lunes, 2 de octubre de 2017

Human error (Capítulo I)

Capìtulo I

El ciclo de la vida, animada o inanimada que sea, siempre posee un final. El tiempo es insignificante, nada es infinito. Y la mayor parte de las veces, si un objeto con un rol importante alcanza anticipadamente su final es culpa del hombre y de su escasa atención y seguridad en construirlo, además de las manutenciones cotidianas incumplidas. Estas fueron las causas por la cual una grieta empezó a formarse en la diga de Suarez, una pequeña ciudad exiliada del bullicioso ruido y de la abyecta criminalidad de las verdaderas inmensas ciudades cuya palabra es incapaz de abarcar su ciclópea vastedad.
Esa grieta por el momento era solo una línea en zigzag de tres metros, una sola, desde lejos imperceptible, mientras de cerca tomaba la apariencia de una fresca herida cicatrizada. De ella se estaba silenciosamente derramando un transparente fluido, delicadamente y perezosamente, un llanto controlado que ninguno era capaz de darse cuenta. Un llanto que pronto habría caído a cántaros. Una segunda línea empezó a desalojarse de la primera.
Por encima de la diga había una pista de dos carriles y, aunque pocos autos las recorrían, esa era la hora más transitado, una cola de máximo veinte vehículos por carril, muchos para un lugar aislado. Y entre los varios vehículos un bus con treinta muchachos de la secundaria pronto lo habría enfilado para alcanzar el lugar elegido para su viaje escolar.
La segunda línea se alargó unos centímetros más, serpenteando. De ella empezó a discurrir otro fluido transparente.

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