lunes, 13 de junio de 2016

The unexpected meeting (Capítulo VIII)

Capítulo VIII

Después de un par de horas huyendo de lo que ya no parecía seguirlos, se aproximaron a alcanzar la ciudad más cerca, dos kilometro desde el lugar en el cual se encontraban. Tan cerca que se podía notar la inmensa y seductora luz artificial que ascendía desde la ciudad y se propagaba hasta el cielo casi completamente oscurecido, arrasando la existencia de varias estrellas, también las más radiantes.
- Ya casi llegamos, no apenas tengo la posibilidad esconderé el chip en algo que les pueda tener ocupado por un rato. - anunció, mirando una vez más el espejo retrovisor.
La mujer asintió. Durante aquel viaje el chiquillo se había acostado en los brazos y como si fuera los de Morfeo se había dormitado, percibir el afecto que Meredith había conseguido transmitirle lo había ayudado para que se relaje. Meredith pensó que tal vez era la primera vez que aquel niño tan joven disfrutaba de un sueño tranquilo.
- Maldición. - gruñó Andrew. - Están acá. - avisó notando una leve luz en la lejanía.
- ¿Estás seguro? - preguntó la mujer.
- Sí, rojo y azul. Las luces digo. - volvió a dirigir sus ojos hacia la carretera.
- ¿Qué hacemos? - la mujer quiso examinar con sus propios ojos, tal vez Andrew tenía tan temor que un simple vehículo lo podía despistar, su corazón aceleró. - ¿Tengo que despertarlo? - le acarició la cabeza.
- No, podemos arreglarlo. No falta mucho para entrar en la ciudad, no apenas estaremos dentro dejaremos el auto e iremos a pie. Cogeremos sólo las cosas esenciales. - farfulló extraviado por su pensamientos que trataban de maquinar algo.
- Ok - asintió ella con el temor de no conseguir escapar de ellos.
El auto prosiguió por su carretera, a un paso de la ciudad, mientras varias millas atrás se entrevía las centelleantes luces de los vehículos que los perseguía. Su número permanecía incalculable y probablemente ellos no eran los únicos que habían sido alertados.
La pareja entró en la ciudad y, como había mencionado Andrew, la primera cosa que hicieron fue de estacionar el auto en un aparcamiento usurpado por mil vehículos, justo frente a un grande centro comercial. Cogieron sus mochilas que había preparados por su vacaciones una semana antes y, antes de adentrarse en la llamativa ciudad, se detuvieron en aquel centro comercial casi sin fin, donde compraron unos vestuarios para el niño. Silentemente salieron por una de las miles puertas que había y prosiguieron hacia el interno de la ciudad.
- Acá es inútil. Todos estos autos están bloqueados por el tráfico o avanzan a paso de tortuga. Así no tardarán mucho para encontrarlo. - comentó Andrew mientras sus ojos miraban dondequiera.
Meredith recibió una pizca en su vestido. - Son ellos. - el niño estaba de nuevo asustado, su trémula voz lo subrayaba.
Los dos se volvieron. Eran ellos. Estaban entrando en la ciudad justo en aquel momento y por ahora la pareja podía entrever sólo cuatro autos, los cuales se abrían el camino disfrutando de su relumbrante autoridad. Andrew asió la mano de su esposa y empezaron a correr, escabullándose y disimulándose entre la gente, la cual, jovial y deseosa de gastar su propia plata en sus vicios, no se dejaba distraer por tan poco, como si fuera una cosa habitual.

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