su esposa y utilizaba su tiempo de descanso para divertir al pequeño Timmy, su hijo de siete años, el cual aguantaba vehemente su regreso.
Por lo cual vivir en la ciudad desgarraba gradualmente su autocontrol, el estrés le había ocasionado varios desmayos y diferentes noches se acababan en blanco a causa de los fragorosos ruidos del tráfico que retumbaban en las calles; esos fueron unos de los tantos motivos por lo cual había decidido cambiar de aire, por lo menos respeto al lugar.
El traslado se había realizado en un maravilloso domingo solar y la familia Long se adelantaba a acomodar en los respectivos sitios todos los objetos embalados. Su esposa estaba plenamente hechizada en clasificar su nueva cocina, disponiendo cada utensilio, comprados más por capricho que por finalidad, en los compartimentos adecuados, mientras el pequeño Timmy en su nuevo cuarto se desempeñaba de sus incalculables juguetes, pero solo luego de haberlos comprobados por lo menos dos veces.
Entretanto Peter se había dirigido a su dormitorio con una de las tantas cajas escrupulosamente sellada para luego seguir con la segunda y etcétera, escaleras arriba y abajo. Su recorrido venía siendo fugazmente repetido por un viejo espejo rectangular en la pared este del cuarto, el cual tenía un grueso y voluminoso marco de madera y concedía la disponibilidad a cualquiera de poder admirar su propio reflejo desde la cabeza a los pies.
A la cuarta caja se detuvo, con un ojo había advertido de vez en cuando aquel movimiento a su lado y, volteándose, captó en la pared ese enorme objeto anticuado y remoto. Dejó la caja al suelo y se acercó a él.
“Me había olvidado de este viejo espejo empolvado. Será mejor que lo limpie antes que Alicia lo vea o le vendrá uno de esos infartos aparatosos.”
Agarró un trapo que había llevado por cualquiera eventualidad junto a la primera caja y empezó a acariciar el agro y áspero espejo que poco a poco reanudó su lisa superficie, declarando algunas partes de su limpiador.
La primera cosa que fue reflejada fueron sus ojos verdes, un tiempo más brillantes, y bolsas muy acentuadas que testimoniaban su pésima situación; luego apareció su cuerpo desnutrido consumido a causa de su trabajo opresivo, nutrirse se había convertido en un requisito de poca importancia; tercero y último, sus cabellos negros cortos que si hubieran sido más largos nunca habría tenido el tiempo de hacerlos presentables y su sonrisa que con gran esfuerzo lograba adoptar.
Con una ligera tos terminó su obra y retrocedió de un paso. Un tenue mareo se apoderó de él durante unos segundos, no obstante con un gran y calmado respiro trató de ignorarlo.
Nunca más habría ocurrido, ya no se habría desmayado, no habría hecho preocupar su esposa. De aquel día nunca más. 
Contempló su aspecto y lamentablemente aceptó su horrible apariencia. Empero algo más llamó su atención: más veía su rostro, más una mirada satisfecha y maliciosa aparecía. Repentinamente el mareo en la cabeza ardió, el cuarto empezó a voltear a una rapidez anormal, una gran confusión se apoderó de su lucidez y su cuerpo estuvo a punto de desplomarse.

Para mitigar el desorden cerró sus ojos y a ciegas buscó inmediato apoyo. Quería echarse o al menos sentarse en la cama, pero su sentido de orientación estaba totalmente aturdido. Al tacto con los dedos advirtió una superficie fría y suave, luego para Peter el mundo se oscureció.

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