lunes, 6 de febrero de 2017

The unknown (Capítulo X)

Capítulo X

Se establecieron en la cocina, se dispusieron alrededor de una alacena modular ubicado en el centro de ella, la encimera era de mármol, liso como un espejo, y apuntaron el haz de sus luces hacia las entradas. Eran tres, un arco, que comunicaba la sala con la cocina, otro en el pasadizo con la cocina y una puerta que llevaba probablemente a una despensa. Las ventanas estaban bien atrincheradas, obviamente habría podido entrar como había hecho en el piso de arriba, pero el ruido que habría provocado lo habría anunciado en tiempo.
- Esta espera nos matará a todos. - dijo Absalom, mordiéndose las uñas, era un pequeño vicio desde cuando era un niño. - ¿Por qué no acabamos con esa cosa y vamos a eliminarlo? Sin dividirnos, obviamente. - lanzó una mirada a Abraham.
- Podría ser una idea efectivamente, pero no sabemos dónde está. ¿Y si mientras vamos nos ataca por detrás? Ustedes poseen una escopeta, pero nosotros solo estos cuchillos. - objetó Acacia, se había hecho más resoluta de la última vez que había llorado, para Adam, probablemente se había dado cuenta que si se hacía influenciar tan fácilmente no habría sobrevivido.
- Podemos pensar a una buena alineación, una decente técnica para que en alguna manera no seamos una presa fácil, para no hacernos mostrar indefensos. - declaró Abraham.
- ¿Cuál? - todos colgaban de sus labios, hasta Ace estaba interesado a su futura idea.
- Veamos… Tenemos dos escopeta, por lo tantos si disponemos uno adelante y uno atrás tendríamos más defensa de los ataques a lo lejos. - explicó dibujando su plan en el aire. - Y nosotros completaríamos el círculo. Las paredes a los lados nos tutelarán, seremos más vulnerables cuando encontraremos cuartos, puertas o ventanas, cualquier espacio vacío. -
- Bueno, para evitar que nos ataque con más facilidad, podría funcionar. - aprobó Ace.
- Entonces, en serio, matémoslo, así podríamos al fin estar a salvo. Por favor. - comentó Absalom, más que todo rogó.
Los destellos siguieron apareciendo y apareciendo, pero eran ligeramente menos perceptibles de antes y seguramente ya no limitaba su vista. La lluvia había dejado de menguar y esos necios repiqueteos, como el tocar insistente de un testigo de Jehová a la puerta, habían cesado. Y es por eso que pensaron que, probablemente, era por esa razón por la cual ese sonido, ese escalofriante sonido, que salía de la boca de ese ser se sintiera tan cercano, como si estuviera sobre sus cabezas.
- ¿Quién se ubica hacia adelante? - preguntó Absalom.
- Alguien que sepa disparar, preferiblemente. - esta vez fue Abraham a lanzar una mirada hacia Absalom.
- Hacía antes a decir mi nombre, muchacho. - Ace se puso adelante.
Abraham se colocó a la izquierda de él, hacia atrás, con la intención de formar un círculo oval con quien habría seguido después de él. Los chicos se volvieron hacia las chicas, contrajeron la frente. Y asimismo se comportò Acacia, pero solo porque no conseguía comprender esas miradas. Se volvió hacia Abilene y solo en esa manera su expresión imitó la de ellos.
No estaba. Había desaparecido silenciosamente, como un rata. Y la cosa peor era que nadie se había dado cuenta, ni ella, Acacia, la cual había estado a su lado todo ese tiempo, más de ellos. No se habría movido por su cuenta y no habría podido ser obra de ese ser. Todos se habrían dado cuenta.
- ¡Abilene! - gritó Acacia, su mirada estaba aterrorizada.
- ¿Cómo diablo es posible? - gritó Absalom, apuntando la escopeta hacia todos lados.
Abraham sacudió su cabeza, rápidamente.
- Si esto es posible, ya estamos muertos. - murmulló Ace, su mano temblaba ligeramente.
- Abilene, Abilene. ¿Dónde estás? - la llamó ella, sin moverse de su lugar, el terror había vuelto en ella.
A la tercera llamada, cuando todos empezaron a llamarla, una densa gota, caliente y espesa, cayó del techo y humedeció la espalda izquierda de Acacia. La miró y la acarició, sus dedos se matizaron de rojo. Su mano empezó a temblar y lánguidamente levantó la cabeza. Desorbitó sus ojos.

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