lunes, 2 de enero de 2017

The unknown (Capítulo V)

Capítulo V

Suspiró. - ¿A quién quiero engañar? Ni sé si seré capaz de disparar. - bajó el arma y lo pasó a Ace, él hizo un ademán negativo con la cabeza.
- Quédate con ella, nos servirá para defendernos. El muchacho tiene razón. No podemos ir a enfrentarlo en su hábitat. Sería un suicidio. - concordó él. - Tratemos de sobrevivir, por lo menos hasta el amanecer del sol. -
- Gracias. - Abraham relajó sus hombros, era una sensación realmente liberadora, ustedes mismo lo habría probado si solo hubiera vivido una tal experiencia.
- No me agradezcas, muchacho, yo también valoro mi vida. - afirmó el anciano.
Abraham estaba a punto de hacerle una pregunta, cuando las dos chicas empezaron a gritar, espantando todos los presentes con sus agudos chillidos. Todos se volvieron hacia ellos, los ojos del sexo masculino estaban abiertos de par en par y su piel estaba estirada como si estuvieran clavados hacia atrás.
- ¿Qué ocurre? - exclamó Absalom, su voz se interrumpió durante la pregunta, como si hubiera tragado repentinamente un insecto.
Las muchachas indicaron detrás de ellos, más allá de la ventana, sus índices se movían como las agujas de un reloj roto. Los tres tragaron saliva, tal vez el viejo no, pero los dos muchachos sí y descaradamente. Se volvieron como un viejo portón oxidado, hasta que se encontraron frente de la ventana. Lo que vieron los paralizó, como si hubieran ingerido una pequeña cantidad del tubocurarina.
Una deforme sombra de tres metros, encorvada un poco hacia adelante, con brazos ahusados y largos casi su altura, esbeltos como ramas desnutridas, con garras sutiles como espadas de esgrima, estaba frente a ellos, afuera de la ventana. Observándolos en silencio. Sus ojos relucía de un amarillo dorado, un amarillo lúgubre.
- Oh, Dios mío. - comentó Absalom.
- Por todos los santos. - Ace aferró la escopeta de las manos de Absalom y apuntó a la criatura.
De esa oscura sombra, algo centelleó, en forma de media luna, con las extremidades hacia el alto. Sin duda era una sonrisa. Si se observaba atentamente, se podían notar pequeños mondadientes amarillentos y puntiagudos en ella. Era su boca, sus dientes.
- Está... está sonriendo. - balbuceó Abraham, retrocediendo de unos pasos.
- Se… ¿se está divirtiendo? - preguntó Absalom, estaba confundido, aterrorizado, ahora sabía que cosa había probado el pobre Abraham.
- Su divertimiento se acaba en este momento. - Ace cerró un ojo y apretó el gatillo.
Disparó. Había apuntado a la cabeza. Los proyectiles zumbaron por toda la casa, cruzaron la ventana rota, aumentando aún más el daño, y prosiguieron hacia su inquietante blanco. La cosa levantó rápidamente sus largos brazos y unió sus garras frente de sí, como un escudo. Algo chispeó en ellas, las balas cayeron en el suelo.
El ser separó las garras y les mostró una sonrisa aún más abierta, deshumana. Un estruendo tronó en el bosque, seguido por un cándido destello celeste. La silueta avanzó de unos pasos, lentamente y letificado. Ace se estremeció, estaba espantado, apuntó de nuevo y disparó sin dilación. Un segundo destallo, las balas penetraron el encarrujado cuerpo de ese antiguo árbol. La criatura había desaparecido.
- Increíble. - comentó Ace, bajando el arma. - ¿Qué diablo es esa cosa? -
- Ya no estoy muy seguro que podremos resistir hasta el amanecer. - murmuró Absalom, sin apartar los ojos del árbol.
- Tenemos que atrancar la ventana rota, no debe absolutamente entrar en casa. - dijo Abraham, mirando su alrededor. - La mesa podría funcionar. -
- No es necesario, todas las ventanas poseen sus persianas. Cerrémosla todas y acuérdense de poner el seguro. - dijo Ace y desapareció hacia el piso superior.
- De acuerdo, nosotros cerramos las de abajo. - asintió Absalom. - Abilene, Acacia, si ustedes también nos ayudan, haremos antes. ¿Lo lograrán? -
- Sí. - confirmó Acacia, estaba llorando, las últimas lágrimas.
La otra muchacha, en cambio, permaneció en silencio. Solo siguió su amiga, sin hablar.
Cinco minutos después se reunieron en la cocina, todos, en el mismo punto donde se había separados. Algo tamborileó el techo de la casa. Había empezado a llover, las luz de los relámpagos penetraban cada diez segundo dentro la casa a través de las fisuras de las persianas, ilustrando rayas celestes en el piso de madera. Atmosfera conforme a lo que estaban enfrentando. Escena pertinente a una película de terror.

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