martes, 5 de septiembre de 2017

Near death (Capítulo XII)

Capítulo XII

Su cuerpo precipitó a una velocidad increíble, como si en su mochila hubiera repentinamente aparecido tres bolas de boliche. El aire se hizo aún más gélida y mordaz, mientras caía su cuerpo era brutalmente acariciado por él, probablemente tratando de ralentizar su caída, pero cualquier ser inteligente sabía que habría sido en vano. Se había dado la vuelta, el vacío, asombrosamente más cerca, estaba frente sus ojos. Los árboles habían crecido en una maniera prodigiosa, como si hubieran tomado ese mágico líquido que hacía agrandar el cuerpo de Alice, y ahora podía darse cuenta que la mayoría de ellos estaban más desvestidos de un periquito recién nacido. Una cosa él lo sabía, lo que habría ralentizado dolorosamente su caída probablemente habrían sido esas ramas secas, más de las que estaban atiborradas con hojas verdes.
Su cuerpo se estaba confiadamente acercando hacia el suelo, hacia los árboles, habría querido gritar, pero ese ímpetu, ese poderoso aire gélido que iba contra de él lo asfixiaba, impedía cada grito suyo. Sus ojos se habrían afinados aún más, adelgazado como los de un asiático si no hubiera sido por su lentes de esquí. Su piel se agitaba como si fuera una hoja bofetada por el viento y su boca, cuando la abría involuntariamente, desorbitaba por completo a causa del chorro de aire. Por otra prospectiva, a Alban le habría dado la impresión se ser un perro con la cabeza fuera de la ventanilla.
Pero, al fin de cuentas no habría tenido el tiempo de pensar a esas alegorías, como él había visto antes no se había encontrado tan lejos del suelo. Tal vez para sobrevivir sí, pero para acabar remachado como una hamburguesa no. La cuestión era si las ramas de los árboles habrían podido impedir ese fin, si lo habrían logrado. Alban cerró los ojos y se cubrió el rostro, había llegado el momento.
Su cuerpo fue rebotado impetuosamente por todas partes, cosas duras, férrea golpearon varias zonas de su cuerpo. Su estómago, sus brazos en lugar de su cabeza, sus piernas, los pies, era tal cual a una escaramuza de unos estudiantes, obviamente él era la víctima, el saco de boxeo. No sabía si aún estaba precipitando a toda velocidad o si su caída se había un poco retrasado, sus ojos estaban bien sellados. Su cuerpo ardía, percibía varios moretones que ya se habían formado en su cuerpo y afortunadamente debía agradecer de nuevo su ropa de esquí. Sin embargo, repentinamente, un golpe seco y solido chocó con la única parte desnuda de su cuerpo, detrás de su cabeza y su conocimiento se esfumó como una pequeña llama sofocada.

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