lunes, 30 de mayo de 2016

The unexpected meeting (Capítulo VI)

Capítulo VI

Meredith acercó la fría punta del cuchillo a su aflautada cicatriz y presionando levemente calcó aquella línea. El niño apretó vigorosamente los dientes y apartó su mirada hacia afuera, tratando de distraerse con el sediento panorama que se presentaba desfilando rápidamente como un video avanzado a la máxima velocidad. No obstante, en vano, una lágrima emergió de sus ojos, pero inmóviles y firmes se quedaron allí, como congelados.
La mujer, abierto aquella pequeña brecha siguiendo la dimensión de aquella cicatriz, introdujo su dedo y con delicadeza, como si temiera la estridente señal del juego operando, se acercó hacia el huésped no deseado que alojaba en la piel de aquel pobre muchacho. El chiquillo gimió y su cuerpo no pude no tener ligeros espasmos de sufrimiento, pero valientemente no lloró y no emitió ningún grito che habría sido justificado y recibido con lenidad.
Hastiada y arrepentida por lo que le estaba haciendo probar, Meredith acarició un pequeño objeto que se caracterizaba del resto de los componentes de su cuerpo y siempre con ambrosía poco a poco lo extrajo. El brazo del niño estremeció hasta el último momento, hasta cuando aquel intruso fue completamente expulso, y se deslizó en el asiento como un vestido sin colgador.
- Pásame la maleta de primeros auxilios, Andrew, rápido. - se apresuró a hablar la mujer mientras cuidaba con sus brazos el pobre muchacho casi sin conciencia.
- Está debajo de mi asiento, cógelo. - contestó Andrew, distraído por sus insistentes perseguidores, los cuales no parecían perder tiempo en aproximarse hacia ellos. - Cuando puedes pásame el chip. -
- Toma. - se lo pasó mientras con el otro brazo arrastraba la maleta hacia ella.
Andrew agarró el minúsculo objeto cuadrado y lo dejó patinar en el bolsillo de su pantalón.
- ¿Qué haces? ¿Por qué no lo arrojas? - preguntó Meredith confundida, desinfectando la herida y pidiendo disculpa al niño por cada mueca de dolor que se dibujaba en su rostro.
- No serviría a nada si lo arrojo ahora. Nos puedes ser útil para desviarlos de nosotros… - pensó a voz alta, apretando con fuerza el volante. - Si sólo pudiera hacer perder nuestros rastros por unos minutos. -
- ¿Y cómo piensas hacer? Parece que están ganando terreno. -
- Ya lo sé. - presionó con ira el pedal del acelerador que era ya al máximo, lleno de esperanza que pueda ser algo útil.
De hecho, como si nunca lo hubiera presionado, los autos negros tragaron casi toda la distancia que les separaban y avanzaron aún más. Andrew habría querido poner una marcha más si hubiera habido una posibilidad, al contrario tenía que soportar aquella mísera velocidad y esperar en un imprevisto ventajoso para ellos; tal vez habría debido comprar el otro vehículo más deportivo aquella vez, pensó.
Por última vez consideró los tres vehículos a sus espaldas, y por cuanto Andrew pudiera ser el tipo de persona que encuentra cualquiera solución para cada clase de problemas, empezó a pensar que tal vez era el momento de rendirse, ningún remedio se acercaba a sus engranajes casi fundidos. Comenzó a contemplar la idea de entregarlo a ellos y salir de aquella situación, pero luego recordó las palabras de su esposa y, como ella, sabía que serían matados por ellos igualmente. Meredith notó las preocupaciones del marido y con una nerviosa sonrisa llamó su atención.
- Cariño, tenemos que resistir hasta el último aliento. - dijo, tratando de mantener aquella sonrisa y no hacer ver su miedo.
Andrew la miró y devolvió la sonrisa, la cual fue disuelta cuando un proyectil atravesó el auto y zumbó hacia los asientos anteriores. Meredith chilló y Andrew, aferrando con seguridad y con terror el volante, empezó a serpentear, tratando de no ser un blanco fácil.
- ¡Bajen la cabeza! - gritó. “No era lo imprevisto que quería.” apretó su mandíbula.
- Señor, tengo una idea. - sugirió el niño.
Si fuera un niño normal, probablemente lo habría ignorado, pero él no lo era. - ¿Cuál? -
- Cuando están cerca, frena de golpe el auto. - dijo con voz casi firme, intentando de hacer ver que su plan habría funcionado.
- Y así terminamos directamente en sus garras. - soltó Andrew, no podía comprender sus intenciones.
- Todavía tengo algo de energía, podré usar mis poderes. - reveló con una segura señal de la cabeza.
Andrew permaneció pensando, acordando lo que había visto unos minutos antes. - O… ok. - asintió.
El hombre no habría tenido que hacer mucho para que el plan se acercara hacia el éxito, ya que los autos no se demoraron a alcanzarlos. El niño miró Andrew con un ademán de confirma, luego cerró los ojos y selló las manos en sí misma. Entretanto Andrew acercó su pie al pedal de los frenos y se quedó así esperando su seña. 
Entre las balas que cruzaban o golpeaban el auto y los chillidos de la mujer, el niño abrió los ojos de golpe y gritó al hombre. No obstante, Andrew se perdió en los ojos del niño que veía a través del espejo retrovisor del vehículo y, si su vista no se estuviera burlando de él, habría jurado que el color de sus ojos hubiera cambiado de celeste a amarillo dorado.
- Señor, ¡ahora! - gritó.
Andrew parpadeó y sacudió ligeramente su cabeza. - Sí. -
Abrazó fuertemente el volante y presionó el pedal del freno con violencia, con temor que algo saliera mal. El vehículo se clavó en la carretera y prosiguió por otros breves metros escabullendo las ruedas en el asfalto gris, como si se encontrara en una pista de hielo, delineando dos rayas más negras del petróleo.

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