lunes, 9 de mayo de 2016

The unexpected meeting (Capítulo III)

Capítulo III

Sus movimientos se bloquearon. Andrew observó su esposa apenada, en sus ojos vio su misma turbación, y acercándose al rostro del niño celó toda su curiosidad.
- Oye, quien sea que te dijo que no eres normal está equivocado. No… -
- Pero, yo no soy normal. - lo interrumpió, su respiro estaba perfectamente estable, como si nada hubiera ocurrido, como si aquel pesado jadeo que había tenido hacia aquel momento hubiera sido sólo una mala interpretación de la pareja.
- Q… ¿qué quieres decir? - su curiosidad volvió a iluminar sus ojos.
- Así me han creado. - contestó el chiquillo con tono sutil. - Querían crear armas humanas, han robado sigilosamente varios niños recién nacidos de sus propias madres, incluido yo mismo, y han empezado a hacer experimentos en nosotros modificando nuestro DNA. Nos han administrado varios líquidos extraños, nos han torturado y… -
- Espera un minuto, espera un minuto… esto es demasiado para creer… yo… - se quedó en silencio, la mujer parecía creer a las palabras pronunciadas casi en lágrimas por el niño y una expresión repugnante lo confirmaba.
- Deben creerme, pude escapar, pero me localizarán si no encuentro un escondrijo. - se enmudeció y miró hacia el camino por donde había llegado la pareja con su auto.
Ellos también imitaron su acción.
- Están llegando. - anunció el niño. - Tenemos que irnos, rápido. -
- Nadie está llegando, niño. - contestó Andrew.
- Cariño, ¿podría ser que esté en estado de shock? - averiguó Meredith.
- Dudo que el shock pueda hacerle decir esas cosas, pero tal vez tienes razón. - asintió absorto.
- Si no quieren ayudarme, suéltame y proseguiré yo solo por mi camino. - forcejeó entre los brazos de Andrew.
- Oye, no te muevas. - intentó contener sus movimientos.
- Suéltame, no quiero hacerte daño, suéltame. - pateando, sus movimientos aumentaron y de repente se petrificaron. - Están cerca. -
La pareja se volvió una segunda vez, sorprendidos de ejecutar tal acción. Sin embargo sus ojos incrédulos por las habladurías delirantes del niño vieron algo en la distancia que estaba a punto por llegar. Algo que permanecía ocultado a su vista que no podía igualar la de una aquila y sólo unos autos borrosos pudieron captar.
- Serán autos, estamos en una carretera. - comentó Andrew sin apartar su mirada de aquella imagen velada.
- Sí, y vinieron a por mí, por favor, entramos en tu auto y vámonos. - imploró.
- Sí, pero para ir al hospital. - contestó firme Andrew.
- Como quieras, pero rápido. - repitió, su cuerpo temblaba como un crío recién nacido.
El hombre posó gentilmente el niño en los asientos posteriores y dejó que su esposa tomara sitio junto a él, cerró la portezuela y fragmentos de vidrio de la ventana del carro que no se había salvado por el fuerte impacto cedieron en el asfalto gris, tintineando como dientes de xilófono. Antes de entrar en el auto miró otra vez hacia el camino por donde provenían, casi más claros, tres enormes vehículos negros.
El niño llamó su atención y una vez más le gritó de apresurarse. Andrew, deseoso de quitarse aquel peso que poco a poco estaba consumiendo su paciencia, subió en el auto e introdujo la llave. La giró y el motor hizo un ligero ruido sin fin, silbando como una serpiente furiosa.
- Ah, maldita sea. - suspiró Andrew. - El impacto ha dañado el auto, creo. - comentó girando varias veces la llave, alzando aquel silbido insistente.
- Te ruego, haz que se encienda. - aulló el niño.
- No te preocupes, tesoro. - dijo Meredith acariciándole la cabeza. - Unos minutos y verás que encenderá. -
- Creo que tendré que salir a controlar el… Oh, se encendió. - exclamó sorprendido Andrew.
El niño se volteó y observó afuera del auto, prensó con fuerza el asiento y su cuerpo empezó a estremecerse más de una gelatina durante un ataque sísmico. Meredith lo asió y lo apretó contra su pecho, tratando de tranquilizarlo y meciéndolo entre sus brazos. Sin embargo lo que más lo aterrorizada y lo turbaba de aquella manera era imposible de sosegar con un sencillo afecto destinado a los lactantes recién nacidos, pero aquel la pareja lo ignoraba.
- Rápido, rápido. - recalcó sin frenar sus movimientos agitados.
- Esos autos están muy cerca para que pueda entrar en la carretera, tengo que esperar que pasen. - lo actualizó Andrew.
- No, no, no, así me atraparán. - susurró mirando el vacío, como si todo lo que había hecho hasta ahora hubiera sido fútil.
Los tres vehículos oscuros como la noche recorrían la calle a toda prisa, como si escaparan de la misma muerte y, por lo tanto, no pasó mucho para que alcancen el auto de la pareja que acababa de despertar de aquel profundo sueño. Los autos zumbaron cerca de ellos y unos metros más adelante frenaron de golpe, marcando rayas negras en el asfalto. En aquel instante y en menos de un segundo el niño, amilanado como si viviera la peor de sus pesadillas, se escondió a los pies de los asientos traseros, rogando que no hagan una búsqueda meticulosa.

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