martes, 4 de julio de 2017

Near death (Capítulo VI)

Capítulo VI

«Esto no es posible.» exclamó, estaba aterrorizado, es cierto, pero también estaba enfurecido. «¿Por qué me haces esto?» preguntó hacia el cielo, como si pudiera recibir una respuesta.
Bajó la cabeza e intentó individuar lo que le esperaba abajo, pero lo que vio fue solo el casi vacío que concluía ese escarpado precipicio, con una desmesurada vastedad de cándidos árboles y seguramente algunas piedras que le habrían pulverizado el cráneo. Levantó la cabeza y se oprimió aún más hacia el muro, golpeando su sien en él como si fuera una almohada, pero no lo era, y cerró los ojos como si una abeja de dimensiones ciclópeas lo hubiera picado.
«Dios santo.» estaba al punto de llorar. «¿Cómo salgo de esta situación?»
No tenía la más pálida idea y como si no bastara pensaba que por cualquier movimiento él hiciera lo habría arrastrado hacia su fosa. Se dio una bofetada, con la imaginación, debía calmarse y reflexionar. Buscar una manera para salvarse. Cosa había traído consigo, pensó, y su mente dibujó varios objetos. Una botella de agua, un libro, por cuanto fuera una rara acostumbre adoraba echarse en la nieve y relajarse con un buen libro, otro par de guantes, zapatos extra, unas barritas energéticas y…
“¿Cómo pude olvidarme?” se dio otra bofetada ficticia. “Mi celular.”
Permaneció inerte, observando sus manos que envolvían esas gélidas piedras, las cuales gracias a sus guantes percibía menos. Tomó unos fuertes respiros y apretó con más fuerza la roca de su mano izquierda, luego alejó la otra y, presionándose más hacia la pared, trató de alcanzar el cierre. Después de ligeras sacudidas consiguió a abrir una abertura e introdujo adentro su mano.
“La botella, ah, tal vez… No, es mi libro.” empezó a hurgar delicadamente. “Un momento, ¿dónde diablos están mis llaves? Maldición, acá están, casi me da un infarto. Oh, lo encontré.”
Delicados como había sido sus movimientos extrajo su celular y se lo llevó cerca de su rostro. La batería estaba casi descargada, pero para una llamada era suficiente. Sin embargo, la señal estaba pésima, dudaba entre una línea o ninguna. Suspiró. Levantó un poco más la mano, unos centímetros sobre su cabeza, y una línea se paralizó en la figura de la señal. Paralizó cada movimiento suyo y empezó a marcar los números, flemáticamente. Y por último, para que siguiera con esa señal, puso el altavoz.
«Nueve uno uno, ¿cuál es la emergencia?»
«Estoy bloqueado en un barranco, en la pared. No sé por cuanto aún podré resistir. Me encuentro en la montaña Softywhite, la montaña de los turistas, si no la conocen es famosa por sus pistas…» gritó.
«Señor, repita el lugar. La señal está mala.»
«Dios… Por favor. En la montaña Softywhite, en el precipicio del pendiente de la muerte. Se encuentra…»
«Softywhi…» la llamada se concluyó.
«¿Aló? Oh, no. ¿Aló? ¿Aló?» miró la pantalla. «Maldición, pero si no lo he movido.»
Una cruz centellaba ansiosamente en el icono de la señal. Había completamente desaparecido.

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