lunes, 16 de enero de 2017

The unknown (Capítulo VII)

Capítulo VII

- ¿La tele hizo cortocircuito? - preguntó Absalom, su voz estaba fuera de tono, como un violín tocado no tan dulcemente.
- Pero yo ni la toqué. - se disculpó Abraham, regresando hacia ellos, siguiendo mentalmente sus pasos de prima.
- ¿Un relámpago golpeó la casa? - preguntó Abilene, su voz estaba más cerca de ellos, las chicas se habían acercados más a los muchachos.
- No creo… pero puede ser. - contestó el anciano.
- Cualquier cosa fue, de seguro no fue esa cosa. - intervino Acacia y se tomó una breve pausa. - ¿Verdad? -
Absalom rio. - Sería absurdo pensar que esa cosa pudiera haber… -
Algo estalló en los pisos superiores. No era el sonido de una ventana que se pulveriza, no era el común sonido de campanillas. Era como si algo se hubiera estrellado en un muro de madera. Algo había conseguido entrar en casa. Rebotó en el piso, sobre sus cabezas. Por el sonido parecían vasos de terracota, pero fue lo que después oyeron que los hizo congelar la sangre. El piso de arriba crujió, gorjeó. Algo, alguien, estaba caminado arriba, en el cuarto de Ace. Se encontraba directamente sobre la cocina. Algo que poseía largas uñas que tictaqueaba en la madera, cuatro veces por cada paso. Un silbido y un ligero gruñido se expandieron desde arriba, descendió la escalera y los alcanzó. Abraham se petrificó, empezó a sudar frío.
- Manteémonos juntos, o estamos muertos. - entabló Abraham.
Un flash proveniente desde el externo iluminó sus rostros, por mitad, pero pudo mostrar nitidamente el terror en sus ojos.
- ¿Qué hacemos? - chilló Acacia, ninguno la veía, sentían su presencia, su miedo.
- No lo sé. - contestó Absalom, él también estaba ocultado por la oscuridad, todos lo estaban.
Otro destello los alumbró. Ninguno de ellos se estaba mirando, sus miradas, las de cada uno de ellos, estaban dirigidas hacia la escalera.
- No nos debemos dividir o nos hará afuera uno por uno. - repitió Abraham, no habría negado que se habría mojado los pantalones.
- De acuerdo. Y esta es la primera cosa, ¿pero la segunda? - preguntó histérico Absalom, estaba cansado de escuchar la misma cosa.
- ¿Disparar a primera vista? - probó el anciano.
- Excelente plan. - aprobó Absalom.
- Sí, pero no gasten las municiones, por favor. - comentó Abilene, apretando el mango del cuchillo en cada trueno o crujido que oía.
- Obviamente, señorita. - afirmó Ace, más que todo para tranquilizarla.
Un siseo se prolongó de nuevo hacia ellos, era ese sonido que parecía sofocar, las paredes parecían chirriar por la inquietud. Se advertía tan cerca. Se podía nítidamente escuchar sus uñas tamborilear con patentes golpes en el primer peldaño. Su respiro saboreaba el miedo de ellos y su mirada, como la de un asesino que se divierte con sus víctimas, como si fuera una droga, estaba fija sobre ellos.
Un tercero flash. Una silueta apareció encima de la escalera. Era alto, deformadamente alto, algo curvado, y esos largos brazos casi como su altura, probablemente eran ellas las que frustraban su espalda. Estaba de pie, casi como una persona. No era un animal y ellos lo sabían, pero ni un humano.

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