lunes, 23 de octubre de 2017

Human error (Capítulo IV)

Capítulo IV

«Ya te lo dije, si te mueves recibes el puño.» gruñó un muchacho robusto, su cuerpo contenía más del cincuenta por ciento de grasa que de músculos, a cada palabra lavó el rostro del chiquillo más débil de la clase con escupitajos de saliva amarillentos. «Firme como una roca, te recomiendo.» tiró el puño a toda velocidad y se detuvo unos centímetros antes que su nariz se pudiera contraer hacia el interior, la piel de su brazo tembló como gelatina.
Amos, un ratón de biblioteca y un perfecto atleta en los videojuegos, cerró los ojos como si una abeja le hubiera hincado su mejilla y sobresaltó. Era lo que Amias había esperado, sabía que había permanecido inerte como una estatua, a pesar que supiera que no lo habría golpeado, pero ahora sí. Ahora lo habría hecho. Cerró de nuevo el puño y le asestó un puño sin detenerse en el brazo, el cual estaba delgado cuanto el viejo cucharón de su abuela, sin un estrato de musculo que le podría ablandar el golpe. Amias carcajeó a toda fuerza.
«Por favor, muchachos, siéntense.» gritó alguien, irreconocible, su voz no podía destacarse entre los griteríos divertidos.
«¡Está llegando!» gritó Anderson ignorando y callando el otro grito, era el rey de las bromas. «¡Cógelo!» tiró su aeroplano, hecho con el último examen del otro día.
El aeroplano se precipitó a toda velocidad, como si fuera un aeroplano real, como si una mano lo estuviera transportando hacia la otra extremidad del bus, aterrizando en las manos de su brazo derecho, Abraham. Anderson y él se lo intercambiaron una treintena de veces antes que un estremecimiento moviera el bus. Estaban entrando sobre la diga. Las grietas se habían desparramado como raíces.

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