lunes, 8 de mayo de 2017

Near death (Capítulo I)

Capítulo I

Imagínense un lugar frío, helado, donde se congelarían tan solo pensar en él. Todo blanco, escurridizo e inmenso. ¿Han pensado en la Antártida? Exacto, se han equivocado, porque esta historia está ambientada únicamente en una montaña, en una gigantesca y cándida montaña, vuelta aún más blanca por la reluciente luz del día. Sin embargo, por cuanto el sol pudiera emanar ese calor discretamente tórrido, no era lo suficiente para poder disolver ese denso estrato de nieve que cubría la vegetación de la montaña como una colcha. En consecuencia era el lugar adapto para practicar uno de los deportes más famosos del mundo, el esquí. Y era exactamente allí que Alban, fresco, fresco, en la recién fase como adulto, había decidido de practicar uno de sus pasatiempos más amado. Como segundo lugar estaba la pesca.
Solo se estaba dirigiendo hacia la cima de la montaña con el telesilla, incomodas pancas equipada con un viejo cinturón y media chirriante, para luego descenderla. Cosa que no le daban un aspecto de seguridad como lo eran un tiempo, pero el propietario era muy avaro para restaurarlas. Por lo menos hasta ahora no habían ocurrido incidentes.
No era un tipo solitario, pero ninguno de sus amigos amaba el esquí cuanto él o mejor dicho el frío. Todas las veces que iba por su cuenta, había esperado de encontrar una muchacha entre las personas de la cola para el telesilla, pero hasta el día de hoy no había sucedido. Habían muchachas, a miles, pero no solas. Por lo tanto, durante la subida, en esas pancas ancianas, a su lado se había sentado un grueso hombre robusto, cosa que le daba más preocupaciones a Alban para su seguridad, ya que no dejaban de crujir ni un segundo, incluso a cada aliento burdo del hombre.
«Esos ablandados de mis hijos son demasiado holgazanes para acompañarme a esquiar.» había empezado, su tono era áspero. «Prefieren esquiar moviéndose en el mismo sitio con esos raros videojuegos. Estúpidos juegos, haciéndolos tan reales piensan realmente de poder sustituir la sensación real que se prueba.» refunfuñó.
«Tiene razón. No pueden experimentar la misma adrenalina.» era sincero, así había sido cuando había probado uno de esos juego la navidad pasada a casa de su hermano, con sus hijos. No había sido capaz de usar su avatar, los movimientos no eran después de todo tan reales, siempre si eran bastante raudos para emular los verdaderos.
Llegaron. Alban estaba aliviado de bajar de ese espeluznante telesilla, de esa madera que parecía ser podrida como una manzana. Se despidieron cordialmente, al fin la compañía había sido apacible. El hombre robusto se había marchado hacia el refugio, necesitaba de tomar una chocolatada bien caliente antes de quemar las calorías que por el momento lo estaba un poco calentando. De ese momento, desafortunadamente, Alban había decidido ir hacia su pista, por su cuenta, a la búsqueda de la adrenalina, pero no tenía conocimiento de que cosa le guardaba el destino.

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