lunes, 16 de mayo de 2016

The unexpected meeting (Capítulo IV)

Capítulo IV

La pareja, caótica y trastornada por lo que estaba pasando, siguió con los ojos los movimientos de aquellos enigmáticos hombres que salía con sagacidad de los autos. Hombres vestidos de negros, casi como si hubieran querido asociarse a los vehículos, con pelo corto o contenido a nivel raso con bastante gel que lo hacía brillar como si hubieran derramado pequeños brillantes en su encima, se acercaron a la Chevrolet y el primero, más robusto y con expresión descarada, sacó una libreta de piel en la cual centellaba un documento que identificó su autoridad.
- Dígame, agente, ¿qué está pasando? - averiguó Andrew, inspeccionando aquel documento que fue escondido rápidamente.
- Es un normal control de seguridad, señor. Apague el auto, por favor. - informó el hombre con tono firme. - Imagino que se dio cuenta del acontecido, los daños presente en su auto subraya el hecho. -
- Así es. - asintió poco confiado, como si supiera que su objetivo verdadero fuera otra cosa.
Entretanto otros dos hombres estaban circundando el auto, como salvajes insaciables que rodean la presa, y adentraban sus miradas investigadoras en el interno. Afortunadamente Meredith había anticipadamente celado la presencia del niño con su larga y ancha falda teñida de colores de primavera, un momento antes que los hombres bajaran de los autos, aunque ella no podía imaginar la razón de su acción. Los hombres volvieron atrás y, cruzando el agente que había interpelado Andrew, negaron con la cabeza.
- ¿No vio nada que llamó sus atenciones? - investigó con convicción, como si hubiera ya encontrado lo que buscaba.
En la mente de Andrew empezaron a danzar las palabras pronunciadas con terror por el niño y una sincera verdad floreció dentro de él. - ¿Además de aquella explosión? - torció una ceja.
- No sea gracioso conmigo. - respondió con tono acerbo.
- Bueno, lo lastimo, agente, pero creo que toda mi atención fue capturada por esa explosión. - comentó.
- ¿La señora es su esposa? -
- Sí. - le echó un ojo por el espejo retrovisor.
- ¿Y por qué está sentada atrás? - preguntó con su única expresión invariable.
- Porque… me parece una pregunta bastante estúpida, como si nadie pudiera sentarse donde quiera… de todos modos… -
- Me golpeé la cabeza y me desmayé. Mi marido me colocó acá atrás mientras que estaba inconsciente y era su intención llevarme al hospital si ustedes no lo hubieran detenido. - disimuló una sonrisa cordial, pero poco persuasiva
De hecho el oficial permaneció observándola por unos largos minutos sin parpadear, como si su cerebro fuera una máquina de la verdad, después se enderezó y se volvió hacia Andrew.
- Por favor, abra el vagón de equipaje, señor. - ordenó educadamente, aunque su tono y una ceja suya casi arqueada daba el aspecto de lo contrario.
Andrew, con una sonrisa imprimida en su cara, bajó el brazo hasta debajo de su asiento, tiró una leva y un chasquido sonó detrás de su espalda. El hombre vestido de negro hizo señas con la cabeza a los dos tras suyo de vigilar la pareja y se dirigió atrás del auto. Durante el breve trayecto nunca apartó la mirada de Andrew y Meredith, esperando que una mínima invariación de sus expresiones pudiera facilitar su trabajo.
Andrew guiñó el ojo a los dos hombres con la mirada fija en ellos, como un perro de caza marcando la presa, y sin casi mover su boca preguntó a su esposa que habrían debido hacer si ellos hubieran ordenado de bajar del auto. La mujer no habló, además de no tener ni la mínima idea tenía el temor de hablar. Un chapoteo sordo les hizo sobresaltar, la mujer casi chilló, y el hombre volvió atrás parándose cerca de ella.
- Por favor, baje. - silbó.
- ¿Qué? - exclamó Meredith, su corazón latía como lo de un caballo
- Agente, como se permite. - tronó Andrew. - Mi esposa acaba de recuperarse y no creo que le haga bien ponerse en pie. -
- No pensaran que les creí, ¿verdad? - preguntó el hombre inclinando la cabeza. - Quería acabar con eso sin problema, sin tener que ocuparme también de ustedes. Ustedes han encontrado ese niño y nosotros lo sabemos. No traten de negarlo o de inventar otras necias excusas, porque el chip implantado en su cuerpo nos mostrará siempre donde está. - explicó con una sonrisa afectada.
- Andrew. - chilló Meredith entre dientes.
- Hemos estado muy cordiales con ustedes y ya que no quieren colaborar… - extrajo una pistola negra como su casaca. -… somos obligados a usar la fuerza. - apuntó la cabeza de Andrew.
- De acuerdo. - bajó levemente la mano hacia las llaves.
- Ah. - el hombre lo bloqueó con el chasquido del cañón de la pistola contra el metal del auto. - No haga acciones de las cuales podrías arrepentirse. -
- ¡Arranca! - gritó una voz aguda.
El hombre se movió súbitamente hacia atrás y con la pistola enfocó el niño que había emergido de la falda de la mujer. El chiquillo siguió con los ojos el rápido movimiento del agente, un movimiento que después de todo no era tan veloz.
Levantó y extendió las manos hacia él como si quisiera empujarlo, aterrorizado y traumatizado, su mente rememoraba traumas que surgía aunque él no quería. El hombre abrió de par en par los ojos, como si aquella acción lo pusiera nervioso o lo asustara, y sin dudar apretó el gatillo.

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