miércoles, 28 de octubre de 2015

New life (Capítulo III)

Capítulo III (parte primera)


- ¿Qué sucede? Alicia, Timmy! - gritó.
- Papá, tengo miedo, papá. - chilló Timmy con voz grácil.
- Solo se fue la luz, querido. - anunció la esposa riéndose por el necio susto que tuvo.
- El generador debe estar en ese cuartito abajo de las escaleras, voy por él. - informó bajando el primer peldaño. - No te preocupes, campeón, haré volver la luz en un segundo. - tranquilizó el hijo.
- Está bien, papá. - asintió con voz temblorosa.
El pequeño Timmy no era un tipo valiente y todo el mundo estaba seguro de que él había tomado los genes de la madre, ya que ella solía aterrorizarse por minucia de poca importancia. Su minúsculo corazón empezó a estremecerse más fuerte desde que las luces se habían apagado y aún ahora los latidos seguían sin ninguna intención de estabilizarse.
Se había quedado inmóvil, petrificado, encima de aquella alfombra azul esperando que sus chiquitos ojos se acostumbraran a la oscuridad o, mejor aún, al retorno de la luz. Al menos estaba agrado de que un rayo de luz proveniente de afuera se había permitido infiltrarse en su habitación, exhortando un poquito su coraje.
Se encerró en sí mismo llevando sus piernas a su pecho y con el pensamiento espoleó su padre a apurarse, porque de repente un silencio había descendido sobre los habituales ruidos que persisten en el mundo. Solo un cuarto insonorizado tenía estas magnificas capacidades de traer una paz total al propio oído, empero el cuarto de Timmy no estaba equipado con tal dote.
Efectivamente algo comenzó a oír. Algunos pasos firmes y tranquilos resonaron en el pasillo mal iluminado y parecieron destinarse en el cuarto de Timmy. A pesar de ellos Timmy no se rindió fácilmente al miedo, aunque si una ligera cobardía ya estaba manipulando su mente con las peores pesadillas que un niño jamás pudiera tener.
- ¿M… mamá? - silbó con voz cortada.
No hubo respuesta del oscuro pasillo que conducía aquellos pasos a él.
- ¿P… papá? - balbució, como si estuviera a punto de llorar.
Nada. El pasillo emitía solo esos profundos ruidos, nada más. Esa esbelta cobardía cambió abruptamente en un inmenso terror y sin apartar los ojos humedecidos del umbral se alejó del centro del cuarto, agazapándose en la esquina de la pared, entre el escritorio color amarillo crema y el nuevo armario blanco.
Los pasos se habían vuelto más fuerte y se divulgaron en el cuarto como si alguien caminara de ida y vuelta en él. Pero Timmy no veía nadie en el interno, solo podía oírlos acercarse más y más. Cada vez más.

No habría querido parpadear, pero sus ojos ardían y pedían clemencia; y fue en ese leve momento que una silueta apareció de pie en el umbral. Timmy sobresaltó hacia atrás y su cuerpo se inmovilizó. Un gélido aire pesado arrió sobre él, su corazón latía tan fuerte que parecía querer salir de su pecho y su respiro se detuvo.
El hombre se mantuvo inerte a la puerta y, si solo hubiera sido una alucinación del pobre Timmy, no daba indicios de disolverse en el aire así como había aparecido. Además, incluso si la luz exterior no era suficiente para iluminarlo, concretaba sin duda su existencia.
Quería gritar el nombre de su padre, de su madre, pero el terror bloqueaba cada uno de sus músculos; y la razón era bien justificada: el hombre avanzó lentamente y entró en su habitación. Sus pasos eran diferentes. Eran tan ligeros y privados de cualquier sonido que no se parecían a los anteriores y en silencio se aproximaban a la pobre victima aterrorizada.
Aunque se la pared detrás suyo le impedía retroceder, su acción se conservó invariable y continuó obstinadamente. Quería traspasarla, con toda su fuerza, y alejarse lo más posible de él, pero el único que se movía era aquel inquietante hombre con el rostro celado en la oscuridad, el cual avanzaba pacientemente.
“¡Papá! ¡Mamá! ¿Dónde están?” gritó en su cabeza.
La cobardía de Timmy llegó al culmen cuando el hombre estuvo a mitad de camino de él, pronto superó a la alfombra oval en el centro del cuarto. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su cuerpo se encerró en sí mismo. Selló con gran fuerza sus parpados y no se atrevió a mirar lo que ahora estaba un paso de él.
No era necesario ver para saber dónde se localizara. Timmy oyó sus últimos pasos silenciosos como un susurro detenerse frente a él. Él lo sentía, percibía su presencia en pie que lo miraba.
El hombre se agachó y extendió su cara desconocida a la de Timmy. Estaba tan cerca que podía escuchar su respiro tranquilo y satisfecho acariciar su rostro y elevar su terror. Sollozó varia veces y esperaba despertarse en cualquier momento, ya que estaba convencido de que estuviera encerrado en una terrible pesadilla. Era lo que deseaba.
El hombre extendió sus labios a la oreja de Timmy y le susurró una breve frase. El horror, la perversión y la crueldad de esa frase penetraron en su mente. Abrió los ojos: las lágrimas se congelaron y su respiro empezó a sofocarle.
Su inocua mente no podía entender como una persona pudiera decir tal cosa, hilarante y con ganas de que ella se haga realidad.
- Extorsionaré tu pequeña alma de tu cadáver con mis propias manos. - murmuró con una loca y anormal sonrisa expedita.
El hombre se detuvo a mirarlo y con tenebrosa sonrisa saboreó el terror que emanaba el minúsculo cuerpo acurrucado como una agradable fragancia. Timmy le devolvió la mirada, pero la verdadera razón por la que lo hizo fue porque no podía desviarla, por lo tanto que lo deseaba. Estaba bloqueado. Podía ver en sus ojos la locura en persona, la sed de sangre que estaba ansioso de ser satisfecha y la gratificación que habría obtenido.
La pupila era tan exigua y tenue que se ahogaba en su verdoso iris, casi desapareciendo en él, y su enorme sonrisa expedita evidenciaba un entusiasmo que no parecía poder ser contenida. El pequeño Timmy no olvidaría fácilmente aquella horrible expresión y seguro lo habría perseguido por toda su vida. Sus sueños ya no habrían sido tranquilos y serenos como antes, sin embargo se habrían convertido en siniestras y angustiantes pesadillas.
El hombre estiró la mano hacia adelante y trató de agarrar la cara de Timmy. La oscuridad jugó aún más con la mente de él mudando la mano en lo que no era: parecía tan agotada de parecer muerta y que poseyera largas y amenazantes uñas extremadamente agudas.
Timmy abrió la boca, pero la mano del hombre aferró su cuello y oprimió el grito fino y desesperado que habría querido advertir a los padres. La huesuda y frágil mano comenzó a estrecharle la garganta como una grande pinza de acero y a pesar del aspecto parecía más forzuda de lo que parecía.
El respiro de Timmy fue abruptamente estropeado y su garganta ardió como si en el interno hubieran explotado miles de agujas. Sus pulmones exigían aire del cual habían sido privados y los gritos de miedo se manifestaron solo en sus pequeños ojos abiertos de par en par de los cuales seguían fluyendo infinitas lágrimas. Con las manos trató sin éxito de deshacerse de la toma y además más se estremecía más era el oxígeno que los pulmones pretendían.
Su mente un poco anublada trató de descubrir el motivo por lo cual el hombre estuviera haciendo eso, porque quisiera terminar con su vida, pero no encontró ninguna respuesta. Mientras tanto, su energía esfumaba gradualmente junto a su vista, la cual estaba envuelta en la oscuridad que internaba más y más.
Una sola cosa vio en el centro del agujero que se guardó bastante nítido: una perturbadora y siniestra sonrisa que parecía probar alegría en hacer aquella atrocidad. La vitalidad del pobre hijo de los Long venía rasgada lejos de su cuerpo como había informado anteriormente el hombre, las minúsculas manos aflojaron su agarre y se resbalaron de esos gélidos brazos y sus parpados lentamente se abandonaron a la oscuridad.
Pero, inesperadamente el aferre del hombre fue abandonado y contemporáneamente una voz femenina gritó el nombre de Timmy. La silueta se alejó de él y con su usual sonrisa divertida salió del cuarto.

miércoles, 21 de octubre de 2015

New life (Capítulo II)

Capítulo II

El fragor del cuerpo sobre la maciza madera del parquet resonó hasta el piso de abajo difundiéndose a la cocina, donde su esposa estaba abriendo, solo ahora, la segunda caja que permaneció intacta; porque en seguida saltó en pie y corrió hacia las escaleras.
El corazón le palpitaba en su garganta y su respiro se detuvo. Ya había experimentado ese ruido, ella sabía lo que iba a encontrar. Se dejó convencer de que ya no iba a pasar, pero tal vez era demasiado pronto para afirmarlo. Se dirigió al cuarto, sus pasos jadeantes fueron los únicos sonidos que resonaban por toda la casa, y cruzó el umbral. El pequeño Timmy estaba allí.
- Papá, papá… ¡despiértate! - gritó percutiéndolo intensamente.
La madre se arrodilló en el suelo y se llevó el cuerpo inconsciente en sus brazos.
- Cariño… cariño. - cuidadosa se aseguró que no se habría golpeado la cabeza. - Mi amor, ve a buscar una barra de chocolate. Tan pronto se restablezca la necesitará. -
- Voy. - como un relámpago salió del cuarto y sus chiquitos pero ruidosos pasos persistieron hacia la cocina.
Mientras que la esposa trataba de reanudarlo, el hombre poco a poco recuperó la conciencia y lentamente abrió los ojos, como si despertara de un sueño profundo. Antes de emitir algún sonido se quedó contemplando la mujer con la que se había casado, como si estuviera bajo algún tipo de alucinación. Sus lucientes ojos de color castaños reflejaban la ansiedad que Peter esperaba no volver a ver más y su sonrisa carnosa exaltaba la felicidad al ver que él estuviera bien.
- Estás siempre más radiante. - entabló Peter con un hilo de voz.
- Oh, cállate. Nos hiciste preocupar. - contestó su esposa.- Tranquila, querida. - pausadamente extendió la mano a su lisa cara. - Ahora nos está esperando una nueva vida en este distrito colmo de tranquilidad y paz. Las cosas mejoraran, confía en mí. -
- Está bien. - cerró los ojos y se dejó aliviar por las flojas caricias de Peter.
Pequeños pasos se dispersaron otra vez en toda la casa y pronto un minúsculo cuerpo entró en el cuarto a una velocidad increíble. Se detuvo frente a ellos. Su minúscula cara en “v”, idéntica a la madre, estaba decorada con algunas gotitas de sudor, los párpados sellados ocultaban el color heredado del padre y su pelo castaño oscuro, por lo general despeinado con un velo de gel y dirigidos a la derecha, estaba un poco acostado en la frente.
- El chocolate. - jadeó con una voz aguda.
- Gracias, campeón. - le dio una débil sonrisa. El niño mostró una enorme sonrisa de satisfacción marcando sus hoyuelos infantiles y Peter aferró la barra con un agarre inestable. Arrancó un delicado bocado y masticó lentamente.
- ¿Cómo estas, papá? - preguntó apurado el hijo.
- Ahora me siento mejor. - respondió tragando otro trozo. - El chocolate me está recargando. Gracias por traérmela. -
Los ojos del pequeño Timmy se iluminaron y, satisfecho, hundió aún más sus mejillas; adoraba ser de ayuda a su padre, en cualquier cosa que podría hacer. Terminada la minúscula barra pero con poder efectivo, Alicia y Timmy lo ayudaron a levantarse y permanecieron a su lado hasta que su cuerpo estuviera bien estable.
Su esposa, luego de dejarse persuadir persistentemente de su marido, concordó en que continúe lo que estaba haciendo antes del desmayo, aunque se obstinaba en la idea de que se quedara en reposo. Por lo tanto, antes de regresar a la cocina, susurró discretamente en la oreja del hijo que esté alerta y vigile al padre desde su cuarto. Timmy secundó el comando como un soldado y pavoneado se dirigió a su provisorio punto de observación.
Alicia entró en su nueva cocina de la cual se había enamorado la primera vez que había cruzado el umbral del gran arco de madera oscura, la cual separaba el comedor de esta última. Era una cocina más moderna y más grande respecto de aquella de su casa anterior, tan grande que al centro de la sala había una enorme base de madera aislada con cajones y puertas marrón opaco y manija gris metálico, mientras la parte superior era blanca. Una vez recogido la segunda caja prosiguió en alojar sus utensilios meticulosamente lustrados en su nuevo hogar y trató de llenar todos los cajones, pero llegando a la última caja muchos de ellos iban a quedarse sin algo que custodiar.
Se llevó una mano a la frente, desecó las pocas gotas de sudor que se habían asestado y apartó el mechón rubio platino hacía atrás, luego se mantuvo a contemplar en silencio por algunos segundos. Contrayendo la frente encontró una única y bien estudiada solución, una solución que no deploraba en absoluto.
“No me queda otra que ir de compras, no puedo permitirme tener una cocina desorganizada.” reflexionó con leve sonrisa y dobló la última caja que había abierto.
Mientras tanto, en el cuarto del pequeño Timmy, todo iba en auge. Obviamente su habitación era de mayor dimensión respecto de aquella en la cual había vivido por siete años y su imaginación podía tener libre diversión sin frenos.
Estaba sentado al centro del cuarto, sobre una alfombra oval azul oscuro, muy adaptada a las paredes aliviadas con un celeste claro, y seguía todavía con la primera caja; aparentemente colocar los juguetes en sus lugares adecuados parecía una tarea más ardua a diferencia de lo que había pensado su madre. Sin nada más, un destino distinto habían sufrido sus libros que fueron distribuidos en desorden y sin interés en la librería ubicada en la esquina de las paredes norte y oeste.
Sin embargo, a pesar de estar inmerso en su mundo imaginario en el cual los juguetes disfrutaban de una propia vida, con oído vigilante esperaba cada ruido inusual que podía provenir de la habitación de los padres, de modo que podría alertar inmediatamente a su madre.
Pero, auspiciosamente el padre parecía estar mejor y las palabras persuasivas dichas a su esposa abrazaban la verdad. Con gran velocidad había efectuado la mayor parte de su faena y su cuerpo no se veía afectado.
“Desde hoy será diferente.” sonrió.
La familia Long se explayó por horas hasta que también la última caja fuera vaciada, todos los objetos habían obtenido un nuevo hogar.
Peter levantó un vistazo a la ventana sur del cuarto y pudo notar que el día había llegado al fin. Era consciente de que habría sido mejor mudarse al amanecer del sol y, empero, a pesar de eso, había decretado un momento distinto, ya que el domingo era el único día tan esperado en el cual podía disfrutar de unas horas más de sueño. Se acercó a la cama y se sentó, a continuación no pudo hacer nada para no echarse.

“Perfecto.” bostezó y sus parpados bajaron en silencio.
Dos gritos agudos lo sacudieron antes que podría entrar en aquel profundo sueño, del que ni siquiera los golpes habrían podido desvelarlo. Se puso de pie y se precipitó afuera del cuarto. La oscuridad envolvía casi totalmente la casa, excepto de algunos rayos de luz procedentes de las farolas de la calle. La luz adentro de la nueva casa se había disuelto por completo.

miércoles, 14 de octubre de 2015

New life (Capítulo I)

Capítulo I


Una nueva vida la esperaba a Peter Long, nueva casa, nuevos vecinos y nuevas costumbres. Había adquirido una casita sencilla en un distrito muy estoico a las afueras de la ciudad, menos contaminado y menos peligroso que ella. Sin embargo, el pobre Peter no rehusaba el minúsculo precio que tenía que pagar: habría tenido que levantarse una hora antes de su horario habitual y llegar puntualmente a su estresante trabajo si deseaba preservarlo.
Trabajaba desde los quince años como redactor en una redacción periodística y seguido a la jubilación del amable director que fue remplazado por su subalterno, un hombre vil, egoísta y jactancioso, todo cambió.
Desde ese día muchos empleados fueron despedidos sin una explicación inteligible o con mediocre justificación como la renovación del personal. Y fielmente desde ese día el purgatorio llegó a su vida, o palabra más fiable el infierno.
Peter tenía que ser más escrupuloso en su trabajo y ser cabalmente puntual en la comprobación y agrupamiento de los artículos que entregar, nunca desviaba sus ojos de su computadora y, con arduo entrenamiento, logró desdeñar la señal alarmante que le instigaba a hacer una carrera al baño como sucedió a su, actualmente, ex colega; además nunca se atrevió a cruzar la mirada de ese novato director o sin alguna duda sería convertido en su nuevo placer.
La tensión calzaba su cuerpo como una normal prenda y sin embargo, una vez vadeado el umbral de la casa, exhibía una amable y calurosa sonrisa a su esposa y utilizaba su tiempo de descanso para divertir al pequeño Timmy, su hijo de siete años, el cual aguantaba vehemente su regreso.
Por lo cual vivir en la ciudad desgarraba gradualmente su autocontrol, el estrés le había ocasionado varios desmayos y diferentes noches se acababan en blanco a causa de los fragorosos ruidos del tráfico que retumbaban en las calles; esos fueron unos de los tantos motivos por lo cual había decidido cambiar de aire, por lo menos respeto al lugar.
El traslado se había realizado en un maravilloso domingo solar y la familia Long se adelantaba a acomodar en los respectivos sitios todos los objetos embalados. Su esposa estaba plenamente hechizada en clasificar su nueva cocina, disponiendo cada utensilio, comprados más por capricho que por finalidad, en los compartimentos adecuados, mientras el pequeño Timmy en su nuevo cuarto se desempeñaba de sus incalculables juguetes, pero solo luego de haberlos comprobados por lo menos dos veces.
Entretanto Peter se había dirigido a su dormitorio con una de las tantas cajas escrupulosamente sellada para luego seguir con la segunda y etcétera, escaleras arriba y abajo. Su recorrido venía siendo fugazmente repetido por un viejo espejo rectangular en la pared este del cuarto, el cual tenía un grueso y voluminoso marco de madera y concedía la disponibilidad a cualquiera de poder admirar su propio reflejo desde la cabeza a los pies.
A la cuarta caja se detuvo, con un ojo había advertido de vez en cuando aquel movimiento a su lado y, volteándose, captó en la pared ese enorme objeto anticuado y remoto. Dejó la caja al suelo y se acercó a él.
“Me había olvidado de este viejo espejo empolvado. Será mejor que lo limpie antes que Alicia lo vea o le vendrá uno de esos infartos aparatosos.”
Agarró un trapo que había llevado por cualquiera eventualidad junto a la primera caja y empezó a acariciar el agro y áspero espejo que poco a poco reanudó su lisa superficie, declarando algunas partes de su limpiador.
La primera cosa que fue reflejada fueron sus ojos verdes, un tiempo más brillantes, y bolsas muy acentuadas que testimoniaban su pésima situación; luego apareció su cuerpo desnutrido consumido a causa de su trabajo opresivo, nutrirse se había convertido en un requisito de poca importancia; tercero y último, sus cabellos negros cortos que si hubieran sido más largos nunca habría tenido el tiempo de hacerlos presentables y su sonrisa que con gran esfuerzo lograba adoptar.
Con una ligera tos terminó su obra y retrocedió de un paso. Un tenue mareo se apoderó de él durante unos segundos, no obstante con un gran y calmado respiro trató de ignorarlo.
Nunca más habría ocurrido, ya no se habría desmayado, no habría hecho preocupar su esposa. De aquel día nunca más. 
Contempló su aspecto y lamentablemente aceptó su horrible apariencia. Empero algo más llamó su atención: más veía su rostro, más una mirada satisfecha y maliciosa aparecía. Repentinamente el mareo en la cabeza ardió, el cuarto empezó a voltear a una rapidez anormal, una gran confusión se apoderó de su lucidez y su cuerpo estuvo a punto de desplomarse.

Para mitigar el desorden cerró sus ojos y a ciegas buscó inmediato apoyo. Quería echarse o al menos sentarse en la cama, pero su sentido de orientación estaba totalmente aturdido. Al tacto con los dedos advirtió una superficie fría y suave, luego para Peter el mundo se oscureció.