lunes, 29 de mayo de 2017

Near death (Capítulo III)

Capítulo III

Un silbido era el único ruido que se oía durante su escabrosa y adrenalina bajada, un ruido que no habría tenido ningún eco. Con grande prontitud curvaba a la izquierda y a la derecha, a la izquierda y a la derecha, la estela que permanecía era tan perfecta que parecía hecha con un tenedor de dos dientes sobre la decoración de una torta. Las líneas nunca eran interrumpidas, curvaban dulcemente a la perfección.
Mientras descendía su adorada bajada sentía todo el ímpetu del viento arrojarse sobre su cuerpo, intentando de ralentizarlo o detenerlo. Para Alban era una magnifica sensación, la mejor que podía advertir en cualquier otra bajada. Poder ir a esa velocidad, ver todos los objetos alrededor moverse tan velozmente de tomar la forma de líneas onduladas, líneas onduladas y coloradas. Sin embargo, no era esa la adrenalina de la cual se había enamorado él, esa adrenalina que se habría administrado directamente hacia su corazón, no, aún no se había presentada. No por mucho tiempo.
La curva. Era ella la atracción que había llamado su descabellada diversión. Lo que experimentaba en ese momento era una sensación única, es verdad, pero cuando habría alcanzado la curva habría aumentado del cien por ciento. Acercarse a la muerte y conseguir salirse con la suya. La misma sensación que se percibía cuando un hombre te apunta la pistola a la frente. En un cierto sentido era mejor que ninguno de sus amigos amara su mismo pasatiempo, porque ninguno lo habría seguido largo ese pendiente.
Faltaban pocos metros. Debía estar listo, debía saber ser raudo en curvar en tiempo, un segundo más y esa diversión habría acabado en una funesta muerte. Probablemente su cadáver habría sido encontrado después de semanas, o meses. Era la hora. Ese era el momento. Movió un poco su cadera hacia la izquierda e inclinó las piernas lateralmente hacia la misma dirección, poco a poco empezó a curvar. El juego estaba hecho. Lo había realizado en tiempo, ya nada lo habría obstaculizado. Habría pasado cerca del barranco y habría proseguido hacia la izquierda. Ya no veía la hora de volver arriba y descender de nuevo. Sin embargo, esta vez, habría ido diversamente del habitual. En ese momento revocó la frase que su abuelo le habría siempre dicho “no retes muchas veces la suerte”. Ahora entendía.

lunes, 15 de mayo de 2017

Near death (Capítulo II)

Capítulo II

Al contrario de ese hombre, Alban no necesitaba nada más que advertir hasta adentro de las arterias de su corazón esa adrenalina que lo hacía sentir otra persona. Poseía todo el indispensable, los esquís, sus botas, una pequeña mochila en el cual había algunas barras energéticas, una botella de agua, algunos materiales para escalar; había siempre deseado escalar una vez en su vida, pero nunca había tenido la ocasión.
Había un descenso que él mismo había hallado uno de esos fin de semana transcurrido allí, desaconsejado por todos, por lo menos para los principiantes, pero también los profesionales se mantenían lejos de ese planeo. Alban no, ya eran meses que la descendía, podía considerarse un experto. Y después de esa bajada él también se habría arrestado en el refugio abajo a disfrutar de una buena chocolatada caliente. Lo que hacía la propietaria, una anciana robusta y voluptuosa, era el mejor que hubiera degustado, también de lo que hacía su madre cada navidad.
Se marchó hacia su partida, casi aislada de todos, solo pocos habían empezado a descenderla y solo después que lo habían visto hacer por él. Su expresión divertida los había incitado a experimentar esa sensación. Caminando como un pingüino, ayudándose con sus bastones de esquí, lo alcanzó y saboreó el panorama que se extendía debajo de su nariz. Era maravilloso, sin duda un panorama que te dejaba sin aliento. El blanco, el más candoroso e incorrupto blanco del mundo, como si fuera el mismo paraíso. Arboles cubiertos de nieve, lisos como una cubierta ben planchada, y solo desde lejos se entrevía una pequeña ciudad, un minúsculo pueblo.
Miró hacia la bajada. Estaba perfecta, aún ninguno la había recorrida ese día. Él habría sido el primero a gozar de esa desenfrenada y peligrosa bajada. Se acomodó su máscara de esquí, cerró los ojos y tomó un fuerte respiro. Había un silencio absoluto, allí se había refugiado la paz del mundo. Abrió los ojos y se zambulló.

lunes, 8 de mayo de 2017

Near death (Capítulo I)

Capítulo I

Imagínense un lugar frío, helado, donde se congelarían tan solo pensar en él. Todo blanco, escurridizo e inmenso. ¿Han pensado en la Antártida? Exacto, se han equivocado, porque esta historia está ambientada únicamente en una montaña, en una gigantesca y cándida montaña, vuelta aún más blanca por la reluciente luz del día. Sin embargo, por cuanto el sol pudiera emanar ese calor discretamente tórrido, no era lo suficiente para poder disolver ese denso estrato de nieve que cubría la vegetación de la montaña como una colcha. En consecuencia era el lugar adapto para practicar uno de los deportes más famosos del mundo, el esquí. Y era exactamente allí que Alban, fresco, fresco, en la recién fase como adulto, había decidido de practicar uno de sus pasatiempos más amado. Como segundo lugar estaba la pesca.
Solo se estaba dirigiendo hacia la cima de la montaña con el telesilla, incomodas pancas equipada con un viejo cinturón y media chirriante, para luego descenderla. Cosa que no le daban un aspecto de seguridad como lo eran un tiempo, pero el propietario era muy avaro para restaurarlas. Por lo menos hasta ahora no habían ocurrido incidentes.
No era un tipo solitario, pero ninguno de sus amigos amaba el esquí cuanto él o mejor dicho el frío. Todas las veces que iba por su cuenta, había esperado de encontrar una muchacha entre las personas de la cola para el telesilla, pero hasta el día de hoy no había sucedido. Habían muchachas, a miles, pero no solas. Por lo tanto, durante la subida, en esas pancas ancianas, a su lado se había sentado un grueso hombre robusto, cosa que le daba más preocupaciones a Alban para su seguridad, ya que no dejaban de crujir ni un segundo, incluso a cada aliento burdo del hombre.
«Esos ablandados de mis hijos son demasiado holgazanes para acompañarme a esquiar.» había empezado, su tono era áspero. «Prefieren esquiar moviéndose en el mismo sitio con esos raros videojuegos. Estúpidos juegos, haciéndolos tan reales piensan realmente de poder sustituir la sensación real que se prueba.» refunfuñó.
«Tiene razón. No pueden experimentar la misma adrenalina.» era sincero, así había sido cuando había probado uno de esos juego la navidad pasada a casa de su hermano, con sus hijos. No había sido capaz de usar su avatar, los movimientos no eran después de todo tan reales, siempre si eran bastante raudos para emular los verdaderos.
Llegaron. Alban estaba aliviado de bajar de ese espeluznante telesilla, de esa madera que parecía ser podrida como una manzana. Se despidieron cordialmente, al fin la compañía había sido apacible. El hombre robusto se había marchado hacia el refugio, necesitaba de tomar una chocolatada bien caliente antes de quemar las calorías que por el momento lo estaba un poco calentando. De ese momento, desafortunadamente, Alban había decidido ir hacia su pista, por su cuenta, a la búsqueda de la adrenalina, pero no tenía conocimiento de que cosa le guardaba el destino.

lunes, 1 de mayo de 2017

The unknown (Capítulo XXI)

Capítulo XXI

“Misteriosa muerte de tres muchachos, encontrados en una pequeña casa en el bosque de la sombría ciudad de Seattle. Dos cuerpos fueron hallados en el interior de la casa, propiedad de Ace Rodríguez, el primero es el muchacho Absalom Morning, veintiocho años, y la muchacha Abilene Meyer, de veintisiete años. El tercero fue encontrado en el exterior, Tom Kent, treinta años. Los tres jóvenes fueron atrozmente asesinados, de tal manera que fue difícil de parte de la policía intuir el sexo de los muchachos y a identificarlos. Sin embargo, aún no son claros los indicios que los forenses están examinando. Por el momento fue afirmado que podría haber sido obra de un psicópata, aunque las autoridades insistieron en afirmar que fue algún animal salvaje. De esta matanza han sobrev…”

El televisor se apagó, Abraham apoyó el control sobre la mesita a su lado.
- No creerán nunca a lo que ocurrió. - comentó, sentándose en su mueble.
- Tendrían que pasar una noche entera allí, para creer a nuestras palabras. - dijo Acacia, acurrucándose en su pecho.
Abraham le besó la frente. - Sí. -
El teléfono sonó, un sonido temblante y agudo. Abraham se volvió hacia la mesita, donde había dejado el control, y levantó el auricular del teléfono.
- ¿Sí? -
- Abraham, hola, ¿viste la tele? -
- Sí, acabo de apagarla. - agregó.
- Es absurdo. Animales salvajes. ¿Cómo diablos pueden pensar que hayan sido animales salvajes? Han visto sus cuerpos, no puede ser obra de un animal. - refunfuñó.
- Lo sé, Ace, pero sabes como son. Prefieren encontrar una explicación fiable en cambio de mirar en la cara la realidad, o peor aún ocultar los verdaderos hechos. Más bien, esperemos que no vengan a matarnos porque sabemos algo. - comentó, rascándose la mejilla.
Hubo un momento de silencio.
- Cuanto quisiera vengar los muchachos. No los conocía, es verdad, pero no es justo. Tenían tanto como para vivir, habría preferido morir en su lugar. - susurró. - He vivido lo suficiente. -
- No digas así, Ace, la vida de todos es preciosa. - un celular timbró, Acacia se incorporó y, acariciándole la espalda, se marchó hacia la cocina. - Pero yo también quisiera vengarme de ellos. -
- ¿Cómo está? -
- ¿Quién? ¿Acacia? -
- Sí. -
- Desde que salimos de ese lugar, todas las noches, ha tenido pesadillas. - susurró, volviéndose a ver si estuviera detrás de él.
- Es aceptable. Han pasado solo tres noches. - comentó él.
- En efecto, veremos con los próximos días. Tú, ¿Ace? -
- No lo sé… En las noches me despierto sudado, pero no recuerdo lo que sueño. - suspiró. - Y dime… ¿Cuándo son los funerales? -
- Los cuerpos aún están con los forenses, me parece que después de mañana volverán a sus familias. - se frotó los ojos y bostezó. -
- De acuerdo, hazme saber algo. -
- Ok, cuídate. -
- Salúdamela, hasta pronto. -
- Sí, chao. -
Colgó. Acacia volvió.
- Era la policía. -
- ¿Devuelven los cuerpos? -
Su mirada se perdió en el vacío. - No, dicen que han encontrado el cadáver de una de las criaturas. -
- ¿Qué cosa? - la miró. - Quiere decir que ahora nos creerán. -
- Sí. - sonrió, una lágrima se deslizó en su mejilla.
- Si le dijimos que hay más de ellos los buscarán y… y podrían encontrar todos esos bastardos. -
Acacia se lanzó en el mueble. - Gracias a Dios. -
- Tengo que llamar inmediatamente Ace. - cogió el teléfono y marcó el número.
Acacia tomó su mano y la apretó.
- ¿Qué ocurre? - se alarmó Ace, no se esperaba esa repentina llamada de él.
- Ace, tengo buenas noticias. -