lunes, 3 de abril de 2017

The unknown (Capítulo XVII)

Capítulo XVII

Gritó, gritó hasta que su voz no empezó a cartearle la garganta, a limarla. Junto a él gritó también Acacia, una voz aguda, perfecta para una ópera lírica. La muchacha trató levantar la linterna, quería afirmar que no fuera lo que su imaginación le estaba sugestionado, una imaginación ya contaminada, o simplemente quería poder ver de nuevo ese horrible aspecto y alterar aún más el latido de su corazón.
Abraham se agitó, intentó golpearlo con su única pierna libre. Pero, el ser apretó con más fuerza y lo paralizó de inmediato por el dolor. Cerró los dientes, su cabeza se levantó súbitamente. En ese momento entrevió Acacia que estaba prolongando la luz hacia la criatura. Él le gritó de detenerse. Abraham estaba más decidido, no quería absolutamente ver de nuevo la criatura, ese rostro que le había casi causado de cagarse en los pantalones. Sin embargo, ella no lo escuchó, su curiosidad medrosa movió sus movimientos, hacia esa apariencia horrorosamente surreal.
Un disparo se confundió con el rugido de la tormenta. El anciano Ace había logrado ser más rápido de la muchacha, pero no lo suficiente para atrapar la criatura. Ella dejó inmediatamente el tobillo y desapareció de nuevo en la oscuridad. Abraham no perdió la ocasión y con algunas lágrimas en los ojos, entró adentro y cerró la portezuela con fuerza, el sonido fue tan fuerte que camufló otro que habrían descubierto en un segundo momento.
Ace apretó el acelerador. El auto partió y se alejó a toda prisa de la casa. Suspiraron, por un momento no lo creyeron, pero cuando el auto recorrió algunos metros más, suspiraron de nuevo.
Fue el exacto momento en el cual la muchacha preguntó: - ¿Se acabó? - cuando improvisamente algo penetró por el techo del auto y causó un profundo corte en el brazo derecho del conductor. Ace apretó los dientes y asfixió un gemido. El auto viró bruscamente casi hacia afuera del sendero, pero Ace, óptimo conductor como lo era estado, retomó el control. Abraham no lo pensó dos veces, cogió la escopeta y disparó unos golpes hacia el techo del auto.
Los ojos de los presentes desorbitaron al oír un gemido deformado, como el sonido que podría emanar un disco de vinilo arruinado con el tiempo, y al ver un cuerpo volar frente de ellos. Ace detuvo de golpe el auto y sus ojos se apuntaron sobre ese cuerpo que lucía inerte, propio como un cadáver. Como lo eran Abilene y Absalom.
- ¿Lo... lo mataste? - preguntó Acacia, balbuceando, no lo habría creído fácilmente.
- No lo sé. - sus gestos hablaron para él.
Ace parpadeó, hasta ese momento habría creído que fuera imposible matarlo, pero se recuperó y volvió razonable como su aspecto lo había descrito desde un inicio.
- No es mi intención verificarlo, vámonos de acá. -
Aceleró nuevamente, pasando sobre el cuerpo de ser, los tres sobresaltaron, y procedió a lo largo del sendero. El área fue iluminada por otro rayo. Ninguno se había dado cuenta, ahora se sentían a salvo, pero el relámpago había alumbrado múltiples siluetas ocultadas entre los árboles, haciéndolos más nítidos y bien detallados, todos similares entre ellos, iguales a la criatura muerta.

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