lunes, 11 de abril de 2016

Amnesia (Capítulo XII)

Capítulo XII 

Ningún disparo resonó. El hombre probó varias veces en su intento, sin embargo el gatillo parecía obstruido. Paul rápidamente le aprisionó la muñeca y la batió en el frío piso, su mano soltó el arma y se deslizó unos metros de ellos.
Con grande furia le molió otro puño en su rostro desfigurado y con una sonrisa satisfecha dijo: - Te lo dije, no moriré antes de haberme vengado. Y la próxima vez cerciórate que no tenga el seguro. - afirmó con otro puño.
El hombre con la cicatriz, como si aquellos golpes hubieran sido ligeros como bofetadas, con mayor rapidez levantó el brazo e introdujo dos dedos dentro la herida de Paul. Aquella pequeña cavidad empezó arderle inmensamente, creía que su cuerpo estuviera incendiado aunque ninguna llama revoloteaba danzando en él.
Paul gritó y apretó los dientes, su cuerpo no respondìa a sus mandos y poco a poco se quedó inmóvil, excepto algunas convulsiones de dolor. Con aquella ocasión el hombre tendido en el suelo lo sacó de su encima y lo empujó. Paul se quedó inerte en el suelo, casi sin conciencia y con gran jadeo. El hombre con la cicatriz recogió la pistola y con la otra mano agarró los cabellos de aquella pobre víctima empapada de sudor. Lo arrastró por el suelo rígido y gélido de la casa hasta que no llegó frente a sus otras víctimas.
Con toda su fuerza levantó casi en el aire el cuerpo de Paul y lo lanzó sobre el cadáver del sheriff. Se volvió y regresó frente a la señora Anderson, la cual ya estaba a un paso de la muerte, le quedaba solo un hilo de vida.
- He perdido demasiado tiempo. - quitó el seguro de la pistola y la colocó gentilmente en el sien manchado de sangre de la señora. - Gracias de la junta. - se volvió hacia Paul.
- ¡No! - gritó el señor Anderson. - Mátame a mí en su lugar. -
- No te preocupes, a ti también te mataré, pero si quieres anticiparla… - cambió blanco.
- No… o. - susurró la señora Anderson, una lágrimas pareció limpiarle su mejilla tiznada de sangre.
- Señor Anderson, el decoro, ¿no es mejor dar precedencia a las mujeres? - volteó la pistola.
Su índice empezó a ceñir el gatillo cuanto algo lo golpeó y lo hizo caer en el suelo. Un peso casi muerto rodeaba el hombre con la cicatriz, como una serpiente y su presa, aunque sus fuerzas eran débiles como un sople de aire.
- Tengo que matarte, entonces. - tronó.
El hombre empezó a golpear la cabeza de Paul con el mango de la pistola y él, por cuanto quería resistir, comenzó poco a poco a dejar el agarre. Una vez libre con sus movimientos el hombre dirigió el cañón de la pistola hacia Paul, el cual, entorpecido por aquellos recientes golpes sufridos cruelmente, lo aferró y trató de dominar la fuerza del hombre con la cicatriz, intentando de mover la pistola hacia su pecho. A su desventaja, además, se agregaba también su herida y la cantidad de sangre que había perdido hasta ahora.
Por lo tanto, trastornado por el dolor y aturdido por la falta de hemoglobina fue empujado hacia atrás con la rodilla y, no pudiendo llamar en su ayuda otra energía más, aquel fue su último acto de héroe. El hombre con la cicatriz se incorporó, aún más furioso, y levantando la mano que tenía la pistola apuntó el rostro de Paul. Apretó sus dientes con una desagradable mueca.
- Ya me cansaste. - apretó el gatillo.
Un disparo resonó en las orejas de todos los presentes, un ruido bestial que se explayó hacia sus mentes y dejó intuir lo que acababa de ocurrir. El cuerpo de Paul se prolongó por completo hacia atrás y se quedó tendido en el suelo.
El hombre con la cicatriz hizo un paso hacia adelante, luego retrocedió. Su cuerpo instable trataba dirigirse hacia Paul, pero algo lo detenía. Luchaba por respirar y un líquido rojizo menguaba por sus labios.
- ¡Suelta el arma! - tronó una voz en el umbral de la habitación.
Paul, con el corazón casi inmóvil, se volvió hacia aquel hombre que acababa de entrar y con los ojos aterrorizados de lo que había escapado, individuó otras personas detrás de él. Aliviado y con el corazón que poco a poco volvía a latir en su sitio, reconoció la persona que lo había salvado.
- N… no creía… estar tan feliz de verte… arreste ese hombre… el… -
Una fuerte presión cubrió el cuerpo de Paul, aquel cuerpo trastornado y herido por aquella rígida pelea. Oyó unos pasos acercarse a él y a alguien farfullar unas palabras, pero el silencio prevaleció aquellos sonidos.

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