lunes, 11 de julio de 2016

The unexpected meeting (Capítulo XII)

Capítulo XII

- Pero… ¿qué significa esto? - dijo el chiquillo acercándose a la pared que se encontraba a la entrada de aquel edificio, gracias al roedor y al chip, lo había encontrado en un tiempo menor respecto a lo que había calculado Andrew. - ¿Me estás diciendo que está dentro de la pared? - habló con el dispositivos que tenía entre sus pequeñas e indecorosas manos, tanteando la pared frente a él. 
De repente el indicador del chip empezó a moverse, alejándose aún más del recio niño, el cual lo siguió e una vez cerca arrojó un puño a la pared. El cual se rompió como si fuera la tela de una pintura. La luz externa penetró rápidamente como un relámpago atraído por el metal, desgarrando como rasguño aquella densa oscuridad que hace unos segundos fluctuaba allí dentro, y con asombro notó que en aquel miserable espacio en el cual habría podido entrar una pila de libros, no había nadie. Empero el indicador señalaba que alguien o algo había. 
Con las manos siguió a desmantelar la pared, destruyendo los ejes como si fueran de cartón, y permitiendo a la luz de entrar con toda su refulgencia, ningún rastro de aquella oscuridad permaneció. Una tarea que le robó sólo medio minuto y al fin pude ver con sus ojos, entre el polvo y el sucio que había alzado con su obra de derrotista, un pequeño y trémulo roedor atrapado, desorientado por aquel caos ruinoso. 
Además advirtió una minúscula luz relumbrante provenir del cuerpo del ratón, notando que había un objeto amarrado en él. En la pantalla del dispositivo notó que la ubicación que señalaba era la misma en el cual se encontraba el animal. Enfurecido pulverizó con sus manos el aparato como si fuera una galleta de pasta seca, después un largo siseo llamó su atención y cogió la radiocomunicación que tenía en el bolsillo de sus pequeños vaqueros. 
- ¿Los encontraste? - tronó el agente Turner, por su tono parecía molesto. 
- No. El chip ya no sirve. Lo han extraído de su cuerpo. - contestó neutro el joven chico, al menos así trataba de ser. 
- ¿Cosa? ¿Y qué hiciste con ese hombre? - preguntó cabreado. 
- Creo que está muerto, ¿no lo escuchaste tú mismo? - cerró los puños, con mucha fuerza. - ¿Por qué me pusiste ese micrófono en mi ropa si luego no prestas atención a lo que podrías oír? - 
- ¿Qué cosa? ¿Mataste nuestro único informador? ¿Estás loco? ¿Porque no lo hiciste hablar antes? - su tono de voz era alta, tan alta que los oídos de sus hombres sentados a su lados sobresaltaron. 
- He probado, pregunta a tus hombres. Alguien de ustedes de seguro habrá escuchado. Al menos uno más inteligente de ti. - contestó rudo. 
- Maldito mocoso. Respecta a tus superiores. - gritó, su voz era aún más alta que creó altas frecuencia de sonidos estorbados. - Bloquen cada escapatoria de esta ciudad, cualquier movimiento de parte de ellos será huir, ahora que él no tiene el chip y esto le da un paso adelante para que lo consigan. X-5, te espero acá abajo, muévete y trae el cuerpo de aquel hombre. Puede siempre servirnos aunque esté muerto. - ordenó. 
- Sus órdenes, señor. - murmuró con una expresión de repulsión. 
- Señor, un nuestro hombre pudo identificar el experimento x-4 y la mujer adentro de un auto. - refirió el agente en el asiento de conductor. 
- Perfecto. Ordénale de detener el auto, con cualquier medio. - tronó, jovial por la noticia que había querido recibir hace tiempo. 
- Ehm… señor, hay un problema. Fueron vistos, pero están zumbando a toda velocidad hacia la salida norte de la ciudad. - dijo, preparándose a la reacción del agente Turner y alejándose por lo que podía de él. 
- Maldición, ¿qué esperan? Refiere que si no quieren perder su lugar y encontrar otro trabajo que los humilie por toda la vida y también después de la muerte, más le vale que lleven a cabo mi orden. Con cualquier medio, maldición. - tronó, varias venas estaban a punto de explotar en su rostro. - No es posible que se vayan sin él. - comentó entre dientes. 
- Un momento… por alguna razón hizo inversión y está volviendo atrás. - repitió la última frase propio como le habían referido. 
- Pásamelos.- ordenó y el agente le entregó rápidamente la radio, como un parpadeo. - No los pierdan de vista. Permanezcan atrás de ellos y si tratan de volver atrás, deténganlos. Sólo si tratan de volver atrás, el resto déjalo a nosotros. - ordenó, su sonrisa era más enfática de la de un niño. 
- Recibido. - contestó un hombre. 
De repente la portilla posterior se abrió y un cuerpo voló hacia el interno, después una pequeña figura entró y se sentó junto a él. 
- Tengo por ti otra misión, x-5, y esta vez no la arruines. - dijo el agente Turner, su sonrisa iluminaba el interno del auto. - Vamos, dirígete hacia ellos. - lanzó una mirada fulminante al conductor, su mente estaba ya con el experimento x-4 en sus manos.
El agente encendió el motor y se precipitó a toda velocidad fuera del callejón, zigzagueando entre los vehículos casi parados por el deslumbrante tráfico. Gracias a la velocidad con la cual los dos autos se apresuraban, tanto de Meredith como del agente Turner, devorando aquella distancia que los separaban como la última tajada de pizza en familia y, siguiendo la descripción que le comunicaron, pudo individuar el vehículo de ella, estaba yendo hacia sus brazos. 
- Alístate, x-5, cuando te daremos el orden tu tendrás que saltar afuera del auto y emplazarte frente a ellos. Tendrás sólo una posibilidad, no dispérsala como hiciste antes. - sus ojos habría podido disolver cualquier metal si la misión hubiera fracasado. 
- Arresta el auto y no me jodas. Yo pensaré a llevar a cabo la misión. - murmuró ácidamente el chiquillo, sin mirarlo, como si estuviera intimidado de él. 
Los autos que ocupaban la misma vía que ellos recorrían, aclamaron sus peligrosos movimientos con ininterrumpidos y persistentes claxon que consiguieron diferenciarse con el ruido ensordecedor de aquella ciudad y para ser seguros de ser notados centellearon sus faros, sin embargo frente a aquella fulgente ciudad fueron casi invisibles, como una luciérnaga en un día radiante. Pero la pobre Meredith proseguía a pesar de aquellos insultos que se pronunciaban a través de aquellos agudos claxon y no podía ignorarlos, la rendían nerviosa, quería llorar como una niña que es reprendida, pero soportando continuó. Y fue en aquel momento que notó, mientras avanzaba, otro de esos vehículos negros en la pista opuesta que corría como un león hacia su presa. 
El auto negro frenó frente a ellos como si hubiera una angosta curva invisible, una portera se abrió y un perfil saltó afuera del vehículo. Mientras aterrizaba en el asfalto, creando un pequeño cráter, el agente Turner permaneció a observar con una sonrisa fervorosa el espectáculo que él mismo había montado. La pobre mujer, que no era una buena conductora, no se dio cuenta en tiempo de aquella silueta que había aparecido frente a ella y por consiguiente no fue capaz de reaccionar en tiempo, como la captura de una fotografía, la expresión capturada sería permanecida tal.

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