martes, 21 de marzo de 2017

The unknown (Capítulo XV)

Capítulo XV

Sintieron como una falta de aire, un ahogamiento. Se volvieron casi súbitamente, con terror. También Ace. Unas garras se asomaban de la puerta, del cuello de Absalom, vadeándolo con esas clarividentes y sutiles uñas, como una manzana atravesada por una flecha. La linterna cayó en el suelo, mientras la escopeta, aún en sus manos, empezó a temblar, el cañón tamborileó en su pierna. Sus ojos estaban abiertos de par en par, su boca se abría y se cerraba apenas, tiritando, como si tuviera frío.
Sin embargo, a pesar que estuviera al punto de morir, valorizó sus últimos actos de vida y revocó su coraje que hasta ese momento había permanecido vacilante y basculante, casi como el miedo de hablar en un amplio público, y, apretando su agarre en la escopeta, trató de dirigirlo hacia el interno, donde el ser yacía ocultado silentemente. También Ace trató de actuar rápidamente y se movió súbitamente hacia el pobre Absalom, listo para disparar a la criatura, aunque no lo veía. Sin embargo, ninguno de los dos disparó. Aún antes que Ace hiciera por lo menos dos pasos, el cuerpo de Absalom fue absorbido hacia el interior, aún antes que el cañón de la escopeta pudiera ver las tinieblas de la casa. Al fin, la vida de Absalom se concluyó, pero con último acto de héroe. Dejó prontamente la escopeta, antes que él también pudiera seguirlo adentro. Ace se arrestó delante de la puerta y disparó a ciegas. Dos disparos, luego se detuvo y apretó los dientes.
- ¡No! ¡No! ¡Absalom! - gritó Acacia, corriendo hacia el umbral de la casa.
Abraham la detuvo. - Espera, pondrás tu vida en peligro si entras adentro. -
- Déjame, no puedo abandonarlo. - chilló, sacudiéndose de él.
Aunque poseía la apariencia de un muchacho enjuto y canijo, su fuerza probaba increíblemente el contrario y pudo detener la muchacha. Solo aumentó un poco más la fuerza.
- Acacia, razona, está muerto. No podrás hacer nada para salvarlo. Si entras, no volverás. -
La muchacha se detuvo, sus ojos se llenaron de lágrimas. - Ab… - empezó a sollozar, se volvió y escondió su rostro nuevamente en el pecho de Abraham.
- Lo lamento. - susurró, su corazón latía con más rapidez, sabía que no era el momento para esas cosas.
Ace se agachó y cogió la escopeta que Absalom había voluntariamente cedido a ellos, después se acercó a los chicos y a regañadientes les dijo lo que en ese momento predominaba su salvación.
- Muchacho, coge el arma y movámonos. No tenemos tiempo para conmemorar las perdidas. - dijo, pasándole la escopeta.
Abraham alargó el brazo y la cogió, Acacia, aún acurrucada en su pecho, continuó llorando, bloqueándole sus movimientos. Abraham la alejó finamente y melifluamente y la miró directamente hacia los ojos.
Le pasó su linterna. - Debemos irnos de acá, sigue luchando para sobrevivir. Hazlo para tu hermano, para tus padres. No permitas que tengan otra perdida. - le dijo, lanzando unos vistazos hacia el interior.
Unas gotas de sangre se encontraban cerca del umbral, hechas visible por la linterna de Absalom. Unos briosos escalofríos lo atacaron fríamente. Saber que el ser podía salir de un momento al otro y asesinar uno de ellos como ya había hecho y sin que ellos se dieran cuenta, lo aterrorizaba a muerte. Era un cobarde, todos los que lo conocían lo sabían, pero al mismo tiempo sabía ser resuelto.
Se agachó rápidamente y cogió la linterna de Absalom, retrocediendo súbitamente de ese umbral medio devorado por la oscuridad. Cuando se encontró a una distancia lo suficientemente segura, prolongó la luz hacia el interior y, tragando saliva, observó lo que se ocultaba en él.

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