lunes, 27 de junio de 2016

The unexpected meeting (Capítulo X)

Capítulo X

Inquieto y con el corazón en la garganta arrojó una patada a la puerta. Ella se abrió de par en par como si nunca hubiera estado cerrada y sólo en aquel momento se dio cuenta que había intentado de abrir la puerta en el sentido erróneo. Enfurecido por su estupidez y por como había casi arriesgado de poner en peligro su esposa y el niño, se proyectó adentro y señaló a través del chip un movimiento distinto de lo que había calculado el agente Turner. Su entrada fue anunciada, pero por lo menos no sabían que era solo, y era lo que más importaba a Andrew.
Una sonrisa de reto se imprimió en la cara del agente Turner. - Cree en serio que puede huir. - rio, inclinando la cabeza hacia atrás. - Libérenlo. - ordenó.
- Señor, involucraremos muchos civiles. - lo contradijo un agente sentado en los asientos traseros, observando un chiquillo de un cuerpo corpulento, macizo, que de primera vista mostraba los años que aún no cumplía.
- ¿Y ustedes quieren arriesgarse a perder ese experimento? Es el único que ha sobrevivido con ese poder, es más valioso que los otros poderes. - gruñó entre dientes y se volvió hacia el chiquillo. - Estás listo para tu primera misión, ¿x-5? -
- No esperaba otra cosa, señor. - afirmó una voz pueril.

El corazón de Andrew latía ansiosamente igual a sus pasos que trataban de sacarlo afuera de aquel edificio, pero las infinitas puertas que se presentaban hacían parecer aquel lugar un laberinto mágico, la cual salida lucía cambiar ubicación a voluntad suya. Por las puertas que había conseguido abrir y las que cerradas habían permanecido, había constatado de encontrarse en un hotel económico, pero inmenso, cuyo hall inconcebiblemente no se encontraba.
En el último momento, por una puerta que consiguió abrir con dificultad, encontró unas escaleras que se dirigía hacia el piso de arriba, sin una mínima vía que ayudara sus esperanzas a bajar de allí. Subiendo aquellas escaleras lo habrían alejado aún más de la presunta salida.
De repentino unos particulares y extraños pasos provenientes del último pasillo que había accedido lo alarmaron, ellos no parecían normales, eran agiles y sigilosos. Estaban adentro, lo estaban buscando. Sin dudar y sin querer perder más tiempo en buscar una escapatoria que parecía permanecer ocultada, se adentró en ese camino y se despidió de aquella simple salida que habría sido si la hubiera encontrada.
Mientras recorrías aquellos fríos y rígidos peldaños, una inmensa luz deslumbrante lo iluminó y una segunda precaria salida se hizo algo presentable en su mente. El techo probablemente se asomaba hacia otro edificio y si no fuese demasiado bajo podía probar a saltar. Aumentó su andar hasta que zumbó a toda velocidad hasta una puerta de metal, descrita por un triste color gris, y con un fuerte golpe de su espalda abrió el único obstáculo que lo separaba del techo, su espalda se estremeció hasta el otro extremo.
Una fresca corriente se chocó con él y al tacto su cuerpo tiritó, no percibía aquel sosiego acariciar su piel de cuando había encontrado aquel chiquillo. Miró su alrededor: un edificio emergía hacia arriba por aún otros seis pisos, mientras a oeste se extendía el vacío, sólo unas estelas de luces coloradas se veía. Se detuvo en el margen del techo y suspiró, golpeando con un puño la pequeña pared que lo protegía de no caer. Su salida se encontraba a cuatro pisos debajo de él y con un salto no habría perseverado sus piernas ilesas, las cuales eran las únicas que más le servían en aquel momento.
Algo llamó su atención, como cuando un matemático encuentra la simple solución a un enigmático problema. Se volvió hacia el edificio, las ventanas se asomaban hacia él, debía sólo escalar la pared de alguna maniera y las habría alcanzado. Cerró los ojos y rechinó los dientes, como podía haber sido tan estúpido por segunda vez, pensó.
Se precipitó hacia la verdosa pared del edificio, seguro de conseguirlo, sin embargo un repentino chasquido lo arrestó a mitad del camino. Con la sangre congelada se volvió lentamente y una pequeña silueta se presentó en el umbral de aquella melancólica puerta.
- ¿Qué? - exclamó Andrew, la temperatura de su sangre volvió normal.
Un niño con pelo crespo y frondoso lo miraba con curiosidad y miedo, vacilando se acercó hacia él.
- ¿Qué haces acá? - preguntó.
- Me perdí. - contestó casi sollozando. - Me distraje un segundo y perdí mis padres. Escuché unos ruidos provenientes de acá arriba y pensé que fueran ellos. - su voz describía su pequeña edad, pero pequeños tonos de adolescente parecían probar el contrario.
- Lo siento, pero no puedo ayudarte. En este momento tengo muchos más problemas. - se volteó hacia las ventanas.
- Señor… le ruego, no me dejes. - gimió el niño, quitándose las lágrimas que cubrían su vista.
Andrew lo observó, miró las ventanas y luego la puerta por donde había entrado, esperando de no ver los rigurosos rostros de aquellas personas emerger de la oscuridad.
- La ruego, no sea malo. - su minúscula mano aferró su muñeca.
- Escucha, lo siento, pero estoy muy ocupado. - repitió. - Si tus padres alojan en este hotel, baja las escaleras y ve hacia el hall, allí pregunta por ellos. - se volvió a voltear, pero algo de vigoroso lo detuvo.
La suave y delicada mano que ceñía su muñeca se hizo repentinamente más rígida y dura, como si fuera una mano de metal. Lo volvió a mirar, su frente estaba fruncida.
- Señor, no es educado ignorar alguien que necesita ayuda. - su voz era firme y descarada, casi de no parecer a la de un niño.
- Ah… Qué diablos… - trató de liberarse tirando con todas su fuerza, el niño quedaba inerte en aquel punto.
- ¿Dónde está? ¿Dónde está él? - sus ojos celeste ardieron frente a la respuesta que quería oír, una familiaridad alcanzó su mente.
- ¿Quién? - preguntó, sus pequeños dedos estaban pegados en su muñeca.
- No te burles de mí, adulto. - apretó aún más fuerte, la pobre muñeca de Andrew empezó a crepitar como una hoja seca.
- E… ¿eres uno de ellos? ¿Un experimento? - pidió confirma con una expresión que hacía de todo para describir perfectamente el dolor que percibía.
- Inteligente. Sí, pero a diferencia de aquel fallido yo acepto lo que soy y…- movió su cuello de izquierda a derecha, un chisporroteo hizo tragar saliva a Andrew. -… adoro usar mis fornidas capacidades. - sonrió, una sonrisa malvada.
Levantó el otro brazo y cerrando el puño lo dirigió a toda velocidad hacia su abdomen. Un líquido rojizo salpicó fuera de su boca, como agua de una flor de un payaso, y los huesos de su cuerpo sonaron como si una bala de cañón se hubiera estrellado contra una pared de ladrillos. En menos de unos segundos su cuerpo se alzó del suelo y zumbó como un proyectil haciendo añicos una de las ventanas que estaba intencionado a vadear, muy lastimosamente aquel chiquillo lo había ayudado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario