viernes, 15 de enero de 2016

New life (Capítulo XII)

Capítulo XII

- P… ¿papá? - llamó Timmy acercándose aún más al vehículo donde yacían los cadáveres de los dos agentes.
A pesar de estar aterrorizado por lo que había dejado a sus espaldas, aquella leve luz amarillenta de las farolas, al fin más luminosa, le concedía un ligero alivio, aunque no habría podido durar mucho.
Caminaba bajo la luz, cuidadoso a no salir de su brillante cerco que bordeaba con la oscuridad nocturna, convertida en una noche sombría a causa de aquellas terribles circunstancias. Sus pasos venían acompañados por los fragorosos latidos de su corazón, su cuerpo temblaba desde cuando había dejado su madre en las garras de aquel monstruo, pero vigilando la oscuridad con el rabillo del ojo proseguía lentamente hacia adelante.
- ¿Papá? - llamó una segunda vez.
Su destino eran las brillante luces centelleantes azul y rojo del auto, donde por cierto habría encontrado su padre o por lo menos era lo que él creía. A unos metros algo de húmedo mojó sus pies envueltos solamente por un ligero tejido, sus medias azules como el mar se empaparon de un líquido caliente y resbaladizo.
Dirigió sus ojos abajo y entrevió una poza oscura y densa: podía parecer, pero no era agua. Se alejó aterrorizado de aquella poza y extendió un dedo hacia ella, su dedo se coloreó de un rojo carmesí y un escalofrió recorrió su cuerpo. Corrió súbitamente hacia el auto, asustado, con los ojos sellados, sabía lo que era y sin darse cuenta en donde ponía sus pies se tropezó con un voluminoso objeto.
Cayó hacia adelante, con los brazos resguardó su rostro y atenuó el dolor que hubiera advertido más. Aún más aterrorizado y adolorido por las leves heridas, observó con el rabillo del ojo el objeto que se encontraba en el suelo, con ganas de no hacerlo.
Era grande y voluminoso. Parecía un cuerpo, pero no fue tan valiente para proseguir la autopsia y se incorporó. Empero no tenía que averiguar mucho: la sangre fluía de allí y se solo habría mirado con más atención hubiera visto el exacto punto de la origen.
Subió en el auto y lo que antes quiso evitar un comienzo lo encontró frente en sí mismo. El segundo oficial estaba ante de él, sin vida y con el cuerpo rígido. Gritó, gritó con gran vigor y con aquella voz aguda, apretando sus ojos y retrocediendo violentamente hasta que se cayó del auto.
Su grito no fue útil solo para manifestar su terror, si no para llamar la atención de los vecinos los cuales despertaron sus propios hogares del profundo sueño. Varias luces se encendieron en la oscuridad como linternas suspendidas en el aire y marginaron casi por completo el velo oscuro que caía del cielo nocturno.
Timmy se alejó del auto arrastrándose en el suelo y pateando violentamente el aire, pero algo obstaculizó su camino. Se volvió y con los ojos nublados por las lágrimas vio el pálido rostro del primer oficial medio ocultado de su misma sangre, notando la piel desgarrada del cuello.
Percutió con vigor su cabeza, su corazón estaba cerca para realizar su último latido y el respiro se había hecho tan trabajado que no fue capaz de alcanzar sus pequeños pulmones. Quería gritar una vez más, probablemente para luego perder el conocimiento, pero algo de familiar consiguió apaciguar aquel caos en su mente.
- Campeón, ¿dónde estás? - gritó una voz proveniente de la casa.
- P… ¿papá? - exclamó Timmy, casi como un susurro.
- Sí, soy yo. - contestó.
- ¡Papá! - su voz se quebró, las lágrimas salieron sin frenos.
Se incorporó y corrió sin dudar hacia el padre, recorriendo aquel sendero de cemento que lo habría llevado en aquella casa de los horrores. Sin embargo, se arrestó en el umbral de la puerta y se quedó mirando la cegadora oscuridad que reinaba en el interno; la idea de volver entre los brazos de aquella densa tenebrosidad lo bloqueaba.
- Papá, ¿dónde estás? - preguntó con voz temblorosa.
- Dentro el cuartito bajo las escaleras, estoy tratando de hacer regresar la luz. - anunció.
- ¿Y mamá? - caminó con cautela hacia él.
- Está bien, está en su cuarto que descansa. -
- ¿Y el hombre negro? -
- He podido con él, ya no te hará daño. - sonrió, era una presencia perceptible incluso en la oscuridad. - ¿Me ayudarías a abrir el generador? Está de nuevo bloqueado. -
- S… sí, ya voy. -
Superando las escaleras encontró en seguida la puesta abierta de par en par de aquel cuartito, el cual le daba el bienvenido a entrar y donde ni siquiera un rayo de luz se atrevía adentrarse. Se paró. Uno raros ruidos se alzaban de aquel cuarto, algo tétrico y amenazador, y aunque sabría que era obra del padre el miedo seguía bloqueándolo.
- Ven, moco… campeón. - lo incitó, mientras tanto unas sirenas se levantaban de lejos. - Hagamos regresar la luz. -
- V… voy. - su primer pie se adentró, seguido por su minúsculo cuerpo.
La puerta se cerró impetuosamente tras él.

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