lunes, 22 de agosto de 2016

An unforgettable memory (Capítulo I)

Capítulo uno

Después de aquellos años transcurridos como el aleteo de un colibrí, del descenso de varias hojas tintadas del color del atardecer y de todas las noches pasadas a admirar la bajada de aquellos cándidos copos de nieve cristalinos, la, ya vieja, Abbey sólo aquel día pudo ver aquel recuerdo que se había imprimido en las paredes de su corazón resurgir en su mente. Aquel recuerdo que le había extirpado tantas lagrimas que nunca más había vertido en su vida.
Era un recuerdo que había vivido unos años antes de alcanzar la adolescencia y, a pesar que hubieran transcurrido aquellos largos y extenuantes años que la habían llevado a aquella edad añeja, no conseguía entender como hubiera hecho para suprimir aquella experiencia única, la cual ni la serpenteante danza de la aurora boreal podía equiparar. Había prometido a si misma que un día lo habría contado a sus nietos, si los hubiera tenido, pero no podía imaginar que su memoria la habría traicionada.
Empero, al fin, fue suficiente sentarse en el sofá y asistir a uno de aquellas películas de animales para las familias, donde a la muerte de un perro, su amigo de cuatro patas, un rottweiler, había tratado de despertarlo cueste lo que cueste con ligeros toques de su hocico contra su pecho, aceptando finalmente su muerte y acariciándolo con consideradas lengüetadas, hasta que no se acostó a su lado hasta la llegada de sus dueños.
Podía evocar claramente que había ocurrido, cada mínimo detalle, como si estuviera sucediendo en aquel momento, propio frente a sus celestes ojos con una tonalidad más oscura respecto una vez. Hubo silencio, tres pequeños espectadores la miraron, pero nunca la interrumpieron. Ella abrió levemente la boca y…
Vivía en otra vecindad en esos tiempos, costeada por distintos parques florales donde los varios colores llamativos avergonzaban la esplendidez de un arcoíris y donde las personas gastaban mucho dinero para que nadie se atreviera a ensuciar la imagen de esa vida. Todo estaba decentemente mantenido con limpieza y orden, los cestos de la basura eran siempre usados por su papel y las praderas, como las flores y los árboles, nunca venían irrespetados. Pero en cualquier cosa que existe en este mundo, hay siempre un lado oscuro que las personas tratan de eclipsar.
Sin embargo, por cuanto hubieran tomado varias restricciones, hubo una cosa que no habían tenido en cuenta, los perros, perros callejeros. Esos fantásticos animales con cuatro patas fue la cosa peor que había ocurrido en mi vecindad, por cuanto ellos no se dieran cuenta del daño que causaban, y nos hicieron ver la verdadera natura de esas personas. No es que no los amaran, por caridad, de hecho unos de ellos poseía perros, pero de pequeña talla y mantenidos obviamente más limpio de un servicio de cubiertos de plata.
Los protagonistas de mi historia son dos particulares perros, muy astutos e inteligentes, literalmente digo, y para ser honesta podían ser considerados incluso como humanos… o mejores. Habría jurado que fueran gemelos o por lo menos hermanos. El primero era completamente negro, como la oscuridad, mientras el otro, después de un baño con abundante jabón che le hizo mi padre, se descubrió que era blanco, como si hubiera descendido del cielo.
Nunca pregunté qué raza fueran, pero había una grande posibilidad que fueran unos mestizos. Su manto era tan voluminoso, sobre todo en los muslos y en el cuello, que mis manos se hundía cada vez que los acariciaba y sus orejas vigilantes en forma de triángulo los ilustraban con apariencia de lobo. Su más grande culpa era de hurgar en la inmundicia para aplacar su indigente y miserable hambre, una vez saciada quedaban esparcido aquí y allá residuos de basura. Considerando todas las cosas parecían personas, pero no lo eran, y no pensaban en volver a poner en su lugar lo que cogían.
Esas era una de las causas que más hacía perder los estribos al vecindario y desafortunadamente, a pesar que hubiéramos empezado a comprarles de comer, el vicio permaneció, como las garrapatas, por cuanto succionaran la sangre habrían succionado aún más si habrían tenido la ocasión. Habíamos también intentado de adoptarlos, pero por cuanto amor les donamos perseveraban a vivir por la calle. Sólo ellos dos. Líberos… Y habrías sido así si… no hubieran entrado en esa vecindad, desencadenando una serie de eventos desafortunados que los llevó hacia un camino de no regreso.

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