miércoles, 21 de octubre de 2015

New life (Capítulo II)

Capítulo II

El fragor del cuerpo sobre la maciza madera del parquet resonó hasta el piso de abajo difundiéndose a la cocina, donde su esposa estaba abriendo, solo ahora, la segunda caja que permaneció intacta; porque en seguida saltó en pie y corrió hacia las escaleras.
El corazón le palpitaba en su garganta y su respiro se detuvo. Ya había experimentado ese ruido, ella sabía lo que iba a encontrar. Se dejó convencer de que ya no iba a pasar, pero tal vez era demasiado pronto para afirmarlo. Se dirigió al cuarto, sus pasos jadeantes fueron los únicos sonidos que resonaban por toda la casa, y cruzó el umbral. El pequeño Timmy estaba allí.
- Papá, papá… ¡despiértate! - gritó percutiéndolo intensamente.
La madre se arrodilló en el suelo y se llevó el cuerpo inconsciente en sus brazos.
- Cariño… cariño. - cuidadosa se aseguró que no se habría golpeado la cabeza. - Mi amor, ve a buscar una barra de chocolate. Tan pronto se restablezca la necesitará. -
- Voy. - como un relámpago salió del cuarto y sus chiquitos pero ruidosos pasos persistieron hacia la cocina.
Mientras que la esposa trataba de reanudarlo, el hombre poco a poco recuperó la conciencia y lentamente abrió los ojos, como si despertara de un sueño profundo. Antes de emitir algún sonido se quedó contemplando la mujer con la que se había casado, como si estuviera bajo algún tipo de alucinación. Sus lucientes ojos de color castaños reflejaban la ansiedad que Peter esperaba no volver a ver más y su sonrisa carnosa exaltaba la felicidad al ver que él estuviera bien.
- Estás siempre más radiante. - entabló Peter con un hilo de voz.
- Oh, cállate. Nos hiciste preocupar. - contestó su esposa.- Tranquila, querida. - pausadamente extendió la mano a su lisa cara. - Ahora nos está esperando una nueva vida en este distrito colmo de tranquilidad y paz. Las cosas mejoraran, confía en mí. -
- Está bien. - cerró los ojos y se dejó aliviar por las flojas caricias de Peter.
Pequeños pasos se dispersaron otra vez en toda la casa y pronto un minúsculo cuerpo entró en el cuarto a una velocidad increíble. Se detuvo frente a ellos. Su minúscula cara en “v”, idéntica a la madre, estaba decorada con algunas gotitas de sudor, los párpados sellados ocultaban el color heredado del padre y su pelo castaño oscuro, por lo general despeinado con un velo de gel y dirigidos a la derecha, estaba un poco acostado en la frente.
- El chocolate. - jadeó con una voz aguda.
- Gracias, campeón. - le dio una débil sonrisa. El niño mostró una enorme sonrisa de satisfacción marcando sus hoyuelos infantiles y Peter aferró la barra con un agarre inestable. Arrancó un delicado bocado y masticó lentamente.
- ¿Cómo estas, papá? - preguntó apurado el hijo.
- Ahora me siento mejor. - respondió tragando otro trozo. - El chocolate me está recargando. Gracias por traérmela. -
Los ojos del pequeño Timmy se iluminaron y, satisfecho, hundió aún más sus mejillas; adoraba ser de ayuda a su padre, en cualquier cosa que podría hacer. Terminada la minúscula barra pero con poder efectivo, Alicia y Timmy lo ayudaron a levantarse y permanecieron a su lado hasta que su cuerpo estuviera bien estable.
Su esposa, luego de dejarse persuadir persistentemente de su marido, concordó en que continúe lo que estaba haciendo antes del desmayo, aunque se obstinaba en la idea de que se quedara en reposo. Por lo tanto, antes de regresar a la cocina, susurró discretamente en la oreja del hijo que esté alerta y vigile al padre desde su cuarto. Timmy secundó el comando como un soldado y pavoneado se dirigió a su provisorio punto de observación.
Alicia entró en su nueva cocina de la cual se había enamorado la primera vez que había cruzado el umbral del gran arco de madera oscura, la cual separaba el comedor de esta última. Era una cocina más moderna y más grande respecto de aquella de su casa anterior, tan grande que al centro de la sala había una enorme base de madera aislada con cajones y puertas marrón opaco y manija gris metálico, mientras la parte superior era blanca. Una vez recogido la segunda caja prosiguió en alojar sus utensilios meticulosamente lustrados en su nuevo hogar y trató de llenar todos los cajones, pero llegando a la última caja muchos de ellos iban a quedarse sin algo que custodiar.
Se llevó una mano a la frente, desecó las pocas gotas de sudor que se habían asestado y apartó el mechón rubio platino hacía atrás, luego se mantuvo a contemplar en silencio por algunos segundos. Contrayendo la frente encontró una única y bien estudiada solución, una solución que no deploraba en absoluto.
“No me queda otra que ir de compras, no puedo permitirme tener una cocina desorganizada.” reflexionó con leve sonrisa y dobló la última caja que había abierto.
Mientras tanto, en el cuarto del pequeño Timmy, todo iba en auge. Obviamente su habitación era de mayor dimensión respecto de aquella en la cual había vivido por siete años y su imaginación podía tener libre diversión sin frenos.
Estaba sentado al centro del cuarto, sobre una alfombra oval azul oscuro, muy adaptada a las paredes aliviadas con un celeste claro, y seguía todavía con la primera caja; aparentemente colocar los juguetes en sus lugares adecuados parecía una tarea más ardua a diferencia de lo que había pensado su madre. Sin nada más, un destino distinto habían sufrido sus libros que fueron distribuidos en desorden y sin interés en la librería ubicada en la esquina de las paredes norte y oeste.
Sin embargo, a pesar de estar inmerso en su mundo imaginario en el cual los juguetes disfrutaban de una propia vida, con oído vigilante esperaba cada ruido inusual que podía provenir de la habitación de los padres, de modo que podría alertar inmediatamente a su madre.
Pero, auspiciosamente el padre parecía estar mejor y las palabras persuasivas dichas a su esposa abrazaban la verdad. Con gran velocidad había efectuado la mayor parte de su faena y su cuerpo no se veía afectado.
“Desde hoy será diferente.” sonrió.
La familia Long se explayó por horas hasta que también la última caja fuera vaciada, todos los objetos habían obtenido un nuevo hogar.
Peter levantó un vistazo a la ventana sur del cuarto y pudo notar que el día había llegado al fin. Era consciente de que habría sido mejor mudarse al amanecer del sol y, empero, a pesar de eso, había decretado un momento distinto, ya que el domingo era el único día tan esperado en el cual podía disfrutar de unas horas más de sueño. Se acercó a la cama y se sentó, a continuación no pudo hacer nada para no echarse.

“Perfecto.” bostezó y sus parpados bajaron en silencio.
Dos gritos agudos lo sacudieron antes que podría entrar en aquel profundo sueño, del que ni siquiera los golpes habrían podido desvelarlo. Se puso de pie y se precipitó afuera del cuarto. La oscuridad envolvía casi totalmente la casa, excepto de algunos rayos de luz procedentes de las farolas de la calle. La luz adentro de la nueva casa se había disuelto por completo.

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