lunes, 15 de agosto de 2016

The unexpected meeting (Último capítulo)

Capítulo XVII

Andrew se arrodilló de nuevo hacia x-4 y lo cogió entre sus brazos, se dirigió hacia el auto del agente Turner. Pasando otra vez junto a su cuerpo tendido en el piso, lo despreció por todo lo que había hecho al pobre chiquillo y lo que había causado a sus vidas. Meredith apartó su mirada hacia el cielo, los cadáveres le daban vuelta a su estómago, como si estuviera en un tiovivo a toda velocidad. En seguida habrían encontrado también el más pequeño robusto cadáver.

Fue peor. Meredith cerró los ojos, mantener los ojos abierto a pesar que viera hacia otra parte no servía a nada, era como si pudiera percibir más la presencia, como si efectivamente lo viera. Mientras Andrew se detuvo un momento y conmemoró su sacrificio.
“Nosotros nos haremos cargo de tu hermano, descansa en paz, x-5.” tomó un profundo respiro y prosiguió.
Inesperadamente algo aferró su tobillo, algo tibio, que arrestó su paso. Por un momento creyó de caerse. Se volvió y una ligera toz lo sorprendió, abrió de par en par los ojos y gritó le nombre de su esposa. Ella se volteó y con una exclamación aguda lo alcanzó.
- Coge x-4, yo me ocupo de él. - lo colocó en los brazos de la esposa y bajó hacia el caliente asfalto. - X-5, ¿me escuchas? - lo aferró con seguridad y con gran esfuerzo, porque ligero él no era, lo llevó a su pecho.
Su respiro estaba débil como el bisbiseo del mar, suficiente para anunciar su sobrevivencia y moviendo levemente sus labios, casi como si estuvieran adormecidas, murmuró una respuesta afirmativa. Andrew sonrió y acarició su cabeza, alcanzaron el auto y aún antes de entrar se volvió hacia el gentío.
- Por favor, escuchen mis palabras. No le diré que borren sus videos que han grabado, ya que es muy probable que no lo harán, pero por favor, no revelen a nadie la dirección hacia la cual iremos, al contrario, sería mejor si refieren la dirección opuesta. Gracias. - entró en el vehículo y salieron de la ciudad que ya había perdido su fragoroso estruendo.

Días, meses, hasta años habían trascurrido de aquel último evento ocurrido que todos los noticiarios hablaron y que mostraron aquellos famosos filmados de aquel gentío que lo vio en persona, lo que ninguno habrían podido nunca más asistir.
En un fresco ambiente donde ni el calor puede alcanzarlo con su agonizante ardor, donde el verde es el principal color que delinea aquel límpido y limpio panorama y donde inmensas y recias montañas fanfarronean sus imponentes dimensiones. Una casita de campo, a los pies de una de aquellas rocosas montañas, yacía allí, aislada, saboreando aquella brisa que también en verano permanecía tal.
Propio en aquel momento un hombre que mostraba menos del edad que poseía salía con un saco lleno de madera de un denso bosque verde donde los arboles parecían ser siempre en el mejor momento de su vida. Sus brazos eran más forzudos de una vez y una boscosa barba como una esponja diversificaba su aspecto antecedente. A su lado estaban dos chiquillos que casi excedían su pecho, uno robusto y uno más enjuto; el primero llevaba en su espalda un saco aún más grande de lo que poseía el hombre, con una pequeña diferencia, desbordaba de pescados que aún se retorcían, mientras el segundo debía contentarse de llevar tres cañas de pescar. Una mujer con el cabello que se detenía en el mentón y disimulado con un color rojo sangre, cruzaba el umbral de aquella casa, para dar la bienvenida a sus tres hombres.
- Al fin volvieron, estaba empezando a preocuparme. - gritó Meredith balanceando su mano como si estuviera pidiendo ayuda.
- Los chiquillos han querido nadar en el río. - sonrió Andrew, su barba casi ocultaba sus blancos dientes.
- ¿Qué? - exclamó el chiquillo huesudo.
- Oye, papá, no nos acusen. - intervino el más macizo. - Eres tú que nos empujaste en el agua. -
- Ah. - sonrió Meredith sacudiendo la cabeza. - Ya me imaginaba que era una idea de él. -
- Gracias, chicos. Traicionar así a su padre, sobretodo tú, Aaron. - dijo enmarañando el pelo del muchacho robusto.
- Seguro, o seríamos siempre nosotros en meternos en problemas que tú causas. - le dirigió una mirada iracunda.
- Por lo menos podrías apoyarme. - murmuró Andrew poniendo mala cara.
El chiquillo, una vez x-4, se acercó a Meredith, sus alturas eran casi análogas. - ¿Alguna novedad? -
Meredith chilló. - Ya, como hice a olvidármelo. - lanzó una mirada malévola a Andrew. - Tengo grandes novedades, Abe. Tenemos una dirección. -
- ¿En serio? - exclamó, saltando por la felicidad.
Aaron se acercó al umbral y dejó en el piso el enorme saco de pescados. - ¿Entonces vamos a entrar en acción? -
- Afirmativo. - dijo Andrew con una voz más austera y neutra.
Entró en casa, sus familiares lo siguieron. Estallidos y estruendos se alzaron, rompiendo el silencio que sólo a la natura estaba permitido disturbar, después nuevas personas, vestidos de negro y armados hasta los dientes, por lo menos lo que no tenían poderes, se aproximaron a un auto negro como el interno de una caverna y tomaron asiento.
- ¿Listos, chicos? - preguntó Andrew introduciendo las llaves.
- Seguro. - afirmó Aaron, golpeando su puño en su palma, un fuerte tronido resonó.
- Es hora de entrar en acción. - dijo seroso Abe, pero siempre con su expresión asustada e insegura.
- Esos pobres niños al fin tendrán una vida. - dijo Meredith fingía una expresión enfadada.
- Entonces vamos. -
El motor tronó y girando a la derecha desaparecieron en el bosque, la última cosa que se pudo notar fue el fulgor de los ojos rojos retrovisores del auto, que se desvanecieron en la vegetación más densa que un cabello encrespado.

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