lunes, 22 de enero de 2018

Mortal love (Capítulo V)

Capítulo V

«Aquí está su pizza, muchachos», entabló Tom, llevando en las manos un enorme base circular de madera.
Todos los ojos de los demás se centraron en ellos, en la pizza. Un sonido de exclamación resonó por todo el restaurante. Entre ellos un sonido más melódico se diferenció, más largo y más fuerte. Era Addy.
«¿En serio? ¿Esto es para nosotros?», exclamó ella, sorprendida, sus ojos relucían.
«A los órdenes de Lucas», confirmó Tom.
Addy lo miró. «Lucas, pero…esto es genial, ¿por qué nunca lo hemos pensado?», estaba exaltada.
«Hay una primera vez para todo», asintió Lucas sonriendo, su corazón latían como un viejo despertador clásico a cuerda.
Addy cogió velozmente sus tenedores. «Yo hago los honores», aproximó el cuchillo a la pizza.
El corazón de Lucas se detuvo repentinamente. No lo había notado, todo lo que había organizado se iba a hacer añicos. La punta del cuchillo penetró el queso, la salsa de tomate y la masa, luego su hoja concluyó la primera acción. Lucas quiso arrancarse los pelos de su cabeza. ¿Qué tenía que hacer? ¿Avisarla y hacer un papelón o no decir nada y hacer como si nada hubiera pasado? Al fin si no se daba cuenta, nunca lo hubiera sabido. Sin embargo, había tan esperado ese día que…
«Pero… que raro, los salames...» entabló de improviso Addy. «Que raro corte…», giró un poco su cabeza, luego giró el plato un poco más hacia la derecha.
El corazón de Lucas volvió a latir de nuevo, estaba a punto de estallar, pero debía controlarse y tomó, silenciosamente, unos respiros profundos. Tenía que estar preparado, se incorporó silentemente.
«T-E-C-A-S-A-R… ¿Te casarías conmigo?», levantó súbitamente su mirada hacia Lucas, él ya no estaba sentado frente a ella.
Se volteó a su derecha, luego a su izquierda. Allí estaba, en rodillas, con una pequeña cajita abierta en 
sus manos. Algo resplandeciente surgió de su interno. Lucas la estaba mirando con una ingente sonrisa, la misma de un niño cuando le regalan un perro o cuando un adulto descubres de haber ganado a la lotería.
Los ojos de Addy se encendieron y se hicieron lúcidos. Llevó su mano a la boca y sofocó un chillido. Unas lágrimas empezaron a verter de sus ojos, dejando líneas brillosas a lo largo de sus mejillas, como si fuera purpurina. Sus manos temblaban, su cuerpo empezó a temblar.
«Lucas», susurró, su voz tiritaba, un agudo sonido interfirió con su tono.
«¿Qué opinas?», Lucas sonrió aún más.
Addy empezó a asentir, lentamente, luego siempre más rápidamente. «Sí, claro que sí», se lanzó súbitamente en sus brazos. Ambos cayeron en el piso. La cajita con el anillo rebotó dos veces y se deslizó bajo una mesa al lado. Un beso más largo de su historia había dejado todos los presentes en silencio y con el corazón en el puño. Lucas era el hombre más feliz del mundo. Desde entonces había tenido una vida perfecta, con ella a su lado. No habría podido pedir algo mejor.

Abrió los ojos y miró el cielo. Estaba oscuro, ya tendría que ser medianoche. Desde lejos vio una joven pareja, jovial y sonriente. Empezó a llorar.

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