viernes, 29 de enero de 2016

Amnesia (Capítulo I)

Capítulo I

Ligeros chirridos resonaron en aquel luminoso bosque, transportados por un refrigerante viento que infundía vida a aquella densa vegetación mientras una helada agua de un pequeño afluente abofeteaba la cara de una persona tendida en el suelo, sobre las piedras lisas de la orilla.
Su rostro se estremeció y un gélido escalofrío le procuró una visible carne de gallina en todo su cuerpo. Sus ojos se abrieron frente de aquel nítido río y, con grande confusión en la cabeza que le creaba fuertes punzadas insoportables, se incorporó. A pesar de esto se arrestó a mitad de la acción y si arrodilló sujetándose la cabeza como si podría detener el mareo; en aquel instante algo le latió detrás de su cabeza y percibí un líquido húmedo.
Apretó los dientes y tomó hondos respiros tratando de aplacar aquel dolor resonante, luego se reptó hacia el canal de agua perdiendo de vez en cuando el equilibrio. Con las manos a forma de recipiente asió unas gotas de agua y consoló su rostro, su piel estremeció de nuevo, y cuando el río se aplanó, la cara de un hombre barbudo con largo pelo marrón manchado de sangre apareció ante de sus ojos.
Se tastó las mejillas, los pómulos, la barba y las puntas de su pelo. Era su cara, de consecuencia era su cara, pero él sólo vio un desconocido.
“Este… ¿soy yo?” pensó disgustado por el aspecto. “¿Qué me ha pasado?”
Al fin se incorporó y rebuscó en sus bolsillos de sus pantalones de color naranja en busca de cualquier documento suyo, pero estaban vacías. Por lo tanto se miró a su alrededor: una floresta colorada, florecida por la llegada de la primavera, rodeaba tanto él como el canal de agua ocultando todos los senderos. Perdido y desorientado tomó una decisión arriesgada y siguió la corriente del río, esperanzado de encontrar algún amante de la pesca.
La caminada fue agotadora y pesada, el estado en el cual se encontraba su mentalidad no apoyaba su excursión y cada paso se hacía aflictivo. El único sosiego era aquella ligera brisa que lo acompañaba junto al relajante murmullo del río y de las frondas de los árboles que danzaban por cada pellizco del viento.
Caminando y a veces tropezándose en la orilla del río y escuchando los chisporroteos de las piedras que pisoteaba, notó una silueta de pie a unos diez metros de él y con una caña en la mano anunció la razón de su presencia. Su cabeza distorsionaba y confundía las imágenes a su alrededor, pero estaba seguro que aquella persona fuera real y con cuidado de no caer se acercó a él.
Sin querer sorprenderlo se presentó, sin embargo al primer intento pudo solo exhalar un sonido mudo. Carraspeó.
- Disculpe. - empezó y un tono profundo y calmo alcanzó sus orejas.
El hombre ufano y sereno por su día que se había permitido se volteó, pero al ver aquel hombre antes a él si petrificó y su caña de pescar se deslizó de sus manos, zambulléndose y desapareciendo en el nítido canal de agua.

viernes, 22 de enero de 2016

New life (Último capítulo)


Capítulo XIII

Timmy saltó. - D… donde… ¿estás? - balbuceó.
La oscuridad era tan densa que creía tener los ojos cerrados y los movimientos seguidos por él ser fruto de su imaginación, solo aquellos ruidos inquietantes que oía parecían reales.
- P… ¿papá? - insistió.
Una presencia hostil, gélida y maligna se paró detrás de él y lo aferró.
- Estoy acá. - su sonrisa se abrió de par en par.
El pequeño Timmy gritó, gritó con toda su energía vital por largos y breves minutos encerrado en aquel cuarto donde estaba prohibido cualquier destello de luz. Mientras quizás que acciones despreciables el hombre le estuviera haciendo, el nombre de la madre fue invocado innumerables veces hacia que su voz se hizo siempre más leve, tanto que no se oyó nada más que las sirenas aproximarse hacia aquella casa donde todo había empezado.
La puerta se abrió y un rostro pagado e hilarante salió, su perturbada sonrisa y sus ojos colmados, saciados de sus acciones, fueron evidenciados por el haz de la luz externa. Con su paciencia habitual se dirigió hacia el según piso y entró en el cuarto donde había temporalmente abandonado su última víctima y se paró frente al espejo.
Un rostro desgastado, furioso y disgustado por lo que había visto hace unos minutos lo contemplaba directamente en sus mismos ojos y listo para hacer predominar su venganza. No preguntó de su hijo, estaba convencido que estuviera vivo y así sería para él. Solamente lo miró.
- Vamos, no me mires así. - sonrió. - Yo también necesito alimentarme y sus almas son exquisiteces complicadas de encontrar en mi mundo. - se lamió los labios.
- ¿Y qué esperas? ¡Hazlo! - tronó.
- Oh, no, Peter. - carcajeó. - Las almas del sexo masculino adulto no me agrada. Para ti conservo un destino diferente respecto a tus familiares y me divertiré mucho con tu vida. -
Un ruido llamó su atención y se volvió hacia las escaleras. Sonrió aún más. - Adiós, Peter. Nuestro encuentro ya no ocurrirá nunca más, pero te lo recordarás para siempre. - se rió tocando el espejo.
Cuando estaba a punto de dar un golpe al espejo, con ganas de pegar aquel rostro, los párpados de Peter fueron obligados a cerrarse por una fuerza mayor y su cuerpo cedió lentamente, deslizándose en el suelo. Mientras la oscuridad envolvía su vista observó hasta el último momento aquel monstruo y lo odió durante cada uno de ellos, hasta que su vista se apagó por completo.

Varias sirenas violaron el oído de Peter, el cual se esforzó para percibirlos, y una ligera, pero caliente luz chocó su cara despertándolo de aquel breve coma. El ambiente a su alrededor estaba confundido, anublado y su mente no conseguía aún invocar aquellos precedentes trágicos acontecimientos.
Miró a su alrededor, su expresión parecía adormecida como si su cerebro no estuviera conexo, y llevando una mano hacia la cabeza trató de sujetarla. Era pesada y parecía estar por explotar como un globo lleno de agua, algo quería salir y hacerle recordar lo que había ocurrido.
Fue en aquel momento que su ojo captó un extraño color en su mano, distinto de su piel: sus uñas, sus dedos y sus palmas estaban manchados de sangre ya no fresco. De repente la cabeza le empezó a temblar impetuosamente y varios flashback se delinearon ante de sus ojos cerrados con fuerza, con tanta violencia que la cabeza saltó cada vez que aparecía un espantoso recuerdo.
Así como había empezado terminó y sus ojos desconcertados y aterrorizado se quedaron a mirar el vacío.
Se volvió a su derecha. - A… Ali… cia… - su voz se quebró.
Estaba allí. El cuerpo frío y sin vida de la mujer que había casado, sus ojos apagados que observaban un punto invisible y su cándida piel que estaba perdiendo poco a poco su cálido color carnoso. La visión de aquella diosa privada de su inmortalidad le absorbió toda su vitalidad, cada energía. Con las flojas fuerzas que le quedaban reptó hacia su esposa, destruido y afligido, y extendió el brazo hacia ella como si pudiera ya tocarla.
Unos centímetros después la alcanzó, con los brazos temblorosos la aferró y la apretó contra su pecho, donde su corazón parecía haber dejado de latir. La besó, acarició su cara un poco helada y la humedeció con sus interminables lágrimas calientes que cayeron como lluvia de sus ojos.
Lloró, gritó y se enfureció, pero nada de lo que hacía habría servido para traerla a la vida. Quedó a su lado en silencio, sin emitir algún sonido. Nada más ocupaba sus pensamientos si no aquel sonriente rostro que siempre había querido y así quería inmortalizarla. No obstante otra cara penetró en su mente y era la de su hijo.
- ¡Por acá! - gritó una mujer. - Ayúdenme a bajar este niño, ¡rápido! -
Peter se volvió hacia las escaleras.
- Maldita sea, no respira. - voceó un hombre.
- Llegamos demasiado tarde. - comentó otra mujer.
Peter se llevó una mano en el pecho, su corazón le dolió tan fuerte que parecía querer salir y no fue capaz de respirar, como si sus pulmones habrían olvidado como se hacía.
“T… Tim…” sus lágrimas no dejaron de caer.
- Ustedes suban arriba. - ordenó otro hombre. - Busquen sus padres. -
Los pasos se extendieron por las escaleras, acercándose más y más a Peter.
Con los ojos llenos de lágrimas logró permanecer lucido y meditó: “Todos tienen mis huellas, seré juzgado culpable. Culpable de haber matado a mi esposa y a mi hijo.” se volvió hacia el espejo donde su reflejo sonrió. “Es esto que querías decir, maldito. ¿Esto sería tu diversión?” cerró la mandíbula.
Los hombres estaban casi en el piso de arriba, Peter retrocedió rápidamente y se dirigió hacia la mesita de noche de Alicia. Abrió el primer cajón y sacó unas pequeñas tijeras de uñas. Se arrodilló junto a Alicia y le dio otro beso, sin dejar de llorar.
Dos hombres irrumpieron en el cuarto y en aquel instante Peter bloqueó sus lágrimas.
- Señor, levanta lentamente las manos y dé la vuelta. - ordenó el oficial.
Peter realizó cada orden revelando las tijeras que tenía en la mano y adusto miró los dos agentes con el arma apuntada a él.
- ¡Suelta las tijeras! - gritó el segundo oficial.
Peter avanzó.
- Quédese quieto y suelta el arma. - ordenó. - No lo diré otra vez, suelta el arma. -
Peter apresuró sus pasos, apuntó súbitamente las tijeras hacia ellos y cerró los ojos.
“Espérenme.” sonrió.
Un disparo resonó en la habitación.

viernes, 15 de enero de 2016

New life (Capítulo XII)

Capítulo XII

- P… ¿papá? - llamó Timmy acercándose aún más al vehículo donde yacían los cadáveres de los dos agentes.
A pesar de estar aterrorizado por lo que había dejado a sus espaldas, aquella leve luz amarillenta de las farolas, al fin más luminosa, le concedía un ligero alivio, aunque no habría podido durar mucho.
Caminaba bajo la luz, cuidadoso a no salir de su brillante cerco que bordeaba con la oscuridad nocturna, convertida en una noche sombría a causa de aquellas terribles circunstancias. Sus pasos venían acompañados por los fragorosos latidos de su corazón, su cuerpo temblaba desde cuando había dejado su madre en las garras de aquel monstruo, pero vigilando la oscuridad con el rabillo del ojo proseguía lentamente hacia adelante.
- ¿Papá? - llamó una segunda vez.
Su destino eran las brillante luces centelleantes azul y rojo del auto, donde por cierto habría encontrado su padre o por lo menos era lo que él creía. A unos metros algo de húmedo mojó sus pies envueltos solamente por un ligero tejido, sus medias azules como el mar se empaparon de un líquido caliente y resbaladizo.
Dirigió sus ojos abajo y entrevió una poza oscura y densa: podía parecer, pero no era agua. Se alejó aterrorizado de aquella poza y extendió un dedo hacia ella, su dedo se coloreó de un rojo carmesí y un escalofrió recorrió su cuerpo. Corrió súbitamente hacia el auto, asustado, con los ojos sellados, sabía lo que era y sin darse cuenta en donde ponía sus pies se tropezó con un voluminoso objeto.
Cayó hacia adelante, con los brazos resguardó su rostro y atenuó el dolor que hubiera advertido más. Aún más aterrorizado y adolorido por las leves heridas, observó con el rabillo del ojo el objeto que se encontraba en el suelo, con ganas de no hacerlo.
Era grande y voluminoso. Parecía un cuerpo, pero no fue tan valiente para proseguir la autopsia y se incorporó. Empero no tenía que averiguar mucho: la sangre fluía de allí y se solo habría mirado con más atención hubiera visto el exacto punto de la origen.
Subió en el auto y lo que antes quiso evitar un comienzo lo encontró frente en sí mismo. El segundo oficial estaba ante de él, sin vida y con el cuerpo rígido. Gritó, gritó con gran vigor y con aquella voz aguda, apretando sus ojos y retrocediendo violentamente hasta que se cayó del auto.
Su grito no fue útil solo para manifestar su terror, si no para llamar la atención de los vecinos los cuales despertaron sus propios hogares del profundo sueño. Varias luces se encendieron en la oscuridad como linternas suspendidas en el aire y marginaron casi por completo el velo oscuro que caía del cielo nocturno.
Timmy se alejó del auto arrastrándose en el suelo y pateando violentamente el aire, pero algo obstaculizó su camino. Se volvió y con los ojos nublados por las lágrimas vio el pálido rostro del primer oficial medio ocultado de su misma sangre, notando la piel desgarrada del cuello.
Percutió con vigor su cabeza, su corazón estaba cerca para realizar su último latido y el respiro se había hecho tan trabajado que no fue capaz de alcanzar sus pequeños pulmones. Quería gritar una vez más, probablemente para luego perder el conocimiento, pero algo de familiar consiguió apaciguar aquel caos en su mente.
- Campeón, ¿dónde estás? - gritó una voz proveniente de la casa.
- P… ¿papá? - exclamó Timmy, casi como un susurro.
- Sí, soy yo. - contestó.
- ¡Papá! - su voz se quebró, las lágrimas salieron sin frenos.
Se incorporó y corrió sin dudar hacia el padre, recorriendo aquel sendero de cemento que lo habría llevado en aquella casa de los horrores. Sin embargo, se arrestó en el umbral de la puerta y se quedó mirando la cegadora oscuridad que reinaba en el interno; la idea de volver entre los brazos de aquella densa tenebrosidad lo bloqueaba.
- Papá, ¿dónde estás? - preguntó con voz temblorosa.
- Dentro el cuartito bajo las escaleras, estoy tratando de hacer regresar la luz. - anunció.
- ¿Y mamá? - caminó con cautela hacia él.
- Está bien, está en su cuarto que descansa. -
- ¿Y el hombre negro? -
- He podido con él, ya no te hará daño. - sonrió, era una presencia perceptible incluso en la oscuridad. - ¿Me ayudarías a abrir el generador? Está de nuevo bloqueado. -
- S… sí, ya voy. -
Superando las escaleras encontró en seguida la puesta abierta de par en par de aquel cuartito, el cual le daba el bienvenido a entrar y donde ni siquiera un rayo de luz se atrevía adentrarse. Se paró. Uno raros ruidos se alzaban de aquel cuarto, algo tétrico y amenazador, y aunque sabría que era obra del padre el miedo seguía bloqueándolo.
- Ven, moco… campeón. - lo incitó, mientras tanto unas sirenas se levantaban de lejos. - Hagamos regresar la luz. -
- V… voy. - su primer pie se adentró, seguido por su minúsculo cuerpo.
La puerta se cerró impetuosamente tras él.

viernes, 8 de enero de 2016

New life (Capítulo XI)

Capítulo XI


Peter importunó con las manos la superficie del espejo y empujó con todas sus fuerzas, aunque se habían muy reducido. El espejo permaneció inmóvil, sólo Peter se movió hasta el punto de deplorarse en sus rodillas. Furioso y preocupado por su esposa estrelló violentos puños, sin embargo fueron sus manos que se afectaron.
Mientras tanto sólo algunos ruidos ahogados se podían escuchar de aquel misterioso lugar en el cuarto de los Long, ruidos que únicamente el hombre que vestía el papel de Peter se dio cuenta y que con una sonrisa provocativa lo confirmó.
- ¡Peter! - tronó Alicia. - Pero, ¿Qué diablos estás haciendo? - se estremeció airada.
El hombre se echó a reír. - Decidí dar un cambio a nuestra vida, cariño. -
- ¡Suéltame! - gritó con vigor. - ¡Suél… ! -
La mano huesuda de él selló su boca y hundió las puntas de sus uñas en sus cándidas mejillas, cuatros hilos de sangre deslizaron hacia atrás de la cabeza.
- No seas maleducada, no queras despertar los vecinos. - sonrió.
Alicia se sacudió violentamente de su agarre y estrelló un puño en el rostro del hombre, cuyo impacto alejó la mano de sus labios.
- Tú no eres mi marido. - afirmó Alicia secando la sangre de su mejillas.
- Eres perceptiva, mujer. - comentó sin disminuir su escalofriante sonrisa.
- ¿Quién eres? ¿Qué le hiciste? - tronó con valentía.
El hombre carcajeó haciendo resonar su risa en toda la casa. - Ni puedes imaginar lo que yo pueda ser. - se acercó a ella y aferró sus pelos. - En cuanto a tu marido… te lo voy a mostrar. -
Alicia fue arrastrada con fuerza hacia el espejo y su cara fue chocada violentamente en él, el dolor alucinante electrificó todo su cuerpo, pero no pudiendo hacer nada presionó únicamente sus dientes y cerró sus ojos. 
- Observa. -
Abrió los ojos y confundida miró el espejo, pero además de su reflejo y el del hombre no vio a nadie más. Empero su marido estaba allí, justo detrás de aquella fría y lisa superficie, que frenéticamente golpeaba el espejo con sus puños empapados de su propia sangre.
Mientras que veía nada más que ellos dos, poco a poco empezó a escuchar unos ruidos sordos provenir del espejo y, incrédula de lo que podía haber, lo examinó con mucho más cuidado.
Un rostro desconcertado, enfurecido y al mismo tiempo aterrorizado apareció frente a los ojos de la mujer; no estaba nítido, pero Alicia lo pudo reconocer. A su pesar Peter le miró, quería poder salir y golpear al hombre que tanto se parecía él, pero por cuanto lo quería no podía.
Los ojos de Alicia se iluminaron y algunas lágrimas se deslizaron en su mejilla, acariciando aquella minúsculas heridas: - Peter… -
- Alicia. - susurró.
Ninguno de los dos podía escucharse, pero fue suficiente leerse los labios para comprenderse.
- No tengo mucho tiempo que perder. - gruñó el doble de Peter, lanzando Alicia detrás suyo.
- Suéltala, ¡hijo de puta! - gritó Peter.
El hombre se rio. - Si fuera en ti yo no haría mucho ruido allí dentro, si no quieres recibir algunas visitas pocos agradables. -
Peter se volvió y observó la oscuridad de manera constante, aunque la visibilidad no era una de las mejores en aquel lúgubre lugar percibió algo de inhumano reptar sigilosamente y acercarse más y más a él. Sintió unas adversas presencias que ni la imaginación habría podido crear un aspecto existente y algunos fuertes y gélidos escalofríos no pudieron hacer nada más que estremecer su cuerpo.
Alicia se obligó a incorporarse, sin embargo los daños sufridos hasta ahora hicieron alcanzar el ápice a su cuerpo y un fuerte aturdimiento, debido al último vigoroso golpe recibido en su cabeza, ralentizaban sus movimientos. Cuando consiguió levantarse el hombre ya estaba cerca de ella y por poco pudo alejarse de él, juntándose a su mesita de noche donde quedaba la última lámpara.
La cogió, levantó el brazo y apuntó al espejo. El hombre hizo una mueca, si algo lo preocupaba no lo hizo ver, solo una mueca invisible.
- Eres inteligente, mujer. - sonrió. - Pero creo que tendrás que encontrar otra solución o nunca más verás a tu marido. -
Incapaz de oírles Peter entendió la idea de su esposa observando solo sus gestos y gritando la instó a proseguir. No obstante, frente a las palabras de aquel hombre que tanto asemejaba a Peter, aquella gran idea que para Alicia había parecido una óptima solución desvaneció y lentamente descendió el brazo.
En aquel instante el hombre se lanzó súbitamente hacia adelante y aferró su cabeza con las dos manos, Alicia pudo sentir de nuevo sus afiladas uñas clavarse adentro de su piel, casi perforando el cráneo.
- Pensar que estabas cerca para liberarlo. - carcajeó. - No tendrías que confiar en las palabras de alguien que trata de asesinarte. -
Alicia se quedó en blanco, observó aquella mirada fatal y luego el espejo donde su verdadero marido la miraba, después de lo cual empezó a llorar, no por el dolor que tal vez advertía, pero por su estupidez.
Peter estremeció furiosamente la superficie fría del espejo, los nudillos y sus palmas habían perdido toda la sensibilidad, mientras el hombre que semejaba a él disfrutaba de aquella perturbada diversión. Él blandió con más fuerza el cráneo de la mujer como un cascanueces y tiró hacia arriba, el cuerpo de Alicia se levantó del suelo y quedó suspendida en el aire.
Giró su cabeza a la izquierda y a la derecha, levantándola más y más. Alicia gritó hacia casi destrozar sus cuerdas vocales, el dolor no era para nada soportable y ninguna palabra podía describir tal sensación. Siguió gritando hasta que un silencio cayó en sus labios, ojos abiertos de par en par hacia arriba, lágrimas interrumpidas, boca abierta y cuerpo blando. El hombre soltó el agarre y el cuerpo de ella se desplomó en el suelo.
- Que fastidio, su cuello cedió antes. - bufó.
- ¡No! - rugió Peter. - Maldito asqueroso, ¿por qué? ¡Déjame salir y enfréntame! - su voz se rajó.
- Ya te aconsejé de no seguir haciendo mucho ruido si no quiere recibir visitas desagradables. - reafirmó el doble. - Ten paciencia, Peter. Me ocupo de tu hijo y vuelvo por ti. -
- ¡No! ¡No te atreves a tocarlo, deja en paz mi hijo! - tronó y contemporáneamente rompió a llorar.
- Humano insignificante, ¿no entiendes que en mi juego nadie sobrevive? - desapareció en la oscuridad del pasillo.