lunes, 13 de febrero de 2017

The unknown (Capítulo XI)

Capítulo XI

La muchacha estaba levitando sobre sus cabezas, de su pecho escurría una inmensa cantidad de sangre, tanto que su polo blanco de encaje en el profuso escote se había impregnado de ese denso y compacto líquido que la sobrecargaba. Obviamente no era un truco de magia mal salido, algo emergía de su estómago. Una garra de cuatros largos y huesudos dedos, o uñas, detalle que en ese momento era difícil de examinar, era vestida por el sangre como si fuera un guante de piel carmesí. Detrás de ella había una grande silueta tendida en el techo, como un lagarto en espera de algún mosquito. Levantaron sus linternas.
Su movimiento fue más súbito de ellos. Con un único movimiento rápido, lanzó el cuerpo de Abilene hacia el anciano y los muchachos, aún con el corazón latiendo. Sus ligeros latidos eran suficientes para mostrar que estuviera aún con vida. Dos linternas cayeron en el piso, la luz que quedó, que habría podido alumbrar por fin el ser, tanto para darle una forma concreta, real, y que tal vez habría disminuido el terror que probaban, habría sido suficiente si no hubiera sido canalizada hacia la dirección en la cual cayó el cuerpo de Abilene, ocultando una vez más el ser detrás de la oscuridad.
Abraham y Absalom cayeron hacia atrás, sus cabezas estuvieron en riesgo de sufrir serios daños, mientras Ace pensó de quitarse en tiempo, pero la velocidad con la cual había sido lanzado lo anticipó y lo empujó, haciéndolo deslizar dulcemente en el piso. El cuerpo rebotó en ellos como una pelota desinflada y acabó en la rígida madera del piso, rociando aún más sangre de lo que ya había perdido. El piso se envileció de sangre, como si hubiera crecido del moho rojizo, y se hubiera expandida velozmente. El cadáver se quedó como una araña encogida.
- Mierda. - gritó Absalom.
Abraham retrocedió, empujándose con los pies, pateando como loco.
- Ilumina arriba, muchacha, rápido. - tronó Ace, levantándose y mirando hacia el techo.
La muchacha sobresaltó, abriendo de par en par los ojos se acordó que el ser aún estaba propio encima de ellos y levantó el haz de luz. El techo volvió relumbrante como si fuera de día, pero ninguna silueta, nada de negro y espeluznante les esperaba. Había desaparecido de nuevo.
- Oh, Dios mío, oh, Dios mío. - cuchicheó Acacia, su cuerpo temblaba, su mente había alcanzado el límite.
Abraham se quedó a mirar el cuerpo retorcido de Abilene, estaba muerta, la cual ya era irreconocible. La sangre le había modificado la expresión, la última que había podido exteriorizar. Aterrada y con los dos orificios abiertos de par en par, boca y ojos, como si la hubieran paralizada con una especie de brujería.
- Seremos los próximos. - parloteó Acacia, la luz de la linterna ya no era estable.
Se deslizó de su mano, como el cuchillo. Sus manos se ciñeron en su cabeza y se acurrucó en sí. Quería rendirse, quería que el ser la matara en ese momento y no deber esperar su repentina hora. No sin saber por donde habría sido atacada.
De improviso alejó la mano de sus lisos pelos y aferró el cuchillo. Lo llevó rápidamente hacia su garganta. Lo habría hecho. Estaba lista para quitarse la vida con sus mismas manos, en cambio de acabar en sus garras y terminar como su amiga, que por su rostro se notaba que había sufrido tanto que quemar viva habría sido mejor.

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