martes, 12 de septiembre de 2017

Near death (Capítulo XIII)

Capítulo XIII

Los ruidos volvieron a penetrar en sus oídos, lentamente y como si estuviera encerrado en una cúpula de vidrio. Abrió los ojos, perezosamente. Su vista estaba ofuscada, su lucidez estaba aturdida, trastornada. Cualquier cosa tratara de ver la veía como si hubiera ingerido una botella de vodka de un solo trago y además se encontraba boca abajo, su tobillo se había quedado enganchado en una rama de apariencia de una larga mano de algún mago centenario. Algo de húmedo estaba deslizando por su cabello, un líquido que le acariciaba constantemente su oreja izquierda. La roció, era un poco caliente, y sus dedos se tiñeron de rojo. Volvió a cerrar los ojos y a abrirlos. Intentó llegar hacia la fuente, pero sus movimientos desorientados e holgazaneados obligaron su mano a caer rápidamente hacia abajo y volviera a estar colgando como las mangas de un polo tendido a secar.
En ese momento un zumbido, un ronquido, llamó su atención, hacia abajo. Por lo que podía moverse, levantó su cabeza, hacia abajo, y trató de enfocar siempre más su vista. Como si hubiera visto un escalofriante fantasma su desorientación se eclipsó de improviso y abrió ligeramente de par en par los ojos. De hecho aún veía los objetos anublados, no obstante eso, lo que vio abajo le fue más nítido de un terso vidrio.
Un aullido lo congeló, varios aullidos. Su sangre había dibujado un perfecto círculo en la nieve, como la luz del semáforo, encendida y bien aurífera. Los lobos habían sido llamados por ese deleitable líquido ferroso y además ya habían individuado donde se encontrara la carne, fresca y viva. Los lobos lo miraron y gruñeron de nuevo. Y, para atizar más el fuego, la rama empezó a chasquear.

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