lunes, 27 de marzo de 2017

The unknown (Capítulo XVI)

Capítulo XVI

Un cuerpo yacía más allá del umbral de la casa. Era Absalom, tendido sobre su estómago en un charco de sangre grande cuanto su cabeza, que ahora se encontraba en un sueño eterno. Su rostro, su última expresión de sobrecogimiento, era visible solo por el lado oscuro de la habitación.
- Vamos. - también Ace había echado un ojo adentro, su estómago había digerido también esa escena.
Al fin se marcharon, un ligero estrépito proveniente del cielo ensordeció sus primeros pasos. Algunas gotas menguaron del cielo, la lluvia estaba a punto de presentarse de nuevo, su llegada era inminente, varios destellos relampagueantes la estaban anunciado, como los redobles de tambor. Cada uno poseía una linterna. La más indefensa de ellos había sido ubicada en el centro del grupo, bajo la protección de los únicos hombres restantes.
El viento no era fuerte, pero soplaba suficientemente fuerte para crear fastidiosos e inquietantes zumbidos que les hacían creer que el ser pudiera estar allí afuera esperándolos. Pero no era el único factor que suscitaba esa sugestión. Sombras rodeaban cautamente a su alrededor, ocultadas por la frondosa vegetación, pero no suficientemente fragorosas de percibir su presencia.
- ¿Y se hubieran otros como él? - susurró Abraham, tragando saliva.
Nadie contestó. Ace ralentizó su paso por unos segundos, la muchacha miró hacia el bosque, sus ojos reflejaron su terror en el ápice, pero sin detenerse, sin arrestarse y sin dejar que las palabras de Abraham se cumplieran, siguieron hacia el auto. A pesar de las sombras, los truenos, los relámpagos y la lluvia llegaron sin interrupciones, sin un cadáver de más. Sin embargo, cuando Ace introdujo la llave en la cerradura de la portezuela del vehículo, un siseo, como una persona que alienta, se anunció de la parte opuesta del auto.
Levantaron la mirada. Una inquietante sombra estaba erguida, inerte, observándolos como si los estuviera espiando sin importancia de ser visto. Un repentino destello lo alumbró, una horrible figura deformada, difícil de darle una descripción infantil, apareció frente a ellos. Ahora, las linternas ya no habrían servido, después de lo que vieron no las habrían usado sobre él.
- ¿Qué hacemos? - susurró Abraham, observando esa silueta de nuevo ocultada por la oscuridad.
- Estate pronto a disparar no apenas abro el auto, después entramos de inmediato. - planificó rápidamente Ace, con los ojos fijos hacia la presunta mirada de la criatura.
Abraham asintió. El anciano giró lentamente la llave, gotas de sudor menguaron de su frente, de sus sienes. Sentía el respiro de esa cosa cerca de él, como si estuviera detrás de él, casi como si percibiera sus frías y rígidas uñas en su cuerpo. El auto estaba a punto de abrirse, el muchacho debía ser preciso, no tenía que hacerse huir ni un segundo.
- Ahora. - gritó a voz baja.
Abraham levantó la escopeta, Acacia y Ace abrieron las portezuelas. Disparó. Ellos entraron. La criatura evaporó como un espectro. Se lo habían imaginado, quería solo distraerlo. Ace la puso en marcha, Abraham se zambulló dentro del auto. Sin embargo, propio en el momento que su cuerpo estaba a punto de desaparecer adentro del vehículo, advirtió una gélida punzada en su tobillo, como cuchillos que penetran en su piel y acarician su hueso. Se volvió inmediatamente, espantado, ojos dorados, penetrantes, fríos y espeluznantes lo estaban observando fijamente.

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